Hoy os
presento un interesante artículo que ha escrito Miguel Angel P. Gomez sobre una
excursión que realizó en el año 2010 por los molinos de Alcalá de Guadaira. Desde
aquí agradecerle que me permita publicarlo en mi blog, espero que disfrutéis de
esta excursión.
Autor texto e imágenes: Miguel Angel P. Gómez
Fecha publicación: 11.04.2010
Los molinos
del Guadaíra del término municipal de Alcalá forman parte de diferentes unidades paisajísticas, por encontrarnos en
los Alcores, a caballo entre la campiña
y las terrazas del Guadalquivir: los molinos de la vega/campiña; los situados
en la hoz que el río labró en la calcarenita; y los que se encuentran en las
terrazas del Guadalquivir. El palacio y la torre de Gandul, el castillo de
Marcenilla, el rompimiento de los alcores y el castillo de Alcalá se convierten en elementos identificadores de
cada uno de los paisajes molineros alcalareños.
El recorrido
de esta ruta está dominado por el conjunto defensivo medieval del cerro del
Águila.
Generalmente
los molinos se edificaban en grupos, uno a continuación del otro, para obtener
la máxima rentabilidad de la corriente del río o de cualquiera de sus pequeños
arroyos afluentes. De esta suerte, la misma agua movía las piedras de varios
molinos.
El trabajo en
el molino era tan complejo que normalmente hacían falta varios hombres para su
perfecto funcionamiento ininterrumpido a lo largo de las veinticuatro horas del
día. Lo más habitual es que en el trabajo del molino participase toda la
familia (hombres, mujeres y niños) con ayuda de mano de obra exterior en
ocasiones.
Molino/molineros eran dos realidades inseparables.
El mejor de los molinos, sin un maestro molinero conocedor del oficio, jamás
llegaba a rendir al máximo. Siempre se habla de los molinos y sus dueños, pero
se omiten las referencias a los molineros, a sus conocimientos, a su cultura a
su oficio. Los molineros son los grandes ausentes cuando se habla de los
molinos alcalareños, olvidándonos de que son las personas las que le han dado
estructura y contenidos al paisaje
ribereño que tanto atrajo a los pintores de la escuela sevillana del siglo XIX.
El paisaje molinero y la vida en el molino son inconcebibles sin detenernos en los molineros.
Los molinos de Alcalá tienen una característica muy
especial: los molineros eran dueños de su trabajo y arrendatarios del edificio;
sólo tenían el dominio de su oficio y eran organizadores de su jornada laboral
sin ningún jefe por encima de ellos; podría decirse que el molinero era uno “de
los nuestros”, del pueblo. Por el contrario, los dueños de los molinos
pertenecían a la nobleza o al clero y residían en Sevilla.
PARADA
MOLINO DEL ARRABAL
En el término de Alcalá llegó a haber 40 molinos y
9 azudes; este es uno de los dos molinos de los que no queda rastro del azud;
el otro azud completamente desaparecido es el de La Torrecilla. En
la del Rincón (Molinillo Hundido) pueden verse algunos restos.
A principios de la década de los 60, la población
de Alcalá vertía sus aguas negras al río; y precisamente venían a confluir al
azud de este molino, donde se acumulaban y originaban gran pestilencia. La
solución de la época fue volar el azud y dejar que las aguas corrieran
eliminando el tapón. Hoy día el acto no tiene justificación, pero debemos
asumirlo y no juzgar los hechos desde la
perspectiva actual, porque ni las soluciones técnicas, ni los intereses, ni el
aprecio por el patrimonio son los mismos ahora que hace 50 años. No podemos
perder de vista que el que llevó a cabo esta demolición fue el primero que, en
la década de 1960, se interesó tanto por el río que dedicó gran parte de su
esfuerzo en mejorar las pésimas
condiciones en las que la escasa corriente hacía frente a los vertidos
de una población industrial en franco crecimiento y a los vertidos de los polígonos
del Plan de Desarrollo.
