En el año 1924, Gabriel Benet
Campabadal, famoso empresario en el ámbito de la producción de cintas de seda
para mercería y confección, estableció su fábrica en la calle de Comtes de Bell-lloc,
en la isla entre las calles de Novell y de Evarist Arnús. Fue una de las pocas
empresas que se instalaron en el barrio de Les Corts, que no destacó por su
actividad industrial.
La historia del edificio se remonta
al momento en que la familia Campabadal decide trasladar su fábrica a Les Corts
con el fin de poder ampliar el espacio de producción. El arquitecto Antoni Pons
Domínguez, encargado de la obra, ideó su proyecto según el racionalismo más
moderno, que abandona la ornamentación noucentista de las fachadas y
se decanta por los materiales y estructuras innovadoras, como lo eran el
hormigón y el vidrio. El exterior carecía de motivos decorativos, a excepción
de las curvas utilizadas en la corona del edificio principal. El elemento más
llamativo de la estructura es su tejado en forma de dientes de sierra, que
permite la entrada de luz natural.
Paternalismo
empresarial
La empresa de los Campabadal era
pionera en su sector, y las necesidades económicas hicieron que la planta de
Les Corts fuera objeto de continuas ampliaciones. En 1929 su prestigio traspasó
las fronteras con el stand que Campabadal montó para la Exposición
Internacional.
La década de los 40, fuertemente
marcada por la autarquía franquista, provocó que los propietarios de las
industrias se arraigaran en el barrio y desplegaran un sentimiento de
paternalismo empresarial que les llevó a construir viviendas para sus obreros,
a promocionar equipos de fútbol... La fábrica Campabadal, por su situación,
creó estrechos vínculos con los barrios de Les Corts y de Sants, de donde
procedían sus trabajadores. La posición fronteriza entre los dos barrios y la
cercanía a la estación de Sants hacen del emplazamiento un lugar estratégico.
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La fábrica siguió en funcionamiento
durante años, pero la constante tendencia a la revalorización del suelo -se
acentuaba el carácter residencial del barrio, mientras se desindustrializaba
paulatinamente-, provocó que en 1980 la fábrica tuviera que cerrar. El complejo
se mantuvo inutilizado durante años, hasta que en 1990 la antigua fábrica pasó
a albergar la Fundació Centre del Vidre, destinada a ser punto de encuentro del
arte, la industria y los oficios del vidrio.
Ahora, siguiendo un programa
municipal que no quiere dejar la cultura al margen, el ayuntamiento ha decidido
que la antigua planta industrial pase a ser la Biblioteca Les Corts-Vidre, que
con más de 4.200 metros cuadrados será una de las más grandes de la
ciudad. «Es una muy buena idea: hay muy pocas bibliotecas en el barrio.
Quizás la zona pierda su tranquilidad habitual, pero vale la pena», comenta
Helena Vázquez, opositora.
La Biblioteca Can Rosés, muy
cercana, cerrará sus puertas y trasladará su fondo al nuevo equipamiento. Así,
la antigua fábrica Campabadal formará parte de la larga lista de edificios en
desuso que el ayuntamiento ha recuperado para poner a disposición de los
vecinos. Judit Terencio, residente del barrio, apoya este nuevo uso: «¿Qué
hace una fábrica inactiva aquí en medio? Al menos así se le dará utilidad al
espacio y se crearán puestos de trabajo, que buena falta hacen».
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