El barrio monfortino de la Estación
siempre fue un mundo aparte. Una especie de cuerpo extraño con vida propia
dentro de la trama urbana. Las familias de los ferroviarios tenían su colegio,
su sociedad recreativa, sus tiendas, su cine, su punto de encuentro para los
baños veraniegos. Incluso se barajó antes de la guerra civil la construcción de
otra plaza de Abastos en la confluencia de las calles Coruña y Doctor Casares,
frente a la actual gasolinera del Sierra. El declive de la estación que se
inició en la década de los sesenta del pasado siglo fue diluyendo la huella del
ferrocarril. En su entorno sobrevive todavía, sin embargo, un importante
patrimonio arquitectónico en el que se puede leer la historia más reciente de
Monforte.
En su
mayoría, son viviendas construidas a comienzos del pasado siglo, que responden
a una tipología similar, bajo y una planta con un pequeño terreno en la parte
trasera que se dedicaba tradicionalmente al cultivo de la huerta para completar
los ingresos familiares.
Contados
casos
La Estación,
explica el periodista y escritor monfortino Antón Lopo, «é un barrio
eminentemente obreiro dos máis fermosos de Galicia, que responde á morfoloxía
da época da industrialización». Con la salvedad de A Coruña o Ferrol, añade, «en
ningunha cidade galega se conserva un conxunto destas características, pois
foron poucas as que se viron marcadas pola industrialización».
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El plan
general de ordenación municipal ahora en exposición púbica cataloga un total de
78 elementos de arquitectura civil, que en su inmensa mayoría se encuentran
situadas en el área de influencia del barrio de la Estación. En el listado
figuran edificios públicos, como la propia estación de tren, la antigua playa
de vías, los viejos depósitos en los que se ubica el Museo do Ferrocarril de
Galicia o el colegio Ferroviario. Pero también un gran número de viviendas
particulares que en muchos casos responden a la tipología «obrera»
característica de este barrio monfortino y que contribuyen a preservar su
singularidad dentro del entramado urbano.
Tres niveles
Los niveles
de protección que se establecen son tres. El más elevado, de tipo «integral»,
afecta a la playa de vías o a la sede del museo del ferrocarril. El edificio de
la estación, el colegio Ferroviario y alguna construcción particular de
especial interés tienen protección «estructural», mientras que la de carácter
«ambiental», la más numerosa, corresponde a la práctica totalidad de las
viviendas catalogadas en el plan. Las medidas protectoras se extienden a la
parcela en su totalidad, incluidas las huertas exteriores.
Por vez
primera, un plan de urbanismo se hace eco de este legado mediante la
catalogación de un buen número de inmuebles situados en el entorno de la estación
de ferrocarril.
Conservación total
Afecta a los
bienes de interés artístico o cultural con características que aconsejan su
conservación total, tanto interior como exterior. Esta protección rige para el
antiguo intercambiador de trenes.
Elementos básicos
Es aplicable
a aquellos bienes en los que interesa conservar íntegramente la fachada, los
patios interiores y los elementos estructurales y tipológicos básicos. Este
régimen se aplica al edificio de la estación y a algunas viviendas próximas.
Espacio característico
Protección
aplicable a aquellos bienes que, sin tener por sí mismos valor destacado,
colaboran en la configuración de un espacio característico. Es el que afecta a
la mayoría de las propiedades catalogadas en el entorno de la Estación.
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