La producción de carbón vegetal fue
durante décadas la forma de vida para muchos vecinos de Formiche Alto, un
actividad que cesó en los años sesenta pero que el municipio quiere rescatar
ahora como parte de su patrimonio histórico. Para ello este verano se ha hecho
una carbonera que ha permitido ver todo el proceso y que quiere ser el germen
para que el pueblo pueda tener un museo dedicado a este oficio ya perdido.
La Asociación Cultural Cabezo Alto
de Formiche ha sido la impulsora de esta iniciativa para la que ha contado con
la imprescindible colaboración de ocho antiguos carboneros, que son casi todos
octogenarios, pero que han dedicado una semana a mostrar este oficio paso a
paso, una actividad que culminó el pasado sábado con la extracción del carbón
vegetal.
Paralelamente a la realización de la
carbonera, se ha organizado una exposición en el antiguo horno de este
municipio donde se mostraban los útiles de trabajo para este aprovechamiento
forestal y unos paneles informativos donde se explicaba cada fase.
Precisamente, la asociación está interesada en poner en marcha un proyecto de
museo permanente del carbón que sea un atractivo más para visitar el municipio.
"Ya quedan muy pocos carboneros
vivos y pensamos que era importante poder hacer esta actividad para recordar el
pasado de Formiche y nos gustaría que hubiera un museo donde poder mostrar todo
esto", comentó Emilio Carpio, de la asociación Cabezo Alto.
Para impulsar esta iniciativa esta
entidad quiere pedir al Ayuntamiento que se implique en ella y, a partir de
ahí, que se busque financiación para poder destinar un edificio a este fin,
según indicó Joaquín Herrero, uno de los coordinadores del homenaje al
carbonero que se acaba de realizar.
En cuanto a los contenidos de este
espacio, además de los paneles y las herramientas utilizadas por los
carboneros, se podría incorporar material audiovidual.
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Los ocho vecinos de Formiche que
trabajaron como carboneros y que todavía viven en el pueblo han vuelto a
recordar este agosto la ardua labor que realizaban para obtener este combustible
vegetal y, con el apoyo de miembros de la asociación cultural, han hecho de
nuevo carbón.
La carbonera se tiene que colocar en
una superficie llana que se llama plaza allí poco a poco se va colocando la
leña formando una pira, dejando un hueco en el centro desde el suelo, que será
la boca de la carbonera por donde se encenderá. Cuando todos los troncos están
correctamente colocados se cubre la superficie con la llamada zama (ramas con
hojas) y seguidamente se tapaba con tierra y poco a poco se va haciendo el
carbón.
En esta ocasión se hizo una
carbonera pequeña para la que se utilizaron unos 7.500 kilos de madera de los
que ha salido unos 3.000 kilos de carbón.
Isidro Escriche, de 82 años, uno de
los carboneros, explicó que por cada carga de leña (unos 100 kilos) salían tres
arrobas de carbón (39 kilos).
Escriche recordó que el carbón va
"cociendo, sin llama, y que va bajando de arriba hacia abajo".
Cuando el carbón está listo se va
sacando a "ganchadas". Se hace por fases y el resto se tapa con el
polvo para que no se avive el fuego. Para separar el combustible de los restos
de piedras o restos de ramas se utiliza la azada y el rodillo. Se deja
extendido para que se enfríe y después ya se almacena.
Durante esta fase final, que fue
seguida por muchos vecinos del pueblo, se representó la leyenda del carbonero y
se realizó una grabación para un documental del realizador Toni Canet.
Además de dar la oportunidad de ver
en vivo el funcionamiento de una carbonera, esta iniciativa ha permitido que los
mayores del municipio narren su experiencia y expliquen cómo era la vida de las
personas que se dedicaban a este oficio que les llevaba en ocasiones a pasar un
mes en el monte.
Isidro Escriche recordó que comenzó
a trabajar en este oficio cuando tenía 15 años y estuvo haciéndolo durante 30
años.
La labor empezaba en octubre y
finalizaba en abril o mayo. Escriche comentó que en el otoño se procedía a la
tala, principalmente de carrascas, y la realización de la carbonera y la
extracción del carbón tenía lugar en primavera.
"Había momentos en los que
estabas un mes en el monte, la carbonera tenía que estar siempre vigilada así
que nos llevábamos un saco de patatas y tajadas de tocino rancio y en una
cabaña nos resguardábamos", relató el antiguo carbonero que aseguró que en
la época de la tala se pasaba bastante frío porque aún helaba por las noches.
Hubo un tiempo en el que había unas
40 carboneras ardiendo al mismo tiempo en Formiche Alto y había cuatro o cinco
cuadrillas (de cinco o seis personas) que se dedicaban a esta labor. El
combustible se vendía principalmente a Valencia.
El que fue el medio de vida de
muchas generaciones de "zaumaus", como se conoce a los vecinos de
Formiche, quiere ser ahora un atractivo más del pueblo.
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