El Centro de Interpretación del Vino
que albergaba la Estación Enológica, y con él el Museo del Vino al que dio
relevo el 18 de mayo de 2007 después de haber permanecido activo desde 1992, ya
es historia. Y deja huérfano a un departamento científico, pionero en el
conjunto del país, que se erigió en histórico exponente del espectacular
desarrollo que vivió el sector vitivinícola desde Haro para el conjunto de la
hoy Denominación de Origen Rioja pero que no acaba de disipar las enormes dudas
que se ciernen sobre su incierto futuro.
El personal de la Estación asistió,
sorprendido y perplejo, al desmontaje de un complejo de carácter didáctico y
formativo que pretendía convertirse en espacio imprescindible para la
comprensión del ámbito enológico pero que apenas ha permanecido abierto al
público, de forma discontinua, durante cinco años (se inauguró oficialmente el
18 de mayo de 2007, después de acumular un año de retraso en su apertura, y fue
clausurado, como anunció este mismo medio, el 16 de abril de 2012).
Todo ello después de haber
invertido, en la supresión del Museo del Vino que entró en servicio al
conmemorarse el primer centenario de la Estación Enológica en 1992, un millón
de euros con los que se pretendía revitalizar el complejo mediante la incorporación
de soportes audiovisuales y medios informáticos de carácter interactivo, e
incrementar el registro de visitas que acumulaba al cabo del año el museo
anterior, de estética y contenidos mucho más clásicos.
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Lejos de conseguirlo, las estadísticas
del nuevo centro se hundieron por completo. En apenas doce meses recibió a
6.000 personas y el propio consejero de Agricultura, Íñigo Nagore, se vio
obligado a anunciar en rueda de prensa un paquete de actuaciones con las que el
departamento autonómico pretendía reconducir su marcha, bien mediante la
actualización de los contenidos que componían el itinerario o la incorporación
de nuevos módulos formativos dirigidos al público infantil, e incluso la
formalización de acuerdos con la Consejería de Cultura para programar visitas
de escolares a la Enológica o poner en marcha campañas específicas de promoción
renovando folletos y material informativo, e integrando al Centro de
Interpretación del Vino en la red nacional que agrupa a todos los museos del
país.
No sirvió de nada. Con una audiencia
inferior a la del anterior museo, sus paneles y materiales acaban lanzados al
vacío para depositarse en un camión de desguace que convierte aquella inversión
en un gasto de corto recorrido.
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