El conjunto medieval del Águila se estructura en
tres áreas: el castillo propiamente dicho, la villa con su parroquia de Sta.
María; y el Arrabal de S. Miguel con su parroquia, cuyas murallas bajan hasta
la orilla del Guadaíra. Este molino del
Arrabal estaba soldado a la muralla, al amparo de una de sus torres. Esa es la
razón por la que perteneció al concejo de la ciudad de Sevilla, que era el
dueño de todo el recinto amurallado. En este tramo del recorrido, el río hacía
las veces de foso defensivo de la muralla inferior, desde la que se accedía a
la orilla por la puerta de La Barqueta.
A finales del siglo XV llegó a darse la situación
en la que el ejército del Duque de Medina Sidonia estaba en la orilla izquierda
y el del marqués de Cádiz, en la de la derecha, dispuestos para entrar en una
batalla que no llegó a tener lugar por las labores de mediación que ejerció el
Señor de Marchenilla. Como se ha dicho antes, estando dentro de la muralla se
podía contactar a través de este molino con el río, lo cual no es cosa baladí,
porque se podía incluso moler teniendo al enemigo enfrente.
Una de las puertas de la muralla daba a una
travesía del río a través de una barca, tomando el nombre de puerta de la Barqueta. Este
nombre se ha perdido en Alcalá; al contrario que en Sevilla y otras poblaciones.
La familia molinera de apellido Comesaña fué la
última que vivió y molió en el Mº del Arrabal. Hay testimonios de que a finales
de los años veinte todavía se molía en este molino.
Al ser abandonado por los molineros, por
encontrarse en un lugar muy apartado, se convirtió en refugio de malhechores, y
por eso fue mandado demoler por orden de la alcaldía.
El puente del Dragón ha sacado del anonimato el Mº
ya que se puede visualizar desde ahí. A partir del puente comienza a abrirse el
paisaje.
PARADA
MOLINOS DE VADALEJOS
Unos metros aguas abajo del puente, en el margen
izquierdo, la canalización de varios
manantiales (Fuensanta y La
Judía ) daba lugar a una corriente que, conducida por la cota
más elevada posible, llegaba a la atarjea del primero de los dos molinos de
Vadalejos, de manera que sus cubos lograran la máxima altura posible.
Posteriormente el caudal se unía al del río. Los dos molinos de Vadalejos y la
huerta fueron propiedad de los beneficiados de la iglesia de S. Juan de la Palma de Sevilla.
En el repartimiento del Reino de Sevilla llevado a
cabo en el siglo XIII por Alfonso X, todos los molinos de Alcalá quedaron en
manos de nobles o eclesiásticos.
Hasta el S.XIX, con la desamortización, no aparecen
propietarios de molinos pertenecientes a la burguesía sevillana. Es en la 2ª
mitad del XIX cuando pasan a propiedad de gente adinerada de Alcalá.
Los molinos de Gandul estaban relacionados con
molineros de Mairena; los de Marchenilla con molineros de Mairena y el Viso;
pero en esta zona próxima al castillo
del Águila predominan los molineros naturales de Alcalá.
Un molinero no se instalaba en un sitio, y ahí se
quedaba (permanente); había un factor de provisionalidad. El Mº nunca era casa
definitiva, era transitoria, a pesar de que en alguna ocasión las generaciones
de una misma familia se sucedían durante años (los Hornillo en La Tapada y El Algarrobo).
Los que ejercieron la molinería en el pasado, son
muy reacios a hablar claramente de sus emolumentos; indirectamente si les dejas
hablar ellos mismos se van soltando y cuentan cosas. Refiere Fco. que en los
años 30, para un traslado (a otro Mº) dos molineros le prestan a un colega 7000
ptas; una cantidad considerable para la época, y que da idea de lo que ganaban,
teniendo en cuenta que el préstamo lo hicieron con la certeza de que les iba a
ser devuelto. No era común en aquellos años que un trabajador del campo tuviese
una capacidad de ahorro tan grande.
