Artículo
reportaje muy interesante sobre un paisaje minero-industrial de gran belleza. Autora
de artículo-reportaje Elena Soto.
La recuperación de la
cantera menorquina de s'Hostales un ejemplo de una nueva forma de abordar el
patrimonio minero-industrial
El arte de escuchar la
piedra ha creado en Menorca espacios laberínticos. Los canteros, atentos al
sonido que emitía la roca, fueron labrando a golpe de escoda senderos sinuosos.
Y al tiempo que los materiales sustraídos de la tierra iban levantando los
edificios de la Isla, su ausencia formaba otra arquitectura en negativo. Las cavidades y túneles excavados en las
antiguas canteras de marés son obras de arte que nunca pretendieron serlo
y el vacío resultante ha sido el artífice de recintos mágicos con geometrías
sorprendentes en los que la intervención del hombre se solapa con la de la
naturaleza.
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Los trencadors
(mineros que trabajaban manualmente en las canteras) realizaban una selección
del material guiándose por los sonidos agudos del marés en contacto con la
herramienta, ya que esta frecuencia era indicio de mayor calidad –práctica
conocida como 'escoltar sa pedra'– posteriormente, según su percepción,
señalaban cada pieza con una simbología propia –la de sonido acampanado era la
mejor–. "Actualmente, la técnica
de propagación de ultrasonidos confirma el saber empírico y las intuiciones de
los maestros menorquines", explica el ingeniero Industrial José
Vilafranca, autor de la tesis Intervenciones sobre el patrimonio.
Rehabilitación de edificios construidos en piedra de marès en la isla de
Menorca. "La piedra viva tiene una velocidad de propagación alta y, en
general, valores altos de velocidad sónica indican buena calidad de materiales.
Por el contrario, una piedra fácilmente meteorizable tiene velocidades mucho
menores".
"En
la zona antigua, como el trabajo era manual, el cantero excavaba siguiendo las
vetas de buena calidad"
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Tradicionalmente, el
marès –roca blanda constituida por areniscas bioclásticas, de naturaleza
calcárea– ha sido el principal material de construcción en la Isla. Se cree que su nombre hace referencia a su
origen marino, ya que se trata de una roca compuesta principalmente por granos
de arena de origen biológico procedentes del mar, cohesionados por un
cemento natural de carbonatos. Debido a la mezcla de distintos elementos
muestra diferencias muy marcadas, tanto en dureza como a en aspecto, pero
presenta una característica común, la de ser un material de fácil manipulación.
En Menorca el hombre y
el marès son viejos conocidos, las
primeras relaciones se remontan a la época de la cultura Talaiótica, en las que
esta roca se empleó para la construcción navetas y taulas, y se ha
mantenido sin fisuras prácticamente hasta la actualidad, configurando el
urbanismo de la Isla, desde los edificios civiles, religiosos o militares a los
recintos de uso ganadero.
Monumentos que nunca
pretendieron serlo
Piedra sobre piedra, el marés ha ido creando un rico patrimonio
arquitectónico y, al mismo tiempo, su extracción ha dejado otro legado,
no menos importante, que todavía hoy podemos contemplar en numerosas canteras
abiertas en la Isla, así como en los oficios tradicionales vinculados a esta
actividad.
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De la unión de ambos surge un nuevo concepto, el denominado
geomonumental, que va desde el conocimiento de los materiales geológicos a su
relación con las construcciones o a su conservación.
El
declive de las canteras comenzó cuando el marés empezó a ser sustituido por el
hormigón armado
Y un ejemplo de esta
novedosa forma de abordar el patrimonio es la pedrera de s´Hostal, una cantera
de marés a cielo abierto próxima a Ciutadella, y que tras su clausura en el año
1994, comenzó a ser recuperada por la asociación Líthica. «Descubrí este lugar
cuando todavía era estudiante de arquitectura, recuerda Laetitia Lara,
fundadora y directora de Líthica, eran los años 80 y por aquel entonces ya
había algunos espacios que comenzaban a rellenarse de escombros. Mi proyecto de
final de carrera fue precisamente sobre las pedreres de s´Hostal, y en él
analizaba la calidad de este recinto y su recuperación. Cuando regresé, una
década después, el proceso de degradación se había acelerado y en el 95 fundé la asociación Líthica para
la rehabilitación y protección de las canteras de marés de Menorca".
Los paisajes pétreos
A partir de estas
fechas se comenzó a aplicar un proyecto integral de recuperación orientado a
potenciar las canteras como paisajes de piedra, espacios laberínticos y
jardines, escapándose del triste final de terminar como vertedero incontrolado.
El paisaje de s'Hostal
es singular y muy interesante como muestra del patrimonio minero-industrial de
Menorca. Sus paredes son un libro
abierto y en sus marcas se pueden leer 250 años de evolución en las técnicas de
explotación del marés, desde la extracción manual a la mecanizada.
"Cada una de ellas fue creando diferentes tipos de espacios", explica
Lluisa Seguí, secretaria de Líthica. "En la zona antigua, como el trabajo
era manual, el cantero excavaba siguiendo las vetas de buena calidad. Esta
parte es laberíntica y sinuosa, con formas orgánicas. Por el contrario, en la
zona moderna las máquinas crearon inmensos espacios cúbicos, con más de
cuarenta metros de profundidad".
Las sierras circulares
no escuchaban la piedra, la sacaban indiscriminadamente, la selección se
realizaba en una fase posterior. El perfeccionamiento de la técnica mecánica
producido a mediados del siglo pasado, cuando se incorporó una vagoneta que se
desplazaba sobre raíles, cambió radicalmente la morfología del espacio. Para el
avance de la máquina se necesitaban grandes superficies, por lo que las
canteras ganaron en amplitud y profundidad y, también, en nuevas marcas, ya que
en las rocas cortadas verticalmente quedaron grabadas las profundas incisiones
producidas por el choque de la sierra contra la pared.
Jardín medieval.
Pero s’Hostal tiene
además otra peculiaridad y es la del encuentro y solapamiento de las dos
técnicas. En la zona, conocida como la
Brecha, convergen una antigua cantera de extracción manual y la del Anfiteatro,
de extracción mecánica. Esta singular conexión de lo nuevo y lo viejo tiene su
punto más emblemático en la monumental escultura del Tótem, símbolo de
Líthica, y a su alrededor se ordena el espacio de las canteras. Una de las
caras de esta figura está marcado por el disco de la sierras, mientras que la
otra ha sido grabada a golpes de escoda.
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El declive de las
canteras comenzó cuando el marés empezó a ser sustituido por el hormigón armado
y otros nuevos materiales de construcción, y en los años 90 la mayoría ya
estaban cerradas. Su abandono condenó a
gran parte al olvido y en el peor de los casos a vertederos incontrolados de
todo tipo de residuos. Actualmente, el patrimonio minero está
adquiriendo un enorme interés, debido a su potencial uso turístico, y Líthica
es un excelente modelo no sólo de recuperación, sino de nuevos usos de este
tipo de espacio.
Actualmente s’Hostal,
además de ser un museo al aire libre en el que se puede admirar un rico
patrimonio industrial y etnológico es, en sí mismo, un espacio artístico que ha
sido recuperado para múltiples actividades de todo tipo, desde las culturales
–se celebran conciertos por sus excelentes condiciones acústicas– a las medio
ambientales –se plantan huertos y se crean jardines aprovechando su particular microclima–.
"Muchas de las intervenciones que se han realizado, comenta Seguí, son
herederas de la tradición del cantero agricultor que sembraba sus huertos en el
fondo de los espacios excavados aprovechando la humedad concentrada".
¿Quién dijo que los enormes
recintos vacíos de las canteras no son interesantes? Quizá la clave para que
cobren vida de nuevo esté en recuperar el antiguo arte de los canteros:
'escoltar sa pedra'.
El Mundo
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