Artículo de Ana Gaitero en Diario de
León
Agua
pasada no mueve molino. El refranero a veces se equivoca. En la Reserva de la
Biosfera de los valles de Omaña y Luna el pasado y el agua se han aliado para
recuperar la memoria y llamar la atención sobre el patrimonio de cinco
municipios y 79 núcleos de población.
En
el extenso territorio de sus pueblos, valles y montañas —más de 80.000
hectáreas— han inventariado 296 elementos patrimoniales que en su día y, aún
hoy en algún caso, funcionaban o ven pasar el agua de ríos, arroyos y regueros.
Molinos,
lecherías, fuentes, pozos, lavaderos, pilones, batanes, canales, fraguas, serrerías,
centrales hidroeléctricas o fábricas de luz, un balneario y la gran presa del
pantano del Luna forman parte del patrimonio cultural y etnográfico ligado al
agua de los valles de Omaña y Luna.
De
infraestructuras de producción, suministro o control del agua han pasado a
convertirse en salones sociales para los pueblos, como las lecherías de Barrio
de la Puente y Robledo de Caldas o tienen en proyecto convertirse en pequeños
museos etnográficos locales.
«El
turismo ligado al patrimonio rural y al medio ambiente y las residencias de la
tercera edad son los únicos sectores que tienen futuro por aquí», comenta
Miguel, un industrial de San Andrés que restaura una casa en Sena de Luna para
centro de turismo rural.
Sena
de Luna fue «modelo de urbanismo» a principios del siglo XX. La riqueza de las
merinas y de los indianos conformó un pueblo señorial, con unas escuelas hechas
con las aportaciones de vecinos y foráneos. «La traída de agua es de 1923, la
hicieron los vecinos en hacendera y con tres cortas de robles para los
materiales. ¿Cómo vamos a dejar ahora que quiten el patrimonio a los pueblos?»,
plantea el pedáneo Efrén García.
La
fragua con potro de Sena de Luna, restaurada con ayuda del Instituto Leonés de
Cultura, recopila material fotográfico del pasado del pueblo, que sustituyó a
Láncara como cabecera del municipio con el pantano.
Son
cada vez más los particulares que conservan el patrimonio heredado, caso de la
serrería de los hermanos Bardón en El Castillo (Riello), donde el chopo del
país, 90 años de crecimiento, demuestra sus cualidades como buena madera. El
molino de Antonio en Mora de Luna aún muele algo de pienso para el ganado de
casa. El dueño de la fábrica de luz de Fasgar lucha para no perder la concesión
y volver a poner en marcha la central que adquirió su abuelo, Corsino García
Valcarce, en 1929. Los particulares con concesiones luchan como David contra
Goliat pues «la producción de electricidad es casi exclusiva de grandes
empresas», alega Félix García Rubio, de Fasgar.
En
el catálogo, que se entregará próximamente en el MaB, se incluye también el
patrimonio arqueológico relacionado con las 35 minas de oro explotadas por los
romanos entre los siglos I y III y varios conjuntos patrimoniales como los
puentes de los Bayos, Vivero y Montrondo, las zonas de baño de Riello, las
fuentes de Villadepán, Salce y Cornombre, las fuentes y pozos en Posada de
Omaña.
Hay
más. Leyendas, rutas de senderismo, las artes de la pesca, legales y furtivas,
una exhaustiva toponimia y las zancas que se usaban para cruzar los ríos allí
donde no había puentes también están en el inventario. El objetivo de este
documento, cuya elaboración se inició en 2011, es «conocer lo que tenemos y
concienciar a la población de que no se pierda», subraya la alcaldesa de Murias
de Paredes, Carmen Mallo.
Murias
tramitó el proyecto para todos los municipios, a falta de un órgano de gestión,
de la Reserva de la Biosfera de Omaña y Luna. Lo cierto es ya hay mucho
patrimonio perdido y expoliado, aunque el inventario da cuenta de su existencia
como tres molinos y cinco fraguas perdidos en los municipios. Todo lo que quedó
anegado por el pantano de Luna en los años 50 se ha quedado también sin
memoria.
Olvidados
El
embalse de Los Barrios de Luna es el primer elemento inventariado y figura como
«el principal recurso económico de la zona» por su potencial turístico y
recreativo. En la comarca echan en falta un área de recreo, en las
inmediaciones del puente Fernández asado, para disfrutar de las vistas y del
paisaje. El pantano tiene 40 kilómetros de costa, pero muchos son
innaccesibles. Son 15 kilómetros de agua en la profunda garganta convertida en
vaso gigantesco: 300 millones de metros cúbicos para regar 50.000 hectáreas del
Páramo y dar agua a León.
