Con
la construcción de las fábricas del siglo XX llegó la modernidad, las nuevas
soluciones, los aires frescos que habían triunfado en otros países y que se
instalaron en la ciudad. Algunos se mantienen, como la fábrica de la Coca-Cola,
aunque han perdido el carácter espectacular que tuvieron en sus primeros años
de vida por haber sido modelo. El escaparate circular de la Seat, la lonja del
Gran Sol, que refleja el puerto como un espejo, son algunos de los ejemplos de
la arquitectura industrial que cambió el paisaje de la ciudad
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Hay edificios singulares en la ciudad, testigos de una época, a veces pasada, en la que no solo importaba lo que se fabricaba, sino también cómo se vendía y qué imagen se daba al público. Entre estas infraestructuras singulares destacan obras como la lonja del Gran Sol, que adquiere mayor belleza si se observa desde el mar, porque su primer piso funciona como un espejo, que devuelve a quien se pare a observarlo, la imagen del puerto.
El arquitecto del concesionario de la firma de coches Seat, Andrés Fernández-Albalat Lois, se tuvo que enfrentar, allá por los años sesenta, al problema de intentar que el producto que estaba tras escaparates llegase a los coruñeses. Nadie paseaba por Lavedra entonces, así que pensó que lo mejor sería que los conductores de Alfonso Molina fuesen los primeros en ver los últimos modelos de la firma. Elevó unos cristales que configuraban un espacio circular, casi como si fuesen una copa de vino y, dentro, durante años y años, dieron vueltas, muy despacito, los coches que la marca deseaba ver rodando por la avenida.
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El presidente de la delegación coruñesa del Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia (COAG), José Manuel López Mihura, reivindica que no se dejen caer los edificios industriales, sobre todo en tiempos de crisis. "Es importante revisar, proteger y, a veces, rehabilitar" las factorías porque es una arquitectura que se puede "adaptar a otros usos", comenta.
El profesor José Ramón Soraluce se acuerda del proceso embrionario de la ciudad industrial. Las primeras factorías estaban en la zona del colegio Salesianos, allí se instaló la primera fábrica de gas, que suministraba energía a la ciudad antes de que llegase la luz eléctrica a las calles y a las casas coruñesas. Se instalaron, pasado el tiempo, unas bobinas Siemens que generaban electricidad y que la llevaban no más allá del teatro Rosalía. Con el tiempo, ese radio se fue extendiendo, tanto, que la electricidad ya llega a toda la ciudad.
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Y ahora, ¿qué? El profesor Soraluce asegura que hay una tendencia de las grandes firmas a apostar por el diseño, por que el edificio en el que han de fabricar y poner a la venta sus productos tenga un toque de modernidad y de gusto que los diferencie y que les identifique con la marca; es una tendencia que se ha heredado de la Alemania de los años veinte pero que sigue vigente. No solo interesa la operatividad y que la estructura facilite el trabajo, sino que el edificio diga algo a los que, desde fuera, lo observan.
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La gran mayoría de las factorías coruñesas no ha sufrido el proceso de convertirse en un museo o en un centro de interpretación o en un lugar de creación artística como sí ha pasado con otros equipamientos industriales de Galicia. En la comarca, el esqueleto de la fábrica de abonos La Cros espera financiación para recuperar la actividad, aunque no como factoría sino como centro sociocultural. Es una forma de incorporar el pasado al futuro y al desarrollo de Culleredo.
Un destino semejante le espera a la antigua Fábrica de Tabacos que se convertirá en sede judicial y que volverá a tener entre sus paredes el movimiento que, un día, con el cese de la producción, perdió.
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