Ingenios
de bestias.
Artículo
de Joan Costa de Diario de Ibiza
En algunos documentos antiguos de
Balears aparecen como 'molins de bèsties', aunque el nombre que prosperó para
denominarlos fue el de 'molins de sang', molinos de sangre. Y tal siniestro nombre hace referencia a la
energía empleada en su funcionamiento; si los molinos se clasifican en función
de aquello que los mueve, los de sangre son los que usaban tracción animal, fuera de burro, asno o mula o
fuera de ser humano, porque, de hecho, en la antigüedad o en casas donde no se
disponía de animal de tiro para tal tarea no era una rareza que fueran hombres
quienes movían el ingenio que supone un molino. «Normalmente era una mula»,
concreta la historiadora Cristina Palau, técnica de Patrimonio Cultural del
Consell de Ibiza y experta en molinología pitiusa, aunque señala que se usaba
el animal que se tenía más a mano, sin que hubiera muchas preferencias. Una
mula es, precisamente, el animal que hace mover una de estas máquinas en una de
las conocidas ilustraciones que sobre la vida en la Ibiza de mediados del XIX
realizó el archiduque Luis Salvador.
Los
molinos de sangre no son tan
vistosos como los molinos harineros de viento, al menos a primera vista
y hasta que no te acercas a ellos o una buena fotografía te revela sus
secretos, pero tal característica fue una ventura cuando, en 1937, el Servicio
Nacional del Trigo impuso restricciones a la cantidad de grano que podía
molerse y llevo a muchas familias a moler en la clandestinidad. En Ibiza y
Formentera, la ilegalidad se convirtió en la única posibilidad de supervivencia,
ya que el Servicio Nacional del Trigo también intervenía buena parte de la
producción a cambio de un precio irrisorio que solo cultivos intensivos de
trigo de la Península podían asumir sin hundirse pero que eran intolerables
para economías de subasistencia. «Se juntaban unos cuantos, cerraban todo,
incluso las rendijas de las ventanas, encendían unas pocas velas y trabajaban
toda la noche», cuenta Cristina Palau, que durante sus investigaciones ha
escuchado muchos testimonios similares, «y, desde luego, este trabajo pasaba
más desapercibido en un molino de sangre que con uno de viento, cuyas aspas en
movimiento eran difíciles de ocultar».
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Funcionamiento
El
mecanismo de un molino de sangre es algo más sencillo que un molino de viento o
de agua, aunque con muchas piezas iguales o similares, y tal simplicidad
explica que estos sean los molinos más antiguos, los que se inventaron
primero. Su funcionamiento gira en
torno a una barra vertical, conocida como árbol, que está sujeta al
techo, a una jácena. El árbol es movido por una percha a la que se ataba el
animal y cuyo movimiento se transmitía a las muelas mediante un sencillo
engranaje.
La
sencillez del ingenio, unido a que fueran fundamentales para la economía
isleña, explica también que estos molinos fueran frecuentes en tierras pitiusas
y que se hayan conservado muchos de ellos en casas payesas, en habitáculos a
menudo anexos a la vivienda y conocidos como 'la casa del molino'. La
historiadora afirma que en las islas se han conservado en buen estado bastantes
molinos de este tipo; hay que tener en cuenta que las piezas, de piedra y
madera, son duraderas y que «algunos de ellos aún funcionaban hace solo 50
años». Ninguno de los molinos de sangre se encuentra en la lista de bienes
patrimoniales pitiusos, al contrario que algunos molinos de viento, como el de
Puig d'en Valls, comprado y restaurado por el Consell Insular y que ahora puede
visitarse.
Fuente
de la noticia http://www.diariodeibiza.es
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