Artículo
de Javier Carrión para Diario de Valladolid
El artista Félix Orcajo mantiene en
pie la inactiva terminal de Olmedo, donde vive alimentando un pensamiento que
huye de las convenciones y del «ocio programado».
Tener que elegir una casa próxima a
un aeropuerto o a una estación puede ser un castigo para la mayoría, aunque
para algunos vivir en esos lugares sea la mejor decisión de su vida. Rodeada de
árboles, plantas y esculturas, la parada ferroviaria de Olmedo (Valladolid) ha
renunciado a sus raíles y andenes para dar espacio a su único habitante, que ha
evitado que el edificio sea devorado por una bola de demolición. Tras varios
años fuera de servicio, el ladrillo de la estación recibió a Félix Orcajo y a
dos amigos suyos en 1998, quienes solo buscaban un lugar donde poder dar rienda
suelta a su libertad.
Sin embargo, las diferencias de
intereses hicieron que el artista burgalés se quedara solo hace un lustro y
pasara a ser el «restaurador anárquico» de un recinto que Renfe dejó
«desbaratado», confiesa Orcajo a Ical. Desde entonces ha decorado la estación a
su gusto hasta convertirla en un «típico» taller de artista, donde cada día se
lanza a una «práctica furiosa» de lo más variada.
Aunque lo suyo son las artes
plásticas, ha acompañado sus esculturas de los numerosos árboles que ha
plantado tanto en la entrada como en el espacio que hace años utilizaban los
trenes para pasar por Olmedo.
El panorama hace pensar que Orcajo
ha dotado al pueblo de un espacio dedicado a las visitas turísticas, pero nada
más lejos de la realidad. El burgalés reconoce que ha aportado su grano de
arena al pueblo con esta «obra social», pero recuerda a los curiosos que es él,
y no el Ayuntamiento, quien tiene alquilado el edificio a Adif, aunque deje que
los vecinos observen y visiten el lugar. Solo traspasan el límite aquellos
visitantes que destrocen o no respeten sus propiedades y creaciones.
Quizás por eso su vivienda se
encuentre en el piso superior de la estación, en el que un urinario, un
semáforo en verde y un banco de peces de madera coloreados sustituyen a esos
populares felpudos con la inscripción welcome (‘bienvenido’). Al fondo de la
estancia y cerca del dormitorio se erige la chimenea que suaviza los inviernos
de Orcajo, que decidió calentar su casa con leña en lugar de con los aparatosos
radiadores de Renfe. En un día de verano, un termómetro de mercurio le indica
al artista que es la hora de ir a la piscina, su «única manera» de refrescarse
y hacer deporte.
Aunque muchos rechazarían este
ambiente para vivir y desarrollarse personal y profesionalmente, Orcajo está
convencido de que lo marginal «es lo mejor para crear». «La cantidad de
libertad que tengo en estos espacios es grandiosa», confiesa el artista, quien
ve la estación como un enclave que le ha dado más de lo que él le ha aportado:
ser su propio dueño y forjarse «una identidad independiente».
Imagen de la noticia |
Orcajo nunca ha sido un jardinero
profesional, pero sus habilidades con las plantas le han valido un puesto de
trabajo en el instituto del pueblo. Allí aplica lo que se puede ver tanto en la
entrada como en el interior de la estación, aunque no es ni mucho menos lo único
que ocupa la rutina de este artista. Las labores de amo de casa, mantenimiento
y de limpieza de su hogar le han convertido en un «seis en uno» que saca tiempo
para sus creaciones y para un ocio creado por y para él.
Gracias a que tiene sus «propias
maneras» de relajarse, Orcajo consigue estresarse «lo justo» y descansar lo
suficiente para afrontar cada día como si fuera el último. De hecho, asegura
que nunca bosteza porque no utiliza despertador ni tiene tiempo para aburrirse
. «Me enfrento a cada día con la misma ansiedad y los mismos nervios», recalca
el ‘dueño’ de la estación al pie de un vetusto letrero que corona la ventanilla
donde antes se despachaban billetes.
A pesar de que el último tren pasó
por Olmedo hace mucho tiempo, Orcajo está lejos de sentirse solo, al menos en
su concepción del mundo. «Nunca te sientes solo porque siempre hay gente que
tiene tu mismo parecer», sostiene este creador, al que también reconforta la
presencia de los insectos y las plantas que le acompañan en su día a día. Admite
que pueden existir diferentes tipos de soledad dependiendo del ámbito social en
el que alguien se encuentre, pero ve la suya como una «felicidad».
En lo que respecta a su profesión,
Orcajo sopesa la posibilidad de exponer algunas de sus obras en las próximas
fechas en algún museo. Aunque estos centros «adocenan» y encasillan a los
artistas, cree que sería capaz de entrar en esa estructura siempre que pudiera
excederse lo suficiente como para sentir que no va en contra de su propia forma
de pensar. «No seré un artista de éxito porque son ellos los encargados de
consagrar», asume el burgalés, refiriéndose a estas entidades, a las que
califica como «muy herméticas» por las escasas convocatorias públicas que
realizan.
Fuente
de la noticia
¿Cómo
se vive en un viejo apeadero?
Fuente
de la noticia http://www.rtvcyl.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario