Autor Agustín M. González
En
uno de sus numerosos reportajes, Álvarez recopila amplia información sobre la
denominada ruta de los molinos, un capítulo destacado de la historia orotavense
del que aún quedan vestigios muy vivos, entre ellos los molinos de Don Chano o el
de La Máquina, de Ángel Nono Domínguez, que siguen elaborando artesanalmente
uno de los mejores gofios de la Isla.
Desde
el siglo XVI se aprovechó el gran caudal de agua de los manantiales de
Aguamansa para, mediante una acequia de tea que desde el monte atravesaba toda
la Villa, abastecer a la población y regar las fecundas tierras del Valle. Ese
caudal, aprovechando el gran desnivel existente, dio lugar a la aparición de un
conjunto de trece molinos de trigo alineados. La estructura de cada uno estaba formada
por un cubo de mampostería para la represa del agua, cuyo impulso por caída
movía un par de ruedas hidráulicas dentadas que engranaban con la que estaba
unida a la muela del molino, la piedra que trituraba el grano de millo o trigo,
previamente tostado.
El
motivo de la aparición de estos molinos de agua está en el carácter poco
ventoso del Valle, por lo que no se podían utilizar molinos de viento.
Conformaban un conjunto originalmente unido por un canal de madera de tea sostenido
por pies verticales que hoy no se conserva.
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Tal
y como destacó el profesor Alfonso Trujillo Rodríguez, “serán estos
elementos -los 13 molinos- los que marcarán las pautas y constituirán los
puntos de referencia que configurarán el espacio urbano de esta ciudad”,
fundada justo después de la Conquista de la Isla y que creció, precisamente,
como una franja alargada de sur a norte, siguiendo el cauce de la acequia que
alimentaba los molinos. Uno de los más antiguos era el del llano de
la Sierra, construido en 1503 por Lope Gallego, y situado en las inmediaciones
de la ermita de Santa Catalina. No se trataba de un molino harinero sino de una
rueda productora de energía hidráulica, una noria que hacía funcionar el aserradero
existente entre los caminos de Aguamansa y El Sauce. Cerca de la plaza de La
Piedad aún está el molino del Cubo Alto, el de mayor altura de todos. El molino
de Josefina lo fabricó un tío del Adelantado, Juan Benítez, en el siglo XVI. En
San Francisco todavía funciona el conocido popularmente como molino de don
Chano, construido en en el siglo XVI por Bartolomé Benítez de Lugo, quien
también construyó el molino de la Tapia Amarilla. Al frente de la Casa de los
Balcones existió otro, propiedad de la familia Franchi, que fue derruido cuando
los jesuitas construyeron un colegio en la zona. El molino de don Ángel o de
Monteverde (La Máquina) lo levantó Juan de Ponte, regidor perpetuo, en 1634. A
continuación estaba el molino de Lercaro o de El Hoyo. Los molinos de la Cruz
Verde, La Magnolia, San José, las Cuatro Esquinas y San Francisco completaban
el conjunto.
De
los diez de estos molinos que aún se conservan en La Orotava, tres
continúan en funcionamiento, aunque movidos no por el agua, sino con energía eléctrica.
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