Autor texto Alvaro Hilario
El
paraje de Artzabal –en la costa de Mendexa, a unos cientos de metros de la
playa de Karraspio– alberga una cantera donde hace más de 200 años se
fabricaban piedras de molino, muelas. Son restos de aquellos siglos en los que
la comarca era la avanzada de la industrialización vasca.
La
curiosidad, el reparar en lo que nos rodea es una de las características de
Nacho Montero. Así, el pasado mes de julio, en uno de sus paseos por la costa
de Mendexa, observó lo que, con muy pocas dudas, era una piedra de molino, una
muela. Nacho fue en busca de Guillermo Ruiz de Erentxun, amigo que «comparte
esa curiosidad» y miembro de Atabaka, asociación cultural para la defensa del
patrimonio histórico. A la vista del descubrimiento, Ruiz de Erentxun buscó la
opinión de Javier Castro, etnógrafo, especialista en molinos y componente de la
sociedad de ciencias Aranzadi. El 27 de julio, realizaron una visita al paraje
de Artzabal donde se encuentra la muela.
La
muela tiene 133 centímetros de diámetro (equivalente a la antigua medida de 6,5
palmos) y 20 de grosor para un peso estimado de 800 kilógramos. «Limpiamos el
agujero central y vemos que está sin horadar del todo, de un diámetro de 16,5
cm, confirmando que la muela está elaborada en el propio lugar. Sin ninguna
duda la roca ha sido tallada en la zona», relata Javier Castro en el informe
que realizó tras la visita. El material con que está fabricada la piedra de
molino es «roca del Cretácico inferior, del Albiense inferior-medio, de
material calcáreo argilolítico y con unos 110 millones de años de edad. Son
rocas calizas silíceas de grano fino, de color pardo oscuro». Este dato
terminaba de confirmar que la muela había sido tallada en el lugar donde se
halla, descartándose así otras hipótesis apriorísticas, como que hubiese podido
caer de una embarcación mientras era trasladada.
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Inspeccionando
la zona descubren, pegadas al acantilado, zonas de rocas planas que parecen no
haber sido arrancadas por las olas, siendo probable que sea una zona de
extracción, «observándose hasta 4 ó 5 escalones de posible extracción con
laboreo de forma horizontal».
Encuentran
también otra muela en fase de fabricación y junto a ella otra zona susceptible
de haberse utilizado para la extracción de materiales.
A
la vista de los hallazgos, concluyen que la zona ha sido una cantera de muelas
para molino.
Pasado preindustrial
Aunque
hay canteras similares documentadas en Mutriku, Deba o Gaztelugatxe, nada se
sabe hasta la fecha de esta de Artzabal. Esta falta de documentación impide
que, por el momento, puedan datarse las muelas encontradas y el periodo en que
se explotó la cantera. Tanto Guillermo Ruiz de Erentxun como el arqueólogo
Iñaki Pereda, miebro también de Atabaka, insisten que hasta encontrar
documentación que aporte datos fehacientes a la investigación, la cautela es
más que necesaria. La documentación necesaría sería aquella que aclarase si
Artzabal abasteció de muelas a los molinos de la zona, si efectuó exportaciones
o si el material de esta zona se utilizó en otras construcciones de Lekeitio y
Mendexa. «La intuición nos dice que partes de la muralla de Lekeitio, las más
antiguas, pudieran estar hechas con piedra procedente de Artzabal», dice Iñaki
Pereda; «pero hasta no tener documentación y análisis geológicos de unas y
otras, no se puede avanzar nada».
Aun
así, los componentes de Atabaka creen que las piedras pudieran haber sido
fabricadas entre los siglos XVIII y XIX. «No sabemos con seguridad por qué se
abandonó este encargo, estas dos muelas; el hecho, sin embargo, podría datar
del siglo XIX, cuando, por un lado, la actividad de los molinos fluviales va
siendo desplazada por las nuevas tecnologías; y, por otro, en el siglo XIX las
piedras francesas de La Ferté, consideradas las mejores del mundo, se
impusieron en todos los molinos», razona Ruiz de Erentxun.
Otro
dato que apunta al siglo XVIII como fecha de fabricación de las muelas es que
estas tienen las mismas dimensiones que recomendaba el prohombre local Pedro
Villarreal de Berriz en su famoso tratado de 1736: «Máquinas hidraúlicas de
molinos y ferrerías y gobierno de árboles y montes de Vizcaya».
Molinos
y ferrerías acostumbraban a ir unidos: la lógica hizo que la fuerza hidraúlica
y las obras efectuadas para su aprovechamiento se optimizarán al ser utilizadas
en ambos ingenios.
En
1735, Lekeitio tenía 300 casas y 500 habitantes empleados en la elaboración de
txakoli, la pesca (aunque en decadencia, aún existían 60 pesqueros con
tripulaciones de 20 personas cada uno) y las siete ferrerías de la Villa.
Además,
como señala Guillermo, «de aquí a Munitibar había no menos de 30 molinos». La
comarca de Lea-Artibai estaba en aquellos años aprovechando las oportunidades
de acumulación de capital que la Revolución Industrial europea generaba.
Villarreal de Berriz es el máximo exponente de esta incipiente
industrialización de la comarca de la cual la cantera de Artzabal es una
muestra más.
Cuenta
Guillermo Ruiz de Erentxun que las muelas de molino se transportaban desde la
cantera a los molinos en venaqueras: estas eran las embarcaciones, similares a
las gabarras, empleadas para transportar el mineral de hierro desde los Montes
de Triano hasta las diferentes ferrerías del Golfo de Bizkaia: «Es algo tan
simple como aplicar el principio de Arquímedes», nos explica.
Hecho
público este hallazgo etnográfico, queda lo más duro: la aludida búsqueda de
documentación en nuestros archivos.
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