Autor artículo: Casimiro Somalo en
La Rioja
Agua pasada no mueve molino, dice el
refrán. Los molineros no tuvieron nunca buena fama. 'Dios da la harina y el
diablo la maquila'; 'De molinero mudarás, pero de robado no escaparás'. Los
molinos de agua son hoy un patrimonio perdido en La Rioja. Hoy apenas quedan
algunos retazos de los 325 que fueron censados en el catastro del Marqués de la
Ensenada en 1752, gran parte de los cuales (304) estaban destinados a moler
cereal, constituyendo un patrimonio singularísimo en la economía de una
sociedad rural y agraria como la riojana del siglo XVIII.
El deterioro y la desaparición de
los molinos de agua en La Rioja ha sido progresivo y paulatino durante el siglo
XIX y prácticamente generalizado desde mediados del siglo pasado. Pascual Madoz
contabilizó 177 en su diccionario geográfico. Hoy apenas quedan cuatro ejemplos
en los que puede verse su funcionamiento y decenas de instalaciones ruinosas y
abandonadas repartidas por toda la geografía regional.
El aprovechamiento de la fuerza de
las aguas en La Rioja viene de siglos. Y, aunque no hay fechas precisas sobre
el invento, casi todos las sitúan a finales del imperio romano.
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Durante la Edad Media hay numerosos
testimonios de molinos harineros por toda la región. A partir del siglo XI se
extendieron por todo el territorio y fue necesaria una regulación de uso y
mantenimiento. Su expansión estuvo vinculada a la roturación de terrenos y al
aumento de la producción cerealista en los territorios recuperados por los
reinos cristianos.
Monasterios como el de San Millán de
la Cogolla, muy poderoso en su tiempo, contaban con varios molinos en su ámbito
más próximo y controlaban indirectamente muchos más en distintas localidades.
Hubo molinos particulares y colectivos. Para servicios propios y arrendados a
molineros. Malos recuerdos quedan de la sisa y la maquila en la memoria
colectiva histórica.
En La Rioja nunca faltó agua para el
desarrollo de los molinos harineros, batanes y molinos aceiteros. Pero el
desarrollo más generalizado se produjo a partir del siglo XVI y posteriores.
Molinos y batanes movidos por agua para transformar tejidos y aprovechar el
nacimiento y desarrollo de las imprentas. Molinos papeleros de los que hay
alguna documentación. Pero, ya se sabe, la abundancia de ríos y riachuelos y
corrientes en toda la geografía riojana posibilitó que los molinos se dedicarán
a moler harina, como almazaras o como batanes. No era difícil.
En 1844, como detallan las
escrituras, el Ayuntamiento de Ábalos vendió el molino de Puelles a un tío del
tatarabuelo del actual propietario, Jesús Puelles. León Barrón, de Arenzana de
Abajo, un apellido vinculado a la industria molinera, fue el primer comprador.
En el riachuelo del molino hubo hasta tres molinos harineros. El de Puelles
estuvo en funcionamiento hasta 1964. Aguas abajo, se conserva uno recuperado
casi en su integridad por sus actuales propietarios.
Por La Rioja no abundan muchos
ejemplos. En San Román de Cameros aprovecharon uno de ellos, el del corregidor
para convertirlo en granja escuela y casa rural. Otro de los ejemplos curiosos
es el molino de Sorzano, granja y taller de almazuelas de Lola Barasoain. La
presa de Enciso podría anegar las instalaciones del viejo molino de Magdalena
Martínez, cuya propietaria ha conservado el artilugio con primor.
Quedan otros testigos pero es tal el
grado de deterioro que apenas han dejado las presas abandonadas, las piedras
del molino como elemento ornamental, algunos rodeznos con su árbol, tolvas de
madera para ornamentar casas de pueblo y poco más.
La
industria molinera tuvo un gran desarrollo en el siglo XVIII
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El
patrimonio etnográfico
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