Autor: Rafael Gandullo en El Mundo
Los molinos del río Guadaíra forman la identidad
de la Alcalá moderna. Esta es la paradoja que expone Antonio García Mora,
historiador y presidente honorario de la asociación cultural Padre Flores, al final del recorrido por la
ribera. Un patrimonio histórico que ha inspirado a poetas y pintores, que
sirvió de motor de la economía local y que ahora se encuentra en una especie de
limbo entre simplemente conservarlos o darles algún uso.
Construidos en cadena a lo largo del
río, un documento que habla sobre los arrendamientos de los mismos en el siglo
XVII relata que había 40 molinos activos
en esa época. A partir de ese momento, se fueron abandonando, inutilizando o
destruyendo, llegando hasta 1971, cuando el último, el de Pelay Correa, cesa su actividad
esporádica.
La progresiva industrialización de
la manufacturación del pan fue la causa determinante de que el abundante
molinar de la localidad cayera en el olvido, pero no la única. Hubo intentos a
mediados del siglo XIX de innovar en este campo, con la harinera de la familia De La Portilla incorporando
una máquina de vapor a su instrumental y sustituyendo al anterior molino de la
Caja. Tal fue el impacto que provocó esta empresa que unos versos del poeta
flamenco 'Demófilo' cantan
que "yo te estoy queriendo más/ que granos de trigo muele/ la máquina de
Alcalá". Esta iniciativa cerró a principios de siglo pasado y hoy sus
restos permanecen ocultos en la maleza.
En la otra orilla de este proyecto
derruido se alza aún el molino del Algarrobo, que fue sometido a un proceso de
recuperación en 2003 para que recobrara su imagen original. Se conserva en buen
estado su torre, que aguanta después de siete siglos. Sin embargo, la casa del
molinero ha desaparecido totalmente, con la vegetación abriéndose paso.
Sobre esto hace un inciso Antonio
García, que se queja de que poco a poco se está perdiendo la vegetación
autotóctona, la morera y la
azofaifa, árboles caducos que cumplían una función de proteger a las
familias molineras de inclemencias estacionales. El césped y arbustos de
clásico parque europeo van restando exclusividad al parque, como se observa claramente
en el complejo deportivo de San Juan, cercano al parque Oromana por el campo de
feria.
Imagen de la noticia |
En el bosque, se encuentra un molino
de cubo reconvertido en mirador, el de Oromana. Esta forma de darle uso se concibió en la Exposición Universal de Sevilla de 1929,
cuando también se construyó el hotel Oromana. Al molino en cuestión le taparon
las aceñas, por donde caía el agua que movía la rueda, para así crear una
terraza con vistas al río Guadaira.
En este lugar surge la pregunta de
si es cierto que el amplio molinar alcalareño tiene la antigüedad que muchas
fuentes sostienen, donde aluden a los conquistadores árabes e incluso a los
romanos. Antonio García responde que no hay forma certera de saberlo, ya
que jamás se han efectuado
excavaciones arqueológicas allí, aunque documentos de los siglos
XIV y XV hablan de ellos, por lo que se puede concluir que son molinos
cristianos sobre bases musulmanas.
La casa del molinero se mantiene
unos metros más alta del nivel del molino-mirador de Oromana. La razón de ello
reside en las riadas que asolan el Guadaíra en los meses de lluvias (de
noviembre a marzo), para que el desbordamiento no alcanzara el hogar. El molino
también estaba preparado para ello, con materiales que pudieran ser recogidos
fácillmente y con un piso extra en el que refugiarse si les sorprendía la
crecida. El historiador comenta que esto no solía pasar ("los molineros leían el río"),
pero que alguna que otra vez quedaban atrapados durante días.
Por último, justo enfrente, se
encuentra el molino de Benarosa. En este caso, el movimiento de las aguas
empujaba los rodeznos situados en el río, lo que a su vez movía las ruedas que
molían el trigo. Estos rodeznos
ocupan todo el ancho del río, por lo que sirven de puente entre una y
otra orilla.
El nombre de Benarosa, con una toponomía de origen
andalusí (Banu Arosa), nos indica que es anterior al siglo XIII, cuando se
completó la reconquista de Sevilla por parte de los cristianos. La primera
referencia documental del mismo data precisamente de 1253, cuando Alfonso X
dona el "que se llamó en tiempo de moros el molino de Abén Aharoça", citando el texto histórico, a
"don Pedro Pérez, notario de la reina doña Juana".
Subiendo por un inclinado sendero
que se aleja del agua, la correspondiente casa del molinero, que además de vivienda particular servía como
almacén. Se trata de un sitio amplio y confortable comparado con el molino,
lugar angosto y sometido a humedades.
Todo este recorrido muestra un
molinario abandonado, que se mantiene en pie pese al implacable paso del
tiempo. Diversas iniciativas políticas y ciudadanas han intentando darle
algún tipo de función a este patrimonio, pero todo termina siendo un brindis al
sol. Los obstáculos de que prosperen se centran sobre todo en lo económico, ya
que el mantenimiento de una zona así requiere mucho dinero y un cuidado
constante. No ayudan tampoco las mencionadas crecidas del Guadaíra, que obligarían a un uso estacional de los
molinos o a que se pudiera recoger rápidamente lo que se dispusiera allí.
Antonio García sugiere la casa del molinero como emplazamiento
adecuado para actividades económicas o culturales, pero advierte que la
presencia tendría que ser continua y estar acompañada de la correspondiente
vigilancia para evitar robos o vandalismo.
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