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miércoles, 1 de julio de 2015

La agonía del Barrio Ferroviario de Sant Vicenç de Calders. Tarragona

Autor del artículo Cristian Segura para El País

Los vecinos del Barrio Ferroviario de Sant Vicenç de Calders se encuentran los sábados para tomar el aperitivo. Se reúnen en el club social alrededor de mesitas de plástico, en un patio de hormigón rodeado de viñas. Hay una caseta donde, gracias al bote común, la despensa está llena de cervezas, refrescos y frutos secos. Delante tienen las vías del tren que conectan Barcelona con el sur. Los vecinos aseguran que el bloque letra A, el que los protege del viento, está totalmente ocupado por inquilinos que han entrado por la fuerza. El barrio ferroviario de Sant Vicenç de Calders es una de las colonias de empleados de Adif más antiguas de España.

Más de 300 personas vivían hace 50 años en el Barrio Ferroviario. Hoy son poco más de la mitad. Renfe, ahora Adif, alquila desde hace un siglo estos apartamentos a sus empleados establecidos en la región de Tarragona: maquinistas, interventores, técnicos de señales, mecánicos y sus familiares. El Barrio Ferroviario es uno de los centros urbanísticos más peculiares de Cataluña. Son seis pabellones construidos entre 1905 y 1920, edificaciones sólidas, paredes de 50 centímetros, techos de 3,90 metros de altura. Aguantaron los intensos bombardeos de la Guerra Civil sobre este enclave estratégico del transporte republicano. También resistieron la presión de los años de la burbuja inmobiliaria, cuando hubo planes para reurbanizar la zona, tan golosa, a tocar de la playa.

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Reliquias de un tiempo pasado
Los once bloques están escoltados por higueras y eucaliptos altísimos, por cubiertos improvisados con maderas y planchas de metal que los vecinos tienen para guardar sus enseres. Hay la escuela, ahora sin niños, utilizada como sede de la Asociación Familiar Ferroviaria. En el campo de fútbol todavía hay un letrero del Fútbol Club Estación. También hay capilla, pequeña y discreta, que se abre para la fiesta mayor. “Mis abuelos se casaron aquí”, dice Emelina. Ella nació aquí, sus padres también. Todos eran ferroviarios, su marido, joven como ella, también trabaja en Renfe. Emelina lamenta la degradación del lugar y sobre todo la presencia “de desconocidos que van y vienen y no se sabe qué hacen. Nada bueno, seguro. A veces aparecen coches de lujo. Algunos tienen un sistema de cables para avisarse entre pisos”.

Josefa Saavedra llega de la playa y me invita a visitar su piso. Vive en el rellano del bloque B con su marido. El apartamento hace unos 70 metros cuadrados y todavía conserva parte del mobiliario original. El precio de alquiler es de unos 350 euros. El agua es más cara de lo habitual, 20 euros al mes. El agua llega de unas cisternas elevadas gigantes que bajan hasta los pisos. Saavedra tiene un vecino nuevo desde hace una semana, “un chico del Este que ha ocupado un piso vacío. Es simpático, saluda”. Cada vez hay más gente ocupando pisos vacíos ilegalmente. De todas partes salen mangueras con las cuales, según los vecinos, obtienen agua potable pública. “Tienen electricidad y no la pagan, la paga Adif”, dice Saavedra.

Diferencias entre Adif y El Vendrell
Acompañando a su marido, Saavedra ha vivido en residencias de Renfe en Poblenou, Guadix y Córdoba. “El de Sant Vicenç es el centro más grande y donde he pasado más tiempo. Claro que nos gustaría comprar el piso, pero Adif no nos lo vende”. Adif tiene un servicio de venta de sus inmuebles en todo España. En Cataluña ofrece viviendas en Reus, Montcada i Reixac, Tremp y Vilanova i la Geltrú. Ninguna oferta es del barrio de Sant Vicenç de Calders. Una portavoz de Adif explica que no quieren vender inmuebles de esta colonia porque está pendiente de un plan de derribo del Ayuntamiento de El Vendrell –del cual depende Sant Vicenç– iniciado el 2007 y que todavía no está cerrado. El alcalde, Martí Carnicer (PSC), asegura que el objetivo es preservar los bloques y aplicar un plan parcial urbanístico que mejore la zona y que permita un aprovechamiento social de los pisos vacíos. Carnicer añade que una idea es la construcción en el barrio de un parking para pasajeros de la región, “para dinamizar el territorio”. Carnicer denuncia que Adif no ha tenido nunca interés en aceptar ningún plan de mejora. La empresa confirma que se posicionaron en contra del plan del 2007 “porque no quedaba clara la viabilidad económica, se preveía la construcción de un viaducto por encima de la estación, financiado por Adif”.

Las escaleras del bloque B, el de Saavedra, tienen un estado lamentable: la pintura de las paredes cae, hay humedades, las barandillas están enmohecidas, hay, efectivamente, los cables que describía Emelinda, que salen de las ventanas de algunos pisos. “Es que nadie quiere poner ni un duro para hacer reformas”, lamenta Saavedra. La responsabilidad primera es de la compañía propietaria. La colonia parece dejada de la mano de Dios, no sólo los edificios, también el empedrado de las calles y los caminitos que atraviesan las vías. Adif responde que se hacen mejoras pero que “van un poco lentas porque somos una empresa pública y todo se tiene que hacer con adjudicaciones”.

“La sensación es que la estrategia de Adif es sacarse de encima estas colonias porque las condiciones, el mantenimiento, se tienen que actualizar”, dice Josep Marín, historiador del museo del Ferrocarril de Cataluña. Desde Adif confirman que el objetivo es “cuanto más inmuebles se vendan, mejor”, pero insisten en que la situación urbanística de la colonia de Sant Vicenç sólo los permite buscar nuevos arrendatarios.

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Adif no actúa, según los Mossos
Marín destaca que en Cataluña hay también las colonias de Maçanet y la de Portbou, a pesar de que son más pequeñas. Marín nació en el Barrio Ferroviario de Sant Vicenç y vivió hasta los 22 años. Recuerda cuando hizo la comunión en la capilla, los juegos en el patio de la escuela. Ahora va de vez en cuando y confirma este declive de la colonia: “El momento en que tuvo más habitantes es a partir del 1956, cuando se electrificó la línea Zaragoza-Alicante y se instalaron los técnicos eléctricos. A finales de los años 60 se empieza a deshabitar porque Renfe ocupa cada vez menos empleados en la zona”. Actualmente el 32% de las viviendas están vacías y el 20% –16 apartamentos– están ocupadas ilegalmente. Adif asegura que ha denunciado estas “ocupaciones no consentidas, pero es difícil eliminar este fenómeno, y menos por parte de la propiedad. Se han tomado medidas como tapias, incluso dificultar la habitabilidad de las viviendas, pero sistemáticamente vuelven a ser ocupadas y, de nuevo, se tramita la denuncia”. Los Mossos d'Esquadra han pedido en varias ocasiones a Adif que presente denuncia por la vía civil, “pero no lo ha hecho. Tienen un bloque abandonado donde los hemos sugerido que hagan mantenimiento, pero hasta ahora no ha habido ningún cambio”, asegura un portavoz de los Mossos.

La asociación de vecinos envió el año pasado al Ayuntamiento una carta advirtiendo de problemas de seguridad por la carencia de alumbrado ocasionado por robos de cable. Los Mossos d'Esquadra aseguran que el barrio no presenta un índice de criminalidad elevado, en parte porque en la zona de la estación se han intensificado las patrullas.

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