Artículos en La Nueva España sobre
el Molino de Anayo realizados por Lucas Blanco.
"La cultura es más
importante que el dinero y no debe estar supeditada al mismo". Así de
claro se mostraba ayer el presidente de la asociación piloñesa Avagar, Pedro
Suárez, tras recibir el permiso de la familia propietaria del molino de escanda
de Robléu de Anayo para restaurar el que es el último ejemplar del concejo de
un tipo de máquinas que cayeron en desuso en la región tras la Guerra Civil.
El propio Suárez, promotor y
director, a través de su colectivo, del Museo del Reloj de Infiesto, se enteró
de la existencia del molino a través de algunas publicaciones realizadas por el
etnógrafo piloñés Daniel Cueli y ayer mismo visitó Robléu de Anayo para conocer
de primera mano la situación que presenta este ingenio utilizado antiguamente
para descascarillar los granos de escanda. Allí se encontró con varios
representantes de la familia propietaria de la rudimentaria máquina, a la cual
le pidió permiso para poder acometer una restauración de manera totalmente
altruista. "Tan sólo pido que se me faciliten los materiales y contar con
el permiso de la familia", señaló el presidente de Avagar.
Los propietarios recogieron el
guante rápidamente, pues aseguran que llevan tiempo intentando rehabilitar el
molino, pero no pudieron hacerlo debido a su elevado coste. "Pedimos
presupuestos hace unos años y ascendían a unos 30.000 euros que no nos podíamos
permitir", señala María Ángeles Figaredo, a quien su tío otorgó la
titularidad del molino recientemente. "Se planteó vender sus piezas por
cien euros, le dije que antes se los daba yo, y me lo regaló", explica
Figaredo, quien también señala que pidieron ayuda a la administración para intentar
hacer frente a la inversión. "En 2010 solicitamos una subvención, pero fue
rechazada argumentando que el molino no era un bien de interés cultural",
declara Figaredo.
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Unos arreglos que ahora esperan
poder llevar a cabo con la colaboración de Suárez, que ayer mismo ya hacía un
diagnóstico del estado del molino. "Hay que elevarlo, nivelarlo y luego
proceder a restaurar la rueda de dientes y las patas", adelantaba el
responsable del colectivo Avagar, mientras pensaba en la forma de hacerse con todos
los materiales al mínimo coste. "Tan sólo necesitaremos madera, piedras y
quizás alguna pieza de metal de nueva construcción", indicó.
Suárez se marca como prioridad
respetar al máximo la estructura y los materiales de una máquina que, según los
mayores del lugar, tendrá más de un siglo de antigüedad y que dio servicio a
muchos agricultores de los concejos de Piloña, Villaviciosa, Colunga y
Cabranes.
Urgencia
etnográfica en Piloña
Actuar cuanto antes para evitar un
daño irreparable para la etnografía piloñesa. Es la voz de alarma que da el
etnógrafo piloñés afincado en Nava Daniel Cueli con respecto al molino de
escanda de la localidad de Robléu de Anayo, una máquina con más de un siglo de
antigüedad y de la que solo queda otro ejemplo en la comarca, en Colunga. Ambas
son tesoros etnográficos, el testimonio de una práctica que cayó en desuso tras
la posguerra debido al auge del cultivo del maíz.
En el caso del molino de Robléu, su
conservación está en entredicho, pues según algunos lugareños la máquina
permaneció tumbada en el suelo durante mucho tiempo, lo que provocó que la
humedad del suelo dañara seriamente algunas de sus piezas, como la rueda
dentada que servía para hacer girar las muelas.
Con todo, Cueli considera que se
está a tiempo de tomar medidas y evitar que desaparezca lo que considera un
singular testimonio de una práctica que durante siglos fue parte de los
quehaceres cotidianos. "Alguien debería tomar cartas en el asunto y
promover su rehabilitación como patrimonio etnográfico, no sólo del pueblo sino
de todo el concejo de Piloña", declara el experto. El molino fue utilizado
por multitud de vecinos de los concejos de Villaviciosa, Colunga y Cabranes, al
encontrarse en un lugar estratégico, accesible para esos municipios.
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Del mismo modo, cree que una
investigación más a fondo del molino podría servir para hacerse una idea más
concreta de la manera de trabajar la escanda que había en este pueblo.
"Está claro que en este caso la función era quitar la cáscara a la escanda
y no molerla, pero quedan en el aire otars cuestiones como si disponía de una
tolva o no", comenta el etnógrafo, que tiene en mente visitar próximamente
el molino para seguir investigando sus características y que espera que esas
indagaciones sirvan al menos para alertar del peligro que corre su rudimentario
mecanismo. "Al menos habría que separar su base del suelo porque el
contacto con la tierra es lo que más daño puede hacer a su estructura",
sugiere Cueli.
Si se plantease la posibilidad de
llevar a cabo una restauración, esta no sería fácil, pues se trata de un bien
de propiedad privada cuyo dueño, que ya no vive en el pueblo sino en el
geriátrico de Infiesto, ya ha rechazado varias ofertas de gente interesada en
hacerse con él. "Ya vino bastante gente preguntado por el molino para
comprarlo, pero siempre se encontraron con una respuesta negativa",
declara un vecino que dice ser consciente de la importancia histórica del
molino.
Ante esta situación, Cueli considera
que habría que tener en cuenta otras alternativas que involucrarían al
Ayuntamiento de Piloña y a los propios vecinos del pueblo. "Los habitantes
de Robléu deben ser conscientes de la importancia que tiene este elemento
etnográfico y plantearle al consistorio la necesidad de recuperarlo",
sostiene.
Una iniciativa que ya cuenta con un
precedente en la localidad colunguesa de Villaescusa, en la que el Ayuntamiento
decidió intervenir hace ahora una década para restaurar el otro molino de
escanda que se conservan en la comarca oriental. "Allí supieron actuar a
su debido tiempo y en Piloña deberían tomar nota si no quieren un final
distinto", plantea Cueli, en referencia a la pérdida de la máquina si no
se cuida.
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