Ponferrada
sacará a La Placa de la vía muerta y pondrá en valor su patrimonio industrial.
Artículo de David Álvarez para
Infobierzo
El Ayuntamiento de Ponferrada, a
través de la concejalía de Medio Rural y Patrimonio, trabajará para poner en
valor el patrimonio industrial de las instalaciones de Renfe en el barrio de La
Placa, según ha adelantado este viernes el concejal del área, el bercianista
Pedro Muñoz. El complejo de hangares y talleres que Renfe levantó para reparar
sus locomotoras en Ponferrada espera ese rescate del olvido, que lo proteja del
expolio y el abandono en el que vive sumido desde hace décadas. El proyecto de
Ponferrada se mira en el espejo de Monforte, que en abril de este año consiguió
que su rotonda ferroviaria entrase a formar parte del patrimonio industrial
europeo.
Muñoz ha avanzado que desde el
consistorio ya se han mantenido conversaciones con el Administrador de
Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), que es el propietario de las
instalaciones. Según el concejal, si este organismo no pone pegas al proyecto
que maneja el consistorio, será el momento de que valorar qué inversión
necesitaría la recuperación de La Placa y qué posibilidades de financiación
existirían para acometer ese ambicioso proyecto. “Es una cuestión
extraordinaria para el barrio y para la ciudad”, ha explicado Muñoz, que ha
recordado que a día de hoy el estado de las instalaciones es “desastroso” y
reviste “peligrosidad”.
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Una historia ligada a las vías
La Placa ferroviaria de Ponferrada
se ha convertido en un emblema de toda una serie de cambios revolucionarios que
entre 1948 y 1954 cambiaron totalmente la estructura ferroviaria de la capital
berciana y la Comarca para dar salida al carbón que se extraía en las minas,
que constituía el motor de la economía berciana.
Tras la Guerra Civil, la capital
berciana aumentó notablemente su importancia dentro del transporte de
mercancías, especialmente como una de las cuencas mineras más densa y
significativa de España. Así, su estación pasó de ocupar el sexto lugar en 1936
a ser la primera o la segunda a mediados de siglo, según recogía el ingeniero
jefe del Departamento de Explotación de la Renfe, Mateo Silvela, en un artículo
en 1954. Una importancia creciente que contrastaba con unas infraestructuras e
instalaciones muy deficientes para hacer frente al tráfico cada día mayor de
carbón, que además tenía otro gran obstáculo en la conocida como ‘rampa de
Brañuelas’.
Una rampa que probablemente fue el
principal factor que obligó a remodelar toda la línea que comunicaba Galicia
con el interior de la península y que tenía en Ponferrada su centro neurálgico.
Las viejas locomotoras de vapor a duras penas podían salvar ese desnivel -que
pasaba de una altitud de poco más de 500 metros a los 1.200 metros del puerto
de Manzanal-, sin la suficiente potencia para arrastrar las miles de toneladas
que cada día se extraían de las minas bercianas en aquella época. Eran
necesarias locomotoras más potentes y veloces. Eran necesarias locomotoras
eléctricas.
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Y entonces llegó la revolución. Era
indispensable la electrificación de la línea, que arrancó a finales de los años
40 en el tramo entre Torre y Brañuelas, donde estaba el verdadero “cuello de
botella”, y se completó hasta la capital berciana en 1954, permitiendo utilizar
las nuevas locomotoras 7.700, con las que se podían remolcar una media diaria
de 17.000 toneladas en el tramo de la rampa frente a las 12.500 toneladas que
se remolcaban seis años antes. Unos cambios que se vieron acompañados de
todo un programa de mejoras que supuso también la renovación de los puentes y
la vía, la construcción de nuevas estaciones en Folgoso y Albares -que
contribuyeron a una mayor fluidez y, por tanto, mayor capacidad de transporte
en la rampa- y la ampliación y reforma “total y absoluta” de la estación de
Ponferrada.
Entonces se desarrolló todo un
complejo ferroviario con un haz de vías de clasificación, formación y
expedición de trenes de mercancías, un haz para los trenes carboneros con
muelles para el cargue del mineral y una reserva de máquinas y taller de
tracción y material móvil. Y ahí nació La Placa -que después dio origen al
barrio-, nombre con el que popularmente se conoce al puente giratorio que
servía para mover las locomotoras y distribuirlas en los distintos hangares de
estos talleres, que dejó de utilizarse en los años 80 y que ahora, tres décadas
después, atisba en el horizonte una oportunidad para salir de la vía muerta.
Fuente
de la noticia http://www.infobierzo.com/
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