Artículo
de Peio H. Riaño para El Español
Hay un túnel en el centro de Madrid
que une nuestros días con el pasado. Es un viaje de un siglo en un par de
kilómetros. Abre la tierra del suelo que soporta Cuatro Caminos, un nudo en el
que se cruza la calle Bravo Murillo con Reina Victoria. Siete metros bajo el
nivel de las vías, emerge una aldea de hierros y ladrillo, de óxido y olvido,
que sigue viva desde hace 96 años, con los orígenes del Metro. De allí parten y
allí llegan los vagones que circulan a diario, en las cocheras de Cuatro
Caminos el pasado atraviesa el presente. Como en un cuento de Borges, donde la
trama de tiempos se aproximan y se bifurcan, se cortan o se ignoran, como en
una vertiginosa red donde son convergentes y paralelos.
La actualidad de las cocheras de
Cuatro Caminos ha entrado en colisión con el pasado de la ciudad. Seguro que
les suena la historia: una promotora quiere levantar varias torres de viviendas
en miles de metros cuadrados, en una de las zonas más apetecibles de la ciudad.
Un cuento corriente. Es habitual también que ese espacio amenazado por las
excavadoras esté ocupado por un patrimonio de interés histórico, un lugar en el
que se conserva parte de una antigua actividad, que con el tiempo se ha
convertido en un elemento de interés cultural.
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Metro ha puesto a la venta
los 42.000 metros cuadrados de parcela (65.000
de edificabilidad útil) donde se encuentra la obra de Antonio Palacios,
varios hangares que replican lo que el insigne arquitecto -creador del Palacio
de Cibeles y del edificio del Círculo de Bellas Artes- conoció del metro
de Nueva York años (Otamendi y González Echarte viajaron a verlo en 1904),
inaugurado antes de empezar a diseñar los primeros talleres del suburbano
madrileño. Todo por 88 millones de euros. En 2014 se anunció el futuro plan de
viviendas, que pretende arrasar las cocheras concebidas por Palacios y sus
socios ingenieros en 1917 y soterrar las infraestructuras para elevar el solar
al nivel de la calle.
La necesidad de destrucción del
patrimonio está acuciada por la deuda de Metro (algo más de 200 millones de
euros, en 2014), generada por el crecimiento de la red en los últimos años. De
los 88 millones de euros de beneficio por la venta del solar, Metro debería
invertir unos 30 millones de euros en la construcción de las nuevas cocheras.
No parece que vaya a saldar deudas con el beneficio neto.
La empresa pública gestionada por la
Comunidad de Madrid se está deshaciendo de la totalidad de sus bienes en la
ciudad para sufragar el agujero, pero con las cocheras no lo va a tener tan
fácil. Hace cuatro semanas, la Asamblea de Madrid aprobó -con los votos a favor
de Podemos, PSOE y Ciudadanos, y el PP en contra- iniciar el expediente para
declarar el conjunto como Bien de Interés Cultural (BIC), única posibilidad de
salvación de este paisaje industrial único en Europa.
EL TÚNEL DEL TIEMPO
La yedra ha cubierto el arco de
ladrillo que abre las tripas de la ciudad a las vías. El túnel que lleva a la
estación fantasma de Chamberí, pasando por Cuatro Caminos, Ríos Rosas e Iglesias,
se recorta sobre los grandes edificios de Reina Victoria. La arquitectura
presiona este lugar tan goloso y tan propio para volver a poner en marcha “el
milagro español”. Sobre el mapa es una zona en sombra, una oportunidad de oro.
Es un espacio oculto cerrado al
público y esto le hace débil a la presión. Hay trasiego de trabajadores, coches
y maquinaria. El lugar bulle y lo están comprobando una treintena de
especialistas europeos en conservación del patrimonio. Acaban de acceder a las
instalaciones y les explican la importancia del conjunto del que son testigos
privilegiados: “Nos interesa preservar los edificios porque son el origen del
Metro. No hay en Europa otra cochera con dientes de sierra”, les explica Álvaro
Bonet, de la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio. Han llegado a España
para participar en las jornadas de Europa Nostra, la cita anual más importante
del continente en el ámbito del patrimonio, con 600 expertos de 31 países. La
Eurovisión del Patrimonio.
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Este año la celebración del evento
es en Madrid y en ella Michel Magnier, director de cultura y creatividad de la
Comisión Europea, ha pedido la defensa de los vestigios del pasado sin caer en
su “disneylandización” como elemento de entretenimiento para los turistas. Como
ejemplo de destrucción por feria turística puso a Venecia y el desembarco de
los cruceros. Reclama, también, políticas de protección antes del Año Europeo
del Patrimonio 2018. En su intervención, Van Balen subrayó que “invertir en
patrimonio cultural tiene un efecto multiplicador”, en lo social, lo cultural,
lo económico y lo medioambiental.
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