Artículo de Marta Varela
Los paisajes de cuento mágico
existen. Un trocito de ellos está en el valle de Tolivia, en la pequeña
localidad lavianesa de El Navaliego. La entrada se hace por el interior de un
castaño centenario y se baja paralelo al río que da el nombre a esta población
entre nogales, robles y castaños para llegar hasta un molino fluvial con más de
doscientos años de antigüedad. Un complejo hidráulico que da vida la molienda y
que ha sido rescatado del olvido para conocimiento de las nuevas generaciones.
La recuperación de esta joya del
patrimonio etnográfico tiene su historia. Allá por el mes de marzo los vecinos
localizaron a la entrada del pueblo, en una zona dominada por zarzas, ortigas y
matorrales, una especie de pared de piedras. Decidieron investigar y, a pesar
de que pocos conocían su existencia, una persona cercana a cumplir los cien
años, les contó que allí había un molino fluvial. Olegario González, uno de
esos lugareños, tuvo claro qué hacer con el hallazgo: «Teníamos que recuperar
el molín para el pueblo y todo el valle».
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Este escayolista de profesión
asegura que «estaba dispuesto a hacerlo solo, aunque ya estaba inmerso en la
recuperación de varias casas que había comprado en el pueblo. Con la idea de
recuperar un símbolo de la historia y el patrimonio de El Navaliego pronto se
sumaron al proyecto de revitalizar el viejo molino otros vecinos como Corsino
Fernández, Manuel González 'El Tordu', Manuel Álvarez 'Porrín' y 'Tista'.
Reconocen que el trabajo fue duro,
porque la maleza se había adueñado de todo el lugar. