Los vecinos de la pequeña localidad vizcaína de Ea se resisten a que la crisis frene el desarrollo de sus planes. Primero se remangaron para echar una mano en las labores de mantenimiento, pintura y jardinería del municipio y ahora se han empeñado en poner en valor uno de la veintena de caleros que atesora su entorno rural. Ayer organizaron una jornada de voluntariado con el fin de recuperar el antiguo horno de cal del caserío Etxebarri, situado en el barrio de Bedarona.
«Al igual que el resto de los que se localizan en la zona lleva muchos años en desuso, pero ahora queremos ponerlo en funcionamiento para mostrar a la gente cómo se producía la cal en este tipo de construcciones», antaño imprescindibles en el mundo rural. La cal se utilizaba para blanquear las fachadas de los caseríos y como sustituto del cemento en la construcción. También para preparar la tierra para el cultivo, conservar alimentos durante largo tiempo e incluso con fines terapéuticos.
Las tareas para restaurar el calero han comenzado con la limpieza de la maleza que, con el paso del tiempo, se había apoderado de las paredes y había ocultado su entrada. Les llevó alrededor de tres horas retirar toda la vegetación, tanto del exterior como del interior de la campana. La siguiente fase de la iniciativa, impulsada por la comisión local de Cultura, consistirá en poner en funcionamiento el horno para producir la cal. Será la primera vez que se lleve a cabo esta experiencia en las comarcas de Busturialdea y Lea Artibai. «Tenemos previsto hacerlo el sábado anterior a la festividad de San Ignacio, que son las fiestas del pueblo. Nuestra intención es repetir la muestra una vez al año como reclamo turístico y para dar a conocer nuestro patrimonio cultural», dicen los voluntarios. También prevén instalar un panel informativo que explicará a los visitantes cómo se realizaba el proceso de descomposición térmica de la piedra caliza.
De estilo francés
El calero del caserío 'Etxebarri' de Bedarona es una construcción del siglo XIX, de estilo francés. El procedimiento para quemar la cal, por tanto, se realiza a la manera industrial. Cuenta con una chimenea de diámetro no demasiado ancho que se alimenta del material -piedra caliza y leña de encina o borto- que se arroja a través de la boca superior del horno para disponerlo por capas en su interior.
«Para construir este calero, la intervención del hombre ha sido mínima, ya que se ha aprovechado el escarpe del terreno», apuntan los promotores de la iniciativa. El mes que viene, los voluntarios de Ea contarán con la colaboración de la agrupación Ipizki de Zeanuri, que desde hace años produce cal en el horno situado junto a la ermita de San Justo de su localidad.
El Correo
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