Artículo sobre el derribo de la Central Térmica de Avilés, un hito industrial desaparecido, autor Alberto del Río.
Cuando, a mitad del siglo XX, se instaló en Avilés ENSIDESA -una de las mayores siderúrgicas europeas- nacieron una serie de instalaciones fabriles, algunas de las cuales fueron, arquitectónicamente, obras de notable talento.
La crisis siderúrgica mundial obligó -a finales del siglo- a cerrar instalaciones emblemáticas (hornos altos, acerías, etc.). Posteriormente, la gran mayoría, fueron destruidas de manera precipitada y sin estudiar plan rector ninguno para su posible reconversión de uso y adaptación a un nuevo parque empresarial (PEPA).
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Quedó en pie la Central Térmica -obra de Cárdenas y Goicoechea- similar a la que hay en Londres, que acoge al afamado museo Tate Modern. Allí sí que supieron, reaprovechar su patrimonio industrial y con gran éxito.
Algo así, se quería para esta de Avilés, cuando en el 2005 cesó su actividad, y a la que en poco tiempo, las autoridades pasaron de considerar, como una incomparable joya del patrimonio industrial con destinos culturales, a ordenar su derribo.
Hubo protestas, débiles, en la ciudad. También de organismos técnicos y culturales nacionales e internacionales -la mismísima Unesco- porque demolíamos una impagable catedral fabril. Pero también borrábamos el período histórico más importante del siglo XX de Avilés. Arrasábamos buena parte de nuestro valioso patrimonio industrial (Arnao es, ejemplarmente, episodio aparte).
Pero todo fue inútil y haciendo gala de una falta de imaginación y respeto notabilísimos, la víspera de Reyes del 2008, dinamitaron aquella joya de la corona de nuestro -tan riquísimo como ignorado- patrimonio industrial. Sus tres chimeneas se vinieron abajo. Y colorín colorado.
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Todo eso ocurrió en la margen derecha de la Ría de Avilés, donde hoy, se alza el famoso espacio arquitectónico diseñado por Oscar Niemeyer que también 'se ha venido abajo' en programación de actos culturales, convirtiéndose en un lugar fantasmal, vacío de aquella su continuada actividad cultural con sello internacional.
Se pueden poner los dos casos en paralelo y echarse temblar.
Ambos significaron dos palancas, dos armas poderosas para recuperar la autoestima avilesina, tan maltratada por la crisis mundial y que nos ocasionó una enorme sangría de puestos de trabajo. Y una considerable depresión social.
La Térmica, aparte de su incontestable valor patrimonial, fue algo que no se supo defender y nunca sabremos lo que hubiese dado de sí. Sin embargo, el Niemeyer sí que funcionaba y estaba siendo -hasta su paralización- un dinamizador, incontestablemente importante, para la ciudad.
En rigor histórico, es tan dramático como frustrante, que con estos trenes que, por Avilés están pasando y parando, no seamos capaces de coger ninguno.
Por lo que, hay que deducir, que o nuestros gobernantes -la mayoría de ellos- no saben como abordar la escalerilla para coger un tren o que políticamente -la mayoría de ellos- son unos incompetentes.
A fecha de hoy la Térmica y el Niemeyer están unidos por lo errado y por lo herrado. El juego de palabras pueda sonar cómico, pero el asunto es trágico.
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Y lleva camino de pasar a la Historia (sobre todo si el Niemeyer no se reanima) como un enorme fracaso colectivo de Avilés, que pesará sobre la conciencia, tanto de quienes destruyeron, como de quienes (la gran mayoría ciudadana) miraban como destruían.
Porque, al fin y al cabo, los políticos no son más que un reflejo de los ciudadanos que los eligen.
Que fácil es destruir, en un momento, aquello que -con talento y tiempo- costó tanto construir...
En fin, la condición humana, en Avilés. En Asturias.
Así, de lamentables, están las cosas hoy. A ver lo que pasa mañana, que es futuro.
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