Autora del artículo Cristina Vázquez
en El País
Valencia
ha abandonado a su suerte buena parte de su patrimonio histórico. Enfebrecido
por erigir nuevos iconos arquitectónicos, el Gobierno local ha menospreciado
una parte de su pasado. Alquerías de l’Horta, viviendas señoriales, naves
industriales, palacios o conjuntos arquitectónicos penan ahora entre hierbajos
y suciedad. El inventario de patrimonio olvidado —solo los bienes catalogados
en el Plan General como equipamiento público— reúne a más de 70 inmuebles o conjuntos
arquitectónicos, según el último recuento de los socialistas. “La ocupación
irregular, los incendios y robos están causando daños irreparables en los
edificios”, advierte el concejal socialista Vicent Sarrià, que reclama un plan
para la rehabilitación de todos estos inmuebles.
Más
allá de las rondas de Valencia, salpican el paisaje de l’Horta unos 20 o 25
exponentes destacados de la arquitectura rural. Dos de las alquerías,
catalogadas como Bien de Relevancia Local, se han venido abajo tras años de
abandono. La edificación Nel.lo el Xurro, resto de lo que fue una gran alquería
de origen medieval en Campanar, se cae a pedazos. Parecida suerte corre la
alquería de Ponsa, una construcción del siglo XV en Nou Moles, cuyos muros se
desplomaron, o la Alquería del Moro, declarada Bien de Interés Cultural (BIC)
en 2004 y propiedad del Ayuntamiento de Valencia desde hace 14 años. Situada en
el barrio de Benicalap, es un ejemplo de la arquitectura señorial valenciana
que ha llegado en buenas condiciones y sin transformaciones importantes en
siglos posteriores, dicen los expertos. La fundación Hispania Nostra la ha
incluido en su lista roja del patrimonio.
“Tenemos
uno de los mejores patrimonios rurales", reconoce el arquitecto Miguel del
Rey. Recorrer sus ejemplos es revivir la historia de Valencia y su área
metropolitana y entender la evolución de las técnicas agropecuarias. “Con cada
desplome, Valencia pierde parte su historia e identidad”. añade Del Rey.
En
el interior de la ciudad, otro puñado de edificios languidecen con el paso del
tiempo. La Casa del Relojero, situada junto al Micalet en una de las rutas más
visitadas del centro histórico, está en ruinas. Allí vivía el encargado de
mantener en funcionamiento el reloj de la ciudad que se encontraba en un lateral
del Micalet. Cubierto ahora con una lona verde para evitar que los
desprendimientos dañen a los viandantes, el edificio, con más de 200 años,
tiene protegida su fachada pero el Gobierno local pretende derribarlo y colocar
una plaza en su lugar a petición de vecinos y hosteleros de la zona. Lo único
que ha impedido su derribo es la negativa de la Consejería de Cultura, que
pretende que se reconstruya la manzana. La asociación Amigos del Centro
Histórico denunció hace 12 años el penoso estado de la casa y el Consistorio,
propietario del inmueble, colocó un andamio pero al poco los cacos robaron la
azulejería. Desde entonces todo ha ido a peor.
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“Se saltan la obligación de todo propietario
de cuidar la finca, se saltan la protección de grado 3 de su fachada, y también
la recuperación de la trama urbana”, advierte un portavoz de la plataforma
cívica Paco Leandro, que solicita que se declare BIC porque porta en su fachada
un escudo de la ciudad de más de 100 años. “Deben respetar un vial que tiene
más de 2.000 años de antigüedad”, prosigue el colectivo. “Esos viales de los
que se avergüenza [el gobierno local], “están llenos de encanto, forman parte
de una trama antiquísima y son la esencia del barrio”, concluye.
El
inventario recoge otros ejemplos. El solar con restos de una casa palacio del
siglo XVI en la Subida al Toledano, también a pocos metros del Micalet, está
abandonado. Se conservaba una escalera gótica y un arco, restos que en 2010 se
trasladaron a los almacenes municipales. El objetivo de la oposición es que se
integren los restos cuando se edifique el solar. La antigua Tabacalera, ahora
sede municipal, perdió en su rehabilitación tres naves del conjunto
arquitectónico, asunto pendiente en los tribunales. La Casa dels Bous, situada
en pleno Cabanyal y característica por el reloj de sol que luce en su fachada,
está descuidada y amenazada por la pretendida prolongación de la avenida de
Blasco Ibáñez.
De
los hornos de La Ceramo, fábrica de cerámica fundada por José Ros Furió en el
año 1885, salieron en los siglos XIX y XX cerámicas que hoy decoran edificios
notables de Valencia como la Estació del Nord, el Mercat Central o el propio
Ayuntamiento de Valencia. El Consistorio intentó con sus dueños una permuta que
no salió adelante y no hizo más. Comida por la vegetación, Urbanismo instó en
agosto a los dueños a conservar el complejo tras las denuncias de Cercle Obert,
otro colectivo defensor del patrimonio.
Fuera
de la lista de patrimonio destinado a equipamiento público está el Colegio del
Arte Mayor de la Seda, un edificio de 1492, totalmente protegido desde 1981. Su
propietario, el gremio sedero, carece de presupuesto suficiente para
rehabilitarlo y el intento del Ayuntamiento de incluirlo en la lista de
inversiones del Ministerio de Fomento a cuenta del 1% cultural a cambio de su
uso, se suspendió antes del verano. Mientras el Ayuntamiento y la Generalitat
buscan su encaje en algún plan de rehabilitación, el inmueble se deteriora
todavía más.
El
arquitecto Tito Llopis, responsable de la rehabilitación de la Plaza Redonda,
reconoce que se ha dejado perder de manera gradual los centros históricos, no
solo la arquitectura de antes del siglo XIX sino también la de principios del
XX. Llopis insiste en la importancia de que los centros históricos estén
habitados y no se expulse a la gente de ellos. “Los poderes públicos tienen que
plantear el modelo, volviendo a la rehabilitación puntual e incentivando a la
iniciativa privada”.
El
Gobierno local de Valencia del PP, se escuda en que en 2012 se gastó en
rehabilitación y recuperación de edificios dos millones de euros, y en 2013 hay
previstos otros ocho millones. El concejal delegado de Urbanismo, Alfonso Novo,
hizo una lista de bienes recuperados de la que entresacó las naves de Demetrio
Ribes, la Alqueria del Rei y la del Camí del Pouet.
El País
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