La calera de los hermanos Ruiz
Ampudia, ubicada en el paraje conocido como “La Gatuña”, en el camino de Los
Yébenes, se instaló a principios del siglo pasado y sin duda ha sido una de las
mas longevas, pues lo habitual era que los hornos cambiaran de emplazamiento
según se iban agotando los yacimientos de piedra caliza, materia prima para
elaboración de la cal. Consecuentemente, esta ha conocido varias generaciones
de caleros, que hasta los años sesenta del siglo pasado han voceados las
excelencias de la cal de Orgaz por todos los pueblos del contorno.
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Su actual propietario, heredero de
uno de estos últimos caleros, es quien ha instado la declaración de esta calera
como Bien de Interés Cultural, Bien de Interés Patrimonial o Elemento de
Interés Patrimonial, para intentar, así, conservar el último vestigio de lo que
ha sido una seña de identidad de este municipio. La zona sur del término
municipal de Orgaz, donde se dan los yacimientos de piedra caliza, ha albergado
innumerables caleras, cuyos hornos eran cegados tras cesar su actividad para
poder así seguir destinando el terreno al cultivo.
Es, por tanto, esta calera de los
Ruiz Ampudia, hoy propiedad de uno de sus descendientes, un bien de valor
etnográfico incalculable que reclama su conservación. Cuenta con cuatro hornos,
uno de los cuales ha sido modificado para que se pueda acceder a su interior y
poder observar la estructura que forma la piedra una vez “armado” el horno y
dispuesto para la quema.
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Los días 6 y 7 de junio de 2008
ardieron los dos últimos hornos, y buena parte de la cal que salió de aquella
cochura se destinó a los trabajos de rehabilitación del castillo de Peñas
Negras, en la vecina localidad de Mora. Los que en aquellas fechas se acercaron
a la calera, situada a tres kilómetros del pueblo, pudieron observar en los
distintos hornos el proceso completo de la producción de la cal, que ha
mantenido la misma técnica que se empleaba en la época de los romanos. Esta
implica una gran destreza y experiencia, pues tiene como parte fundamental el
“armado” del horno, que consiste en la formación de una bóveda con la piedra
caliza, sin ninguna sujeción y en una disposición que permita que el horno
“respire” y que alcance una cocción uniforme.
Un oficio artesanal, el de calero,
cuyos conocimientos se pasaban de padres a hijos y que, con el devenir del
progreso, parece que ha llegado a su término.
Fuente
de noticia http://www.dclm.es/
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