El día 5 de octubre, tal y como os avisé, se realizó la conferencia La Mirada Enamorada con motivo de la exposición Burning Heart. Luis Badosa ha sido muy amable en enviarme los resúmenes de los ponentes que asistieron a tan interesante acto, os recomiendo su lectura.
Campos de debate plástico a partir de la exposición Burning Heart
Profesor Luis Badosa Conill
1 Materia/Espíritu en relación a Patrimonio Industrial/Mística del Trabajo.
Campos que habitualmente se han mantenido totalmente independientes y considerados como antagónicos.
En la actualidad cada vez más se tienen en consideración nuevos valores de la mística del trabajo compatibles con la materia inerte de un Patrimonio Industrial, testimonio de un desarrollo histórico unidireccional que no se preocupaba mucho del desarrollo del espíritu que para nada tenía en cuenta el alma del proletario.
Cada día se valoran más las actitudes personales que priman el trabajo como realización de una obra bien hecha comprometida con su “yo” más profundo como profesional competente que como actividad vinculada a una paga material que se cobra como retribución de tu esfuerzo.
Hacer un trabajo bien hecho es cuestión de ética, mística laboral o principios de la propia persona, más que de precio laboral, remuneración o salario, partiendo de la base que tampoco debe aceptarse la explotación laboral por parte de los empresarios como principio básico de actuación.
El sueldo se negocia, el trabajo se realiza en base a la idiosincrasia de la persona y su competencia profesional.
Como mística el trabajo puede incluso vincularse a varias vías paralelas a la purgativa, iluminativa y unitiva como señala S.J.de la Cruz respecto al “matrimonio espiritual con Dios”.
2 Semántica de la obra en relación a la mitología.
Curiosamente hay dos obras en esta exposición que han llamado poderosamente la atención en función de sus respectivos títulos: La mirada de Perséfone, uno de ellos y “Hades industrial”, el segundo. Ambos hacen referencia al mundo de la mitología y no es difícil vincular el submundo de los muertos que presidía Hades casado con Perséfone (Proserpina) a la que había raptado, hija de Júpiter y Ceres.
A Ceres, diosa de la tierra y la agricultura, se le solía representar con una antorcha en la búsqueda de su hija raptada por Hades (Plutón). Encolerizada, cuando conoció los hechos, provocó sequías en la tierra que presionaron a Júpiter que se vio obligado a conceder a Proserpina para que viviera dos tercios del año en la tierra y el otro tercio en el Hades, de ahí que Rossetti la representara en 1877 con una granada, símbolo de la resurrección.
El nombre de Plutón que los mismos griegos utilizaron como epíteto de “el rico” para que no se enojara, hace alusión a la riqueza contenida en el submundo que albergaba todos los minerales y materias primas de gran valor. El cancerbero, perro con tres cabezas guardaba la entrada a este submundo que tiene muchas afinidades respecto al mundo industrial relativo al tratamiento del mineral para la obtención del hierro.
3 El espíritu de una obra
Se transmite fundamentalmente a través de la luz, los reflejos que en ocasiones se producen y los campos de color que configuran nuevas organizaciones compositivas.
La razón atrae nuestra mirada pero es nuestro espíritu el que debe cautivarnos a través de la sublimación del color y sus valores deben activar el sentido imaginativo del espectador y elevar su sensibilidad por estadios imaginarios que su espíritu también necesita satisfacer.
Imagen durante la conferencia, fotografía cedida por Luis Badosa |
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De la mirada enamorada de un corazón ardiente
Agustín Ramos. UPV/EHU
Los lemas de la exposición y de esta mesa son harto elocuentes y van perfectamente con la obra de Luís Badosa. Del corazón ardiente a la mirada enamorada o, diríamos, de la mirada enamorada de un corazón ardiente, fusionando el amor con la fuerza y la pasión de las emociones tan bien reflejadas en el noble arte de la pintura.
La gran ausencia, la que ni siquiera tiene nombre, esa búsqueda incesante y dura del ser humano que trata de colmar una carencia… la lejanía de la eternidad, el camino del Hades a través de Eros, una fuerza incontenible que, por medio de la sabiduría intenta lo indecible, la heroicidad de forjar un destino a través de una fluida ría tranquila.
No piensen ustedes que esto es poesía. Hoy, de verdad, nada más lejos de mi intención. Estamos rindiendo homenaje a una figura muy entrañable y especial. El amor, como camino de perfección es planteado sucinta y exquisitamente por S. Agustín, que no se andaba con muchas florituras. Se trata de un camino ligero y sencillo hacia la invisibilidad, lo no matérico, aquello que llamamos alma. Eros nace con la tierra y morirá con ella en un alarde de magnificencia con el corazón ardiente y ardiendo que no se arruga, que trabaja duro, como Luís, como nuestra industria, con trabajadores de hierro forjados en el esfuerzo y en la creación. Un mundo de trabajo, de tesón, de firmeza. Mirada que navega a través de la ría hacia la vida eterna que es el comienzo y no el final, hacia formas de existencia distintas, tan llenas de todo el calor y la fuerza de la inmortalidad.
Se han fijado ustedes, como no, en el cromatismo, la profundidad, los cristales, la luminosidad, la industria, la tecnología. También habrán visto los invisibles, las tenazas del alma, la forja del recuerdo y de la memoria. Los recursos del pintor superan el caos primitivo, del que nacen Eros y la tierra utilizando el amor como camino, no como meta. La fuerza y la riqueza espiritual de nuestro pueblo también se ve en la pintura a través de la industria pero sobre todo cuando Hades el invisible se transforma en Plutón, la riqueza. Cuan delicada y sutil, la feroz, no por menos maravillosa Perséfone, por obra y magia de Luís nos lleva a la geometría, círculos extravagantes, esferas serpenteantes. Divina Perséfone y divina pintura. Si Platón levantara la cabeza también levantaría el veto al artista, convirtiéndose en su más firme deudor. Arte para pensar, para vivir, para sufrir, para reír. Arte en sentido puro. Gracias Luís, te lo digo otra vez, que Dios bendiga esta obra maravillosamente presente en el alma de nuestro pueblo, de un pueblo de luchadores llenos de fuerza y de amor. Un pueblo que no se deja abatir por la desgracia o la impotencia, lleno de vida, de suaves matices y una incontenible ilusión por mirar siempre hacia adelante, sin olvidar jamás lo que es.
Imagen durante la conferencia, fotografía cedida por Luis Badosa |
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La mirada enamorada: ¿pero alguna vez fue la Ría portuaria e industrial?
Joaquín Cárcamo Martínez. Aparejador
“La ciudad es el continente de la historia, el tiempo concentrado en el espacio” (Jordi Borja)
Agregar o sustituir ha sido el dilema histórico de la ciudad. Hemos construido extramuros la ciudad moderna lo que nos ha permitido pisar las mismas calles y habitar los mismos edificios que nuestros antepasados; pero también nos vemos obligados a escarbar en las entrañas para encontrar las huellas de la historia. La metrópoli que hoy se asoma –o constriñe– a la Ría, tan solo hace siglo y medio, era muy poco más que los caseríos apretados de Bilbao y Portugalete, levantados entre arenales y tierras vírgenes o cultivadas.
Se ha dicho que la ciudad tiene vida, tiene recuerdos y memoria, y debemos cuidarla para no olvidar quiénes fuimos, quienes somos y quienes podemos llegar a ser. Sin embargo, la ciudad global, que hoy trata de resurgir de entre los restos de su anterior riqueza, parece renegar de la herencia, que considera ya ruinosa, de los últimos ciento cincuenta años. Parecería que todo testimonio físico de ese tiempo, breve pero intenso, se hallase condenado inexorablemente a desaparecer para dejar paso, en su solar, a la nueva ciudad del presente y del futuro.
En este tiempo en el que el urbanismo nos erige en todas las ciudades del mundo el mismo centro comercial con idénticos escaparates, en esta época de urbanalización, en palabras de Francisco Muñoz, no podemos permitirnos el lujo de que aquellos rasgos que han caracterizado a nuestras poblaciones y les han otorgado una fuerte identidad, con sus mercados, estaciones y muelles portuarios, con sus edificios fabriles y sus viviendas proletarias, con sus residencias burguesas y sus clubes selectos, desaparezcan para siempre privándonos así de la memoria colectiva que se apoya en este patrimonio cultural.
Mi mirada enamorada se dirige hacia la Ría y trata de encontrar la huella de este pasado, en las presencias y en las ausencias que me permiten mantener viva la memoria. Recorre la Ría, en el tiempo y en el espacio, desde los nobles muros de El Pontón que guardan desde finales del siglo XVIII la primera memoria obrera hasta los diques del puerto que la protegen, en busca de la herencia patrimonial de nuestro reciente pasado industrial. Mi vista se acerca a las naves de la Basconia, de Ercros, de la Babcock & Wilcox o de los Talleres de Zorroza; recorre los astilleros de La Naval y los de la antigua Euskalduna; se detiene ante los puentes de Deusto, del Udondo, de Alzola en el Kadagua y en el transbordador de Portugalete; se apena ante las chimeneas de las fábricas siderúrgicas de Santa Ana y Echevarria y se lamenta al contemplar la soledad de los hornos de calcinación de Ollargan o Mirivilla, lugares en los que se cimentó nuestra riqueza.
Pero esta mirada enamorada ni está preñada de nostalgias ni pretende para la metrópoli-ría renuncias o hipotecas con respecto a su futuro; antes bien, imagina una ciudad viva, aunque capaz de no renunciar a la memoria y la fuerza de su identidad industrial.
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