Artículo de opinión de Las Provincias que me ha gustado y recomiendo su lectura.
Autor:
Francisco Perez
Pasito a paso, con el
concurso de todos, el rechazo de lo industrial se extiende en la sociedad de
los ordenadores. Curiosamente, cuanto más esclavos somos de las nuevas
tecnologías, más difícil se nos hace entender las clásicas. Suponemos, con
error, que lo fabril, que lo técnico e industrioso, tiene que ser hecho por
máquinas asépticas y frías, por herramientas que no deben desprender humo ni
calor.
La cultura de la
sociedad española ha cambiado tanto, en la década de la burbuja, que ya no
entendemos el ferrocarril; es decir que no asimilamos que el tren, siendo un
gran beneficio, tiene que alterar el territorio. Queremos ir en ferrocarriles
rápidos, pero no queremos siquiera verlos pasar por pueblos y ciudades. Del
mismo modo que no acepta que a su alrededor se instalen cárceles, el español
del siglo XXI no quiere ver basureros y se desentiende de las fábricas con
chimenea. Como hidalgos viejos, los españoles no quieren trabajar, ni siquiera
ver, una fábrica de cemento, una industria que produzca jabón, una instalación
para generar ácido sulfúrico. Así, con la colaboración de los grandes centros
de desinformación de nuestro tiempo, las plantas de transformación eléctrica
son nocivas para la salud y las antenas se prohíben.
El neandertal de 2010
adora el aluminio pero no quiere que le hablen de la bauxita. No es miedo
inculto, que lo es, sino un verdadero asco a lo industrial. El humano con
ordenador, vive instalado en la verdad de los servicios. De modo que, incapaz
desde hace años de entender cómo es posible la berenjena o el yogur, combate
todo aquello que la Enciclopedia enseñó a producir con industria: cloro y
vapor; carbón, acero, movimiento y calor.
Si de lo nuclear
hablamos, la aprensión se convierte en algo próximo a lo patológico. Es el
momento en que los partidos intervienen, con argucias, para convertir las Luces
de la Ilustración en pringosa materia de demagogia. Suministrada al pueblo en
dosis generosas, el miedo se azuza como en su día se hizo con los eclipses. Y
tenemos como resultado Zarra, donde se atreven a hablar de democracia.
Las Provincias
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