Autor: Luis Benavides
La antigua fábrica de cervezas Damm,
que actualmente acoge la sede central de la empresa, tiene forma de castillo
alemán, rotundo y sobrio, con numerosas ventanas enmarcadas con ladrillos
rojizos. Y en el punto más alto del edificio, en la torre, una estrella de
cinco puntas que identifica la marca. Nada que ver con la estrella comunista. «Hace
referencia a los cinco elementos necesarios para hacer la cerveza. Es un
símbolo alquímico», puntualiza Fede Segarra, responsable de Comunicación y
Relaciones Externas de Damm.
El edificio comenzó a construirse en
1902 bajo la dirección del maestro de obras Pere Molins Colls y ocupa toda la
manzana entre las calles de Rosselló, Còrsega, Cartagena y Dos de Maig.
Entonces la zona, aún por edificar, tenía además una planta embotelladora y una
fábrica de hielo. En este gran centro industrial, inaugurado en 1905, llegaron
a trabajar hasta 900 personas. La última producción tuvo lugar en 1992.
Tomaron el relevo las fábricas de El
Prat, actualmente una de las más modernas de Europa, y Santa Coloma de
Gramenet, que en los próximos meses será adaptada por SA Damm para que pueda
continuar la elaboración de la también conocida marca Cacaolat. «La
antigua fábrica comenzaba a ser molesta para los vecinos. El tráfico de
camiones era muy elevado y todavía se recuerdan las colas en Dos de Maig para
cargar los depósitos. En verano, que la gente duerme con las ventanas abiertas,
además, el ruido de las botellas repicando unas con otras era una constante»,
recuerda Segarra.
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Alianza en La Bohemia
Las antiguas instalaciones de la
calle de Rosselló fueron conocidas durante un breve periodo de tiempo como La
Bohemia, cerveza propiedad de la familia Musolas. Y es que fue Joan Musola
quien pidió permiso de construcción al Ayuntamiento de Barcelona en 1902 al
final del Eixample, rodeado de huertos. Su alianza con otros dos cerveceros
barceloneses, Campmany y Damm, en 1910, acabó con la constitución de la SA
Damm. «Se impuso ese apellido porque la cerveza que tenía más éxito de las
tres era la que fabricaba la casa Damm», cuenta Segarra.
La antigua fábrica suma más de 1.200
metros cuadrados, totalmente rehabilitados pero fieles al pasado industrial de
una marca que consiguió convertir una bebida entonces snob como la
cerveza en algo que ahora forma parte del estilo de vida mediterráneo.
Las grandes y brillantes calderas de
cobre, en la nave central son una de las joyas de la corona. Pero no son las
únicas. También la valla de hierro totalmente plegable obra de Javier Mariscal
y la imponente fachada de Dos de Maig con Rosselló.«Es una de las perspectivas
más bonitas. Y una pena porque siempre queda de espaldas a la circulación»,
lamenta Segarra, quien recuerda que en ese cruce unas 35.000 personas han
vibrado con los conciertos de la Mercè.
El cuerpo central es, desde el 2001
coincidiendo con el 125º aniversario de la marca, un confortable y cautivador
punto de referencia abierto a todo tipo de propuestas relacionadas, sobre todo,
con la cultura y el deporte. A destacar, la sala de máquinas, con un aforo con
capacidad de albergar 300 personas, y un museo que repasa toda la historia de
la empresa a partir de interesantes vídeos, fotos y objetos relacionados con el
mundo de la cerveza.
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