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martes, 9 de septiembre de 2014

El etnógrafo Daniel Cueli cataloga el último molino de rabil de Piloña. Asturias

El concejo de Piloña es un auténtico paraíso para aquellas personas interesadas en el estudio de la etnografía y la tradición del Principado de Asturias. Los numerosos estudios e investigaciones realizadas atestiguan el enorme tesoro cultural que se reparte por diferentes rincones del municipio.

La Asociación Cultural Pialonia acaba de publicar el número 41 de su revista 'Piloña', correspondiente al primer semestre del presente año. En esta publicación aparece un interesante artículo basado en la investigación realizada por el etnógrafo piloñés, Daniel Cueli, centrada en el último molino de rabil del concejo, que como señala el autor, «constituye el último vestigio de una actividad, el cultivo de la escanda, que fue importantísima para Piloña».

Para Cueli, en Piloña «todavía se mantienen muy buenos ejemplos de casas de corredor, hórreos y paneras, molinos de agua, lavaderos, capillas de ánimas, potros de herrar, cuerries... un nutrido patrimonio material que se viene a completar con una auténtica joya etnográfica, por única, como es el molino de rabil, situado en el pueblo de Robléu, en la parroquia de Anayo».

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Esta herramienta, «desconocida para la mayoría de los piloñeses» forma parte de los últimos vestigios del cultivo de la escanda, «ya desaparecido en Piloña, pero que fue muy importante en épocas pasadas como se puede comprobar si echamos un vistazo a documentos y tratados históricos como, por ejemplo, el Catastro del Marqués de la Ensenada, los papeles de lo que iba a ser el Diccionario Geográfico-Histórico de Asturias, de Francisco Martínez Marina, o el Diccionario Geográfico Estadístico e Histórico de España y sus posesiones en Ultramar, de Pascual Madoz».

El molino de rabil obtiene el nombre de la palanca con la que se acciona a mano. Es, por tanto, uno de los que se catalogan como «de sangre». Se emplea para separar el grano o escanda de su cáscara dura.

Antes de existir esta herramienta, se empleaban para esta labor los denominados «pisones», recipientes de piedra, de unos 80 centímetros de alto por 40 de ancho en los que se machacaba el grano. Algunos de estos pisones se pueden hallar aún en el concejo piloñés.

Cueli destaca que este molino «es uno de los pocos que se puede ver en la comarca centro-oriental asturiana». De hecho, solamente se conoce otro en esta zona, situado en la localidad colunguesa de Villaescusa.

Este molino podría ser recuperado ahora gracias a la iniciativa de la asociación piloñesa Avagar, que es la propietaria de la colección de relojes que se expone en la Casa del Tiempo de Infiesto y que se ha ofrecido para llevar adelante esta labor de forma desinteresada.

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