Está claro que el molinero que era verdadero
profesional y buen gestor, le solía ir bien si se movía. Cuando los miembros de
la familia no bastaban para llevar el molino se solía meter algún mozo de poca
edad al que se le pagaba con la comida y el aprendizaje del oficio; era la costumbre
meter un zagal de aprendiz; con el tiempo, si era listo, el niño aprendía bien
el oficio, se casaba con la hija del molinero y acababa convertido en maestro e
iniciador de un nuevo apellido molinero.
PARADA
MOLINO DEL REALAJE
En verano moler era una odisea, pues sin agua
difícilmente se puede moler. Comenta Fco. que un molinero en cierta ocasión le
dijo: “ mi padre cuando pasaba con los burros por el Mº del Arrabal decía
“Comesañaaa levanta el tablón que no puedo moler”.
En invierno sucedía lo contrario: las riadas. Se
distinguían dos tipos de riadas: i)venía un temporal de agua; los molineros
veían la crecida y el peligro que se avecinaba; ii)el golpe de agua imprevisto;
riadas que les sorprendían, dejando dos cuartas de barro en el interior del Mº,
y éste paralizado. Había veces que se acababa de limpiar una riada, cuando
llegaba otra (en ocasiones 3 ó 4 riadas casi seguidas), con el consecuente
perjuicio económico.
Era imposible que el Mº lo gestionara una sóla
persona; al menos se requerían dos. Se distinguía una labor de molienda y otra
de arriería.
El Mº funcionaba las 24 horas, y al frente debía
estar una persona moliendo y pendiente del mantenimiento (picado de piedras,
reparaciones varias). Pero al mismo tiempo había que llevar el grano desde el
pueblo/ciudad al molino; y tras la molienda, la harina se transportaba a las
panaderías (en burros con costales). Al frente de esta labor de arriería había
una segunda persona.
La maestría en picar la piedra era el punto fuerte
del oficio. El picado era a mano. Las piedras podían tener cantidad de defectos
en la ejecución del picado, capaces de ser detectados sólo por el ojo de un
buen maestro.
El porcentaje de harina que se desperdiciaba era
elevadísimo (> 40%) (cáscara, …) Se panificaba la flor de harina. Actualmente
se aprovecha todo para el pan integral .
El molinero no tenía nada que ver con el trigo; los
dueños del trigo eran los panaderos. Las panaderías siempre estaban asociadas a
la cría de cerdos para rentabilizar el alto porcentaje de harina no panificable.
En Alcalá se daba el ciclo completo del cereal:
En la zona de campiña ó vega se planta el cereal y
se obtiene el grano à se lleva a la población (aquí lo compran los
panaderos) à se lleva al molino, transformándose en harina à se lleva de
nuevo al pueblo (panaderías) à los desperdicios
para engorde de cerdos à los purines
mezclados con las calcarenitas constituían un excelente abono à los
productos de secano (principalmente tomates) obtenidos cosechados en los cerros
gracias al abono de los cerdos, se vendían en el mercado de la Encarnación de Sevilla
a precio de oro. Incluso aquí en el pueblo existió un palanque al que iban a
vender los tomateros que no llevaban su producto a Sevilla.
Los desperdicios se utilizaban para engordar a los
cerdos. Cuanto más fuerte (potente económicamente) era el panadero, más fuerte
era la cochinera que tenía. En Verano , los cochinos de los panaderos venían a
pasar las calores al río, junto a los molinos.
Las calcarenitas del Mioceno son margas calizas,
que unidas a los purines de cerdo, constituían un excelente abono (buenos
tomates). Los cerros de los Alcores son muy pobres, no se criaba nada; al
mezclarlos con ese abono, terminaban siendo productivos.
Los primeros tomates de temporada que entraban en
Sevilla, eran los de Alcalá; es de suponer que por ser los primeros se vendían
a precio de oro. De esta forma se cerraba el círculo productivo sin que se
desperdiciase ni el estiércol.
El molino era un lugar muy acogedor; el molinero
estaba muy acostumbrado a las relaciones públicas.
Entre los siglos XIII y XIV, esto era tierra
fronteriza, pues la banda morisca quedaba en Morón de la Frontera , lo que
implicaba un peligro imponente. Tal vez por eso, los molinos terminan teniendo
la fisonomía de una pequeña fortaleza en medio del río, con torres en muchos
casos almenadas. Esta es una característica peculiar de los molinos de Alcalá:
la forma de castillete.
En el 1280 la villa se había quedado despoblada. Alfonso
X le otorga una carta Puebla para que la villa fuera repoblada con cristianos,
pues la población árabe se había marchado.
Al musulmán no le resultaba grato estar bajo el
poder de un monarca infiel, a pesar de que se le respetasen sus propiedades y
derechos por haberse entregado mediante capitulaciones.
El último noble dueño de este molino, hacia 1833,
era el marqués de Alcañices. Conocemos a los molineros que molieron en Realaje
desde finales del siglo XIX, cuando este molino y el de Pelay Correa
pertenecían al panadero alcalareño Manuel Ordoñez, conocido como el Niño de
Manuel Díaz. A fines del XIX encontramos
a la familia Espinoza; a su marcha entran los Miranda; en 1916 los reemplazan
los Sánchez (alguno de sus descendientes son actualmente dueños de la panadería
del Barrero). Desde 1920, la familia Calderón, que tuvo buena relación con los
ingleses que había en El Adufe, molió en este molino hasta el abandono
definitivo de la molienda tradicional.
Juan José Sánchez Cerquera, era un amante de las
máquinas; se va de aquí en los años 20 del siglo pasado, para dedicarse a
promocionar molinos de gas pobre y más tarde eléctricos (por aquel entonces
eran casi todos de tracción animal) por las panaderías del pueblo.
Años más tarde encontramos a muchos de estos
molineros trabajando en la fábrica de harinas. En las harineras daban muestras de
su saber, resolviendo problemas técnicos que los ingenieros a veces no podían
resolver. Antonio Cerquera, hijo de Juan José, era perfecto conocedor de los
distintos trigos, y él mismo adaptó las máquinas de la Harinera de La Raíz a las características de
estos trigos de la zona. Por lo visto las máquinas fueron diseñadas para moler
variedades de grano del norte de España.
Junto al Mº de Realaje se emplaza el Adufe; este
edificio se levanta en 1880; en realidad lo que se hizo fue montarlo, puesto
que venía ya hecho de inglaterra.
Los ingleses de Adufe no venían directamente de
inglaterra, venían de las minas de Huelva. Por aquel entonces se comenzó a
jugar al fútbol aquí en Alcalá entre los hijos de los ingleses y sus vecinos
molineros.
Los molinos generalmente no son construcciones
nobles, son edificios preindustriales, utilitarios; pero sí es cierto que los
molinos de Alcalá poseen elementos de cierto empaque arquitectónico, que
sobrepasan el carácter de utilitario. La bóveda sobre trompas que cubre la torre
de este molino es buena muestra de lo que decimos.
En la casa-museo de Zorrilla (Valladolid), hay un
cuadro del Mº de Realaje pintado por Romero Barro (padre de Julio Romero de
Torres); la pintura es una representación idealizada de dicho Mº; el pintor lo
ha transformado en una venta, algo muy propio de la mentalidad romántica de la
época.
El pintor escocés David Roberts tiene un cuadro en
el Prado del Mº del Arrabal; como pintor romántico que es hace una composición
no real; introduciendo elementos imaginarios.
Aguas abajo del Mº del Realaje era donde, por el
verano, más cochinos había de todo Alcalá. Los cochinos pertenecían a varias
panaderías; cuando aparecía un dueño, sólo se acercaba su piara.
El molinero se beneficiaba de que los cochinos de
sus clientes panaderos estuviesen en el molino: recibían un cuarto por cochino
en la temporada, y recogían los purines para luego venderlos a los agricultores
de matos de secano. Iban recogiendo en cubos deposición por deposición, hacían
un gran montón y luego lo vendía por carrillos.
