Autor artículo Iñigo Muñoyerro para
El Correo
Entre la última década del siglo XIX
y hasta los años 70 del XX los yacimientos de hierro dinamizaron del valle de
Sopuerta. El capital mercantil e indiano peninsular afluyó en abundancia. Las
minas horadaron el paisaje con ferrocarriles y tranvías aéreos. Escombreras, lavaderos
y depósitos de mineral. Llegó población foránea y hubo que construir barriadas.
Muchas junto a las explotaciones en el monte.
Uno de esos poblamientos ocupó las
laderas del monte Alén. Estaba constituido por los barrios de Barrietas Bajas y
Altas, el Sel y Alén, el más alto edificado a 560 metros sobre el nivel del
mar, en la divisoria con Cantabria. En 1910 llegaron a reunir entre todos a
casi mil habitantes. A mediados del XX las labores cesaron. La población se
marchó. Y los parajes libres de actividad minera han vuelto a la naturaleza.
Ese área está ahora integrada en el Parque Temático de Alén.
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Alén está en un alto. Aconsejable
subir a pie desde el barrio del Alisal y la Mina Catalina, en Mercadillo. Lo
habitual es hacerlo en coche por la sinuosa carretera que empieza en Las
Barrietas. Aparcamos. Visitaremos lo poco que queda del poblado de Alén. Puede
decepcionar. Dejamos volar la imaginación. En 1900 tenía 575 habitantes, la
mayoría mineros empleados en las minas Juliana y Federica, arrendadas por Luis
Ocharán Mazas. Vivían en casas de dos plantas de mala construcción. La mayoría
sin agua corriente, a pesar de que en el poblado había alcantarillado. En
cambio la luz eléctrica llegó a Alén pronto. En 1908 ya había bombillas en las
calles. Ese mismo año se extendió a todas las casas. Antes utilizaban quinqués.
Había fuente y lavadero. Panadería y
carnicería. Una cooperativa muy beligerante, botiquín de farmacia y frontón.
Todos los niños sabían leer gracias a las escuelas. Los servicios religiosos
tenían lugar en la ermita de San Luis. Y varias tabernas que generaban
frecuentes peleas. Para controlar las reyertas y las huelgas hubo un cuartel de
la Guardia Civil con cinco números (cuatro y un cabo) en el período 1922-1934.
Era un destino poco deseado. Los agentes llegaban allí castigados.
Es historia. Con el cierre de las
minas (años 60) las casas se vaciaron y se arruinaron. La mayoría
desaparecieron. Resisten la fuente y el lavadero (año 1900); el frontón y la
rehabilitada ermita de Santa Lucía con su gruta milagrera. La de San Luis
inaugurada el 26 de octubre de 1899 está hundida.
A falta de ruinas en Alén
encontraremos naturaleza y minas. Árboles, pájaros, vacas, caballos y perros
ladradores en una zona protegida de 30 hectáreas.
Primera visita. Justo en el punto
donde termina la carretera una pista llanea (derecha). Por allí circulaba el
tren minero Castro-Alén. Caminaremos unos 20 minutos hasta los dos túneles del
ferrocarril. Se atraviesan sin linterna (cascada en época de lluvia).
Por la izquierda un camino cementado
sobre raíles pasa junto al frontón (necesita ser remozado) y llega a la fuente.
Sombreada por castaños y robles. De hierro forjado. Mana desde 1900. Paneles
informativos y un primer mirador que abarca el valle de Sopuerta y las montañas
circundantes.
La pista continua por una amplia
zona de escombreras, caminos y planos ahora cubiertos por la hierba ideales
caminar o para montar en bicicleta. Minas Juliana y Amalia. Elvira y Federica
más alejadas. Nombres que recuerdan a las esposas e hijas de los patrones. La
actividad cesó en 1972, pero podría haber sido hace un siglo. Un par de
bocaminas cegadas invitan a la exploración. Están llenas de agua y mosquitos.
Aquí y allá vemos montones de mineral que aguardan la pala. Sorprende la altura
del muro del puerto (almacén de mineral) y poco más.
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Podemos seguir más lejos. Los postes
indicadores indican otros destinos. Hacia Santa Cruz de Linares y las minas de
galena de Taramona. Subir al pico Alén (duro). Seguir hasta el monte Betayo y
bajar a Gordón. O caminar hasta el monte Ventoso, bajar al valle de Otañes y
terminar en Castro Urdiales.
Los buitres de Peña Candina vigilan.
Vacas, caballos y ovejas pastan en libertad. Disfrutamos del paisaje abierto y
verde. Terreno venteado con los montes de Lunada, nevados en esta época del
año, como fondo.
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