Autor: José Fernando González Romero
Precio: 25 euros
Resumen del libro
La industrialización dio lugar a un importante legado patrimonial en Asturias que resultó especialmente relevante en su faceta arquitectónica, y que en gran parte desapareció ante los cambios del modelo productivo que la hizo posible. Por eso su puesta en valor adquiere un carácter urgente
Tanto la ciudad de Oviedo como su área de influencia albergan un importante patrimonio industrial que no solo nos permite conocer la parte más material de las empresas, sino que nos invita a adivinar otros valores más desconocidos, como las mentalidades, los oficios y las personas que había detrás de ellas.
Esta obra pretende ayudar a tomar conciencia del importante legado constituido por nuestro patrimonio de arquitectura industrial, muchas veces desconocido, a veces despreciado, y la mayoría de las veces ignorado, pero que constituye nuestras raíces y nos ayuda a recordar la importancia que tuvo nuestra región, y en este caso Oviedo, en el crecimiento industrial de toda la Península.
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Noticia sobre el libro
El óxido del patrimonio de Oviedo.
Detrás de los edificios hay quienes adivinan la idiosincrasia de los habitantes de una ciudad. Hubo una época que marcó la historia del Principado a nivel económico y social y que aportó al crecimiento de la Península Ibérica. La industria ovetense fue parte de esa historia, que hoy aún deja rastro en forma de edificios art decó, de gran belleza arquitectónica, muchos casi en ruinas por la inacción y la crisis económica y que refleja el profesor José Fernando González Romero en su libro de reciente publicación Arquitectura industrial de Oviedo y su área de influencia: una realidad dúplice .
El complejo metalúrgico-militar de la ciudad, con la Fábrica Nacional de cañones de Trubia, la fábrica de armas portátiles de Oviedo, las de explosivos como la de Cayés, en Llanera y las fundiciones que rodeaban Oviedo supusieron un factor fundamental en la industrialización de Oviedo, Asturias y España y sirvieron para impulsar la industria armamentística.
Los importantes arquitectos asturianos de principios del siglo XX creaban belleza en el contexto industrializado formando un paisaje, el de Oviedo y alrededores, muy distinto al de otras ciudades como Gijón y Avilés o las cuencas. El hierro, el hormigón y las grandes cristaleras son fáciles de identificar en las construcciones, según indica Romero.
Sánchez del Río, Álvarez Castelao, Vaquero, Rodríguez Bustelo, Del Busto… eran apellidos que ya hacia 1900 hicieron ver Art Noveau en Asturias, en torno a 1910 el modernismo vienés y el Art Decó a partir de 1920.
Las técnicas eran variadas. El mercado de abastos de Trascorrales es un ejemplo del uso del acristalamiento y las vidrieras para camuflar la actividad comercial de una ciudad que a simple vista parecía hecha para el paseo. Así, no solo lo militar parecía no existir, sino los gremios que proliferaban a finales del XIX. Panaderos, chocolateros, tostadores de café y hasta los propios impresores de LA VOZ DE ASTURIAS, entonces en Gil de Jaz, trabajaban tras los palacetes de la época. Ese boom arquitectónico e industrial hizo proliferar también industrias relacionadas con la higiene, la química, o las tejerías.
Las primeras décadas del siglo XX estuvieron marcadas por la intencionalidad de convertir el casco urbano en una ciudad-palacio para el disfrute de la burguesía, explica. Esto también afectó a las industrias y oficios que se desarrollaban en la ciudad y en sus alrededores.
Se denominó arquitectura culta, que quedaría herida de gravedad, casi de muerte, en la revolución del 34 y la Guerra Civil y, aunque el desarrollismo de los 60 casi acaba con ella, tampoco fue así.
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No será hasta el comienzo del abandono de la actividad industrial y, en consecuencia, la falta de mantenimiento cuando la mayor parte de las construcciones de este periodo padezcan grave peligro, como ya ocurre con la Fábrica de Loza de San Claudio, la fábrica de cerveza El Águila Negra, de Siero, o las casas de los aledaños de la Fábrica de Armas de La Tenderina.
No son solo vestigios de otra época, son testigos de una actividad que dio de comer a cientos de familias en décadas y que, casi hechos añicos, aun guardan belleza arquitectónica sobre sus esqueletos de hierro.
El taller de artillería de la Fábrica de Armas de Trubia es, para lo expertos, “la catedral de las naves industriales” por su armonía estilística lograda gracias a la “parrilla ferrovial, dice González Romero.
Los edificios conformaban la carrocería que servía para ocultar el motor de la región. Otro de los ejemplos es la Fábrica de Armas Portátiles que, con sus cuerpos almenados conformaban una auténtica fortificación militar, algo común en una época en la que la industria militar era casi secreta tras sus altos muros. Legado de esa actividad son también las casas colindantes a la fábrica de la Vega, de Julio Galán, de estética regionalista y que hoy se encuentran en práctica ruina.
La estación del Norte, hoy Renfe, la sede del Vasco, la Fábrica de Gas o el propio Teatro Campoamor, con sus calderas de vapor, esconden, o más bien escondían, auténticos engranajes tras sus muros.
El caso del Vasco es para el profesor “uno de los crímenes” de la falta de consideración al patrimonio industrial en el que casi no quedan muros que admirar más allá de las fotografías.
La Voz de Asturias
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