Los personajes que se movían alrededor del Mº eran
muy variopintos: hortelanos, pescadores, areneros, pintores,...
En las zonas más elevadas (por encima de las
terrazas fluviales) medraba la vegetación autóctona; en las zonas más bajas (riberas)
se localizaban las huertas, en las que había árboles y arbustos ornamentales y en
ocasiones exóticos.
Las piedras de molino las traían en carreta desde
Teba (Málaga). Aquellas que ya no tenían uso se reutilizaban, denominándose
“jardones” (haldones). Los fines eran
para merendero, guardacantón, solería; jamás se tiraban.
PARADA
ZACATIN
Punto significativo del paisaje molinero de Alcalá
cruzando la carretera vieja hay un registro de
EMASESA, que es el registro de la galería subterránea de la mina de Alcalá
(donde confluyen todas las galerías). El acueducto de los Caños de Carmona nace
en Alcalá formando una verdadera red de galerías subterráneas que vienen a
confluir a la altura del Zacatín.
En el Zacatín hay una vaguada -elemento
característico del paisaje de los Alcores- que posibilita que aflore agua del
subsuelo; es una vaguada que va cuesta abajo, hacia el río. El agua de este
arroyo del Zacatín alimentaba varios molinos, muriendo en el Realaje.
El molino de Adufe funcionaba con agua extraída de los
caños de Carmona.
a finales del siglo XIX surge la compañía inglesa The
Seville Water Work
Company Limited, que se hace con el abastecimiento de agua a Sevilla. El Adufe
no es más que una antigua estación de bombeo para elevar el agua de varios
manantiales alcalareños, previamente canalizados, hacia el depósito de lo alto
del cerro del Zacatín, y de aquí ya iba con su desnivel natural. Los ingleses
trajeron una máquina de vapor para subir el agua; hace unos años Sevillana se
la llevó, se desconoce a donde.
Según mi información, la chimenea del Adufe es la
correspondiente a los fogones de las calderas de vapor con las que funcionaba
el mecanismo originario.
En el Zacatín había lavaderos con una serie de
pilas, que se llenaban con el agua de la corriente. En el lavadero -además de
lavar la ropa- se hacían labores que eran impropias de hacer en casa: los
colchones eran de lana, pero no se podían lavar en casa; con el cambio de
estación se hacía necesario también lavar las mantas; que también se llevaban a
lavar al lavadero.
Había lugares, como Mairena, Gandul,...que no
existía lavadero, sino atarjea; un tramo de recorrido de la atarjea tenía por
tanto, esa finalidad: lavar la ropa. Lola comenta que en Antequera también se
decía “voy a lavar a la atarjea”. Por ej. en Gandul, alumbraba el manantial
junto al palacio; caía este agua al primer molino; entre este 1º y el 2º molino
estaba el tramo de atarjea-lavadero; pasado el 2º molino estaba el pilar.
OTROS
COMENTARIOS
Un molino se colocaba siempre en la parte del río
donde menos fuerte pegara la corriente. En caso de ser dos, entonces sí se
colocaba cada uno en un margen del río (caso de Pelay-Correa).
No interesaba colocar dos azudes muy próximos: el agua
embalsada del molino de aguas abajo podía afectar al rodezno del molino
superior. La altura del azud estaba regulada por ley; no se podía alterar. Hubo
litigios por esta causa entre el Mº de la Aceña y el Mº Hundido. Los azudes de los molinos
de San Juan y Benarosa son los que están
tan próximos que hacían que el azud de
S. Juan no pudiera retener muchas aguas.
En huertas asociadas a molinos, como la del
Algarrobo, se observan albercas; la razón de ser es que el río está a un nivel
más bajo, y extraer agua de él era mucho más complicado que retener el agua de
los manantiales o acumular la que se sacaba del pozo con la noria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario