«Antes se decía que quien tenía un
buen caballo y un buen molino era de buena casa», bromea Pedro Amago. Este
ganadero santirseño ultima la reparación de un molino harinero -conocido como
el «molín da Insua»-, abandonado a su suerte junto al cauce del río Ramalledo
(que desemboca en el Eo). El molino forma parte de sus memorias de infancia y,
aunque nunca lo vio funcionar, ha decidido salvarlo del desastre y darle una
segunda vida. Poco ha podido saber Amago de la historia del molino, salvo que
puede tener una antigüedad de más de 150 años. El cálculo lo realiza en base a
los recuerdos de su padre, José Manuel Amago, quien, a sus 84 años, nunca vio
funcionar este molino de calendas o «quendas». «No lo vi moler, pero sí que me
acuerdo de cuando vendieron las piezas de dentro. Las llevaron monte arriba,
decían que para Riotorto, en carros tirados por dos parejas de vacas», explica
Amago padre.
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La construcción formaba parte de una finca que Pedro Amago recibió tras la
última concentración de montes ejecutada en San Tirso de Abres. El molino no
estaba registrado y tampoco nadie reclamó su propiedad. Así que, por
casualidad, se hizo con estas ruinas, que está dispuesto a recuperar por
completo. «Una hectárea de monte la tiene cualquiera, pero un molino no. Hay
gente que aspira a tirarlo, pero no es nuestro caso, no soy capaz de verlo ahí
y dejarlo caer».
Con la ayuda de una subvención de la asociación de municipios de la Reserva de la Biosfera Río Eo, Oscos y Terras de Burón (InterEo), Amago ha reconstruido las paredes y la cubierta del molino. La inversión ha sido de 6.000 euros. Ahora resta la parte más costosa: recuperar el ingenio hidráulico que permitía antaño aprovechar la fuerza del agua para moler trigo y maíz.
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Para la segunda fase de la obra, Amago contará con el asesoramiento del
veigueño Francisco Vidal, que se presenta como electromecánico y enamorado de
los molinos hidráulicos. Son varios los molinos de la zona que han pasado por
sus manos y conoce todos sus secretos. Asegura que una de las piezas clave de
estos ingenios es el «huevo», el rodamiento sobre el que se asienta toda la
estructura: «Soporta el peso de más de 300 kilos y gira a 80 vueltas, lubricado
con agua. Es la pieza que siempre da problemas».
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Dice Vidal que una vez se dispone de todas las piezas es clave «una buena
alineación» del molino y que el «boquil» (el chorro de agua que incide en el
«rodezno» y que provoca el movimiento) esté bien orientado. Este veigueño
natural de Beldedo dice sentir una «gran satisfacción» al ver andar un molino
antiguo. Por eso Amago le ha confiado su tesoro de A Insua.
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