Autor: Fastino S. Antuña en Asturias
24.
El vicepresidente de la asociación
de arqueología industrial Incuna y doctor por la Universidad de Oviedo escribe
sobre el centenario de la mina del Sotón y su influencia en la explotación
del carbón
En este año 2014 se cumplen cien
años del inicio de las obras de profundización del Pozo Sotón en San Martín del
Rey Aurelio, en el corazón de la cuenca hullera central asturiana. Unas obras
que se prolongarían a lo largo de los años posteriores hasta poner a punto la
nueva mina de la Duro y uno de los mayores y más modernos pozos verticales de
extracción del país: en 1916 se alcanzó la profundidad total planteada y se
había comenzado la formación interna de la mina; en 1917 se montaron los dos
castilletes y se concluían las dependencias anejas; en 1919 el pozo producía
carbón, si bien no a pleno rendimiento; y en 1922 se ponía en funcionamiento el
taller de clasificación en altura, el reter, que suponía el impulso
definitivo para la nueva mina de la Duro.
Que una explotación
minera --como en realidad cualquier otra planta industrial-- cumpla cien
años en actividad, sobreviviendo al complejo siglo XX, con sus reconversiones,
desindustrializaciones, tecnificaciones, etc es algo muy poco común. De hecho,
centrándonos en la actividad hullera en Asturias, otras instalaciones han
llegado al siglo, es cierto, pero fuera de actividad desde mucho tiempo antes
y, en cualquier caso, tan reformadas que poco o nada tenían que ver con el
plano original. Podría decirse, igualmente, y hay muchos que así lo afirman,
que nuestra actividad hullera y, por añadidura, sus instalaciones no son nada
si las comparamos con el resto de las europeas y que, de este modo, tampoco
debemos darle a esta efeméride mucha importancia. Las diferencias de escala,
físicas, económicas y temporales es lo que tienen, puede ser cierto, pero no
debe olvidarse que durante las dos guerras mundiales el tejido industrial
europeo fue prácticamente arrasado, y las minas de carbón, por su importancia
estratégica, eran demolidas interna y externamente por los ejércitos en
retirada. El Pozo Sotón, sin embargo, no sufrió nada de esto, manteniéndose en
buena medida tal y como fue diseñado en la segunda década del siglo XX, si bien
con las lógicas actualizaciones, sobre todo tecnológicas, que fueron necesarias
para la eficiencia de la instalación. Así, a simple vista pueden verse algunas
de las estructuras exteriores fundacionales: la unidad de castilletes-reter-casa
de máquinas; las naves seriadas de la lampistería y casa de aseo; y el
ventilador, extramuros, a las que debe añadirse el taller mecánico, siempre,
por su naturaleza, de menor entidad. Luego vendrían ampliaciones: de la casa de
máquinas, de las naves seriadas… efectuadas con cuidado y esmero hasta el punto
que es difícil señalar la traza original y la de la ampliación. Y, finalmente,
los añadidos posteriores, nuevos edificios para nuevos servicios y nuevos
contextos: la colonia de trabajadores, luego reconvertida en oficinas, o la
nueva casa de aseo y lampistería.
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El Pozo Sotón fue diseñado
cuidadosamente, y con no pocas dificultades, por la Duro, que planteó una
moderna instalación minera que se integraba en un espacio industrial mayor
compuesto por un lavadero y una central termoeléctrica, de las que nada queda
ya, comunicadas entre sí por medio del ferrocarril. La Duro impulsaría
distintos ramales mineros de empresas adquiridas para crear una auténtica red
que conectara sus distintas instalaciones industriales con la fábrica
siderúrgica de La Felguera y con otros ferrocarriles que evacuaran la
producción hacia los centros de consumo: el Ferrocarril de Langreo y el del
Norte. De este modo, el núcleo industrial del valle quedaba unido por un
ferrocarril interno que fue fundamental para el nacimiento de un sentimiento y
concepción espacial de comarca; una comarca industrial. El pozo sería así el
gran orgullo industrial de la Duro, que con el Sotón confirmaba definitivamente
su capacidad para operar en el negocio minero en todas sus fases. De hecho la
empresa se jactaba de que el Sotón se construía íntegramente con obreros
españoles, de que todas sus piezas eran diseñadas y realizadas en la compañía…
Por ello, no es de extrañar que fuera el ámbito minero elegido para sus visitas
más ilustres, como la de Primo de Rivera, Marqués de Estella y Jefe del
Directorio Militar, la de Alfonso de Borbón, heredero de Alfonso XIII,
acompañado del general Berenguer --entonces jefe de la casa militar del
monarca-- y, finalmente, el lugar de la archiconocida estancia laboral de
incógnito de Carlos Hugo de Borbón, pretendiente carlista al trono de España.
INSTALACIONES MODERNAS
Ahora bien,
de lo referido no debe deducirse, sería un error mayúsculo, que la instalación
minera es una antigualla obsoleta desde el punto de vista funcional. El pozo
Sotón nace ya con maquinaria eléctrica, y a lo largo de las décadas posteriores
sería actualizada, en especial en la década de 1950, cuando llegan a la
instalación, en virtud de los Acuerdos Hispano-Americanos, modernos compresores
de los cuales alguno queda aún en funcionamiento. Desde entonces parte de la
maquinaria ha sido remozada parcial o totalmente, pero siempre con cordura,
como lo demuestra el hecho de que el refuerzo de los castilletes y el montaje
de una polea Koepe en la maquinaria de extracción --estando
el Pozo ya en manos de Hunosa-- no significó la desaparición de las
identitarias estructuras roblonadas, etc. Así, también se mantuvo el sistema
del reter, que permitía sacar el carbón cuando el plano interior de
Modesta no estaba activo. Igualmente fue una de las primeras instalaciones
asturianas en poner a funcionar un nuevo sistema de arranque de carbón, los
subniveles o soutirages…
Puede ser
cierto que el paisaje de fuera lo veamos con los ojos de dentro, y, por tanto,
que cada cual lo interprete de un modo personal, pero no se puede negar que el
conjunto del plan original del Pozo Sotón, de las ampliaciones, de los añadidos
y de la maquinaria, histórica y actual, funciona, no ya en la producción de
carbón, que es obvio que sí, si no en el plano espacial e histórico con
perfecta armonía, enriqueciendo el proceso histórico de una instalación
centenaria: nada chirría, nada disiente, todo tiene su explicación, su razón de
ser, su sentido y su valor. Por todo ello, el Pozo Sotón ha sido incluido
dentro de la lista de los 100 elementos más señalados del Patrimonio Industrial
español; figura, además, en la Lista Indicativa de la UNESCO, y ha sido
declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por el Gobierno del Principado de
Asturias. Podría decirse que la protección BIC es en este caso muy parcial, es
cierto, centrándose solo en los castilletes y la casa de máquinas, y dejando en
el limbo el resto, incluidas las estructuras fundacionales referidas
anteriormente. Podríamos afirmar igualmente que esto parece deberse, en el
plano más inmediato, a la existencia de una absoluta incomunicación entre los
dos documentos del BIC: la memoria histórica que describe el interés y el valor
del pozo y, en definitiva, porqué se está protegiendo; y el entorno de
protección, que define el ámbito espacial de la protección basándose, en
principio, en el documento anterior. Podríamos decir todo esto y más, pero
intentaré no hablar de cosas tristes y sí esperanzadoras.
CENTENARIO DEMOLEDOR
En cualquier
caso, si ahora se cumplen cien años del inicio de una instalación emblemática
que mantiene la actividad original, esto parece será pasajero, pues ya se ha
anunciado el cierre de la misma, paradojas del destino, para el último día del
centenario, lo que es demoledor, tanto para el empleo, la actividad, y para el
patrimonio industrial que contiene. Se ha querido ligar la petición de
protección con el cese de la actividad --estoy convencido que cuando un
personaje público vierte estas simplezas en los medios de comunicación un hada
tintineadora cae fulminada en algún lugar del universo-- pero lo cierto es que
siempre hemos defendido el mantenimiento de la actividad. No defendemos la
creación de un nuevo museo una vez que la instalación se cierre. Creemos
firmemente en la reutilización de las instalaciones para todo tipo de fines:
industriales en primer lugar, pero también culturales, equipamentales… Pudiendo
ser, sería lo ideal, mixto en todo caso. Pero por reutilización debería
entenderse algo más que el valor del solar, algo más elaborado que llenar los
intersticios con un polígono industrial abriéndose paso con retroexcavadoras
sobre los edificios preexistentes. No es el lugar para referirlos, pero los
ejemplos existen y, como la verdad, están ahí fuera.
El
lamentable cierre del Pozo Sotón, el último en actividad en San Martín del Rey
Aurelio, no tiene porqué conllevar la pérdida de un cargamento de recuerdos de
todos nosotros, de un conjunto de tradiciones de nuestros antepasados, y por
eso la reutilización de las instalaciones puede ayudar a que no se rompa ese hilo
de oro o de bramante basto, de torones de acero en este caso, que nos una
al pasado sin cerrarnos el porvenir y que nos permita vivir inteligentemente el
futuro de nuestros territorios sin que se conviertan, irremediablemente, en una comarca
salvaje.
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