Un
panel recuerda en la presa de 80 metros de altura, el de Luna ocupaba el lugar
del muro —Peña del Castillo— del pantano, a las puertas de Los Barrios de Luna.
Pero se han olvidado de mencionar los nombres de los ocho pueblos sepultados
totalmente por el pantano: Arévalo, Láncara, Lagüelles, Campo, Oblanca, San
Pedro, Cosera y Miñera. Mirantes, donde está el club náutico, salvó algunas
casas, como Santa Eulalia. Se perdieron las Ventas en Mallo, pueblo costero del
pantano, y un molino harinero. Quedan los caseríos de El Molinón, Casasola, La
Canela y Truva. Fue anegado el barrio de Travanco de Los Barrios de Luna.
Molinos
Son
110 molinos los que se cuentan en los valles de Omaña y Luna constituyen sin
duda el patrimonio vinculado más numeroso. Los ríos Luna, Omaña y sus afluentes
surten de agua a estos ingenios necesarios para moler los granos de centeno,
las más de las veces, y también de trigo en algunos.
El
molino de Antonio, en Mora de Luna, es uno de los más emblemáticos en su
interior aunque en su parte externa pase desapercibido envuelto en la casa. Su
doble rodezno funciona ocasionalmente con las aguas sobrantes pues «el caudal
se perdió con el pantano de Luna», explica Antonio Suárez, el dueño.
A
cambio, la central proporcionó electricidad para que funcionaran molienda y
aserradero. Antonio recuerda que lo amplió y modernizó, siendo ya cartero.
Cuando era niño, cuenta, el molino «era muy pequeño y cada vez que había una
ríada marchaba con él». En un poste conserva la marca del nivel de la
inundación de 1939 39, de más de un metro de altura.
El
inventario del patrimonio ligado al agua en Los Barrios de Luna, Murias de
Paredes, Riello, Sena de Luna y Valdesamario costó 14.000 euros cofinanciados
por la Fundación Biodiversidad y los cinco municipios.
Entre
el patrimonio más singular y emblemático del rico pasado ganadero están la 17
lecherías. La mayoría son de Murias: Barrio de la Puente, Posada de Omaña, Los
Bayos, Fasgar, Montrondo, que tuvo hasta dos industrias, la fábrica de
mantequillas de Murias de Paredes, las lecherías de Sabugo, Senra, Villapujín,
Villabandín, Villanueva de Omaña y Vivero. También se conservan lecherías en el
municipio de Sena de Luna, en concreto en Abelgas, restaurada como casa del
pueblo, y Aralla de Luna, Robledo de Caldas y Caldas de Luna. Datan de principios
del siglo XX y muchas fueron cooperativas.
Leche
serrana
Son
un recuerdo de la extinta vaca del país, la serrana: «De muy buena
presencia por delante y estrecha por atrás», informa Ubaldo Mallo Fernández, de
87 años. Eran vacas de labor, daban leche y criaban a los jatos y terneras. En
las lecherías había desnatadoras con dos tipos de filtros, uno para la leche
desnatada o de debura y otro para la nata.
La
mazadora, una máquina grande con aspas y palas, batía la mantequilla, labor que
realizaron las mujeres durante siglos en odres de cuero. «Después vinieron los
de cinz y luego estas máquinas más industriales. Por último, las paletas daban
forma a la mantequilla.
Fue
muy famosa la fábrica de Murias de Paredes, que elaboró mantequillas hasta 1980
tanto con la leche de los ganaderos locales como la procedente de otras
lecherías de la comarca. La mantequilla y el queso se vendían en León y también
en Madrid. El edificio está en ruinas y no queda rastro de la maquinaria.
En
Barrio de la Puente el agua pasaba por debajo de la lechería. El agua para
lavar la maquinaria se calentaba en la chimenea. El río Vallegordo se libró así
de detergentes. Andando el tiempo, en los años 60 y 70, la serrana fue
sustituida por la frisona, porque «era más productiva», cuenta Ubaldo. «Los
chicos empezaban a estudiar y nos pagaban la leche a 50 pesetas», apunta. En
Posada de Omaña conservan el edificio recién restaurado con
su madramiento original.
El
inventario recopila la memoria de 15 fábricas de luz antiguas, una llamada
nueva y tres hidroeléctricas modernas. La de Fasgar dio servicio a Torrecillo,
Barrio y Vegapujín hasta que los de Barrio «se independizaron» al construir una
propia. Están también los lavaderos y otros edificios de actividades tan
singulares como el batán de Pruneda, en Rabanal de Luna, o el balneario de
Caldas de Luna, el único que se conserva de todos los que nacieron en León por
sus abundantes aguas medicinales.
Diario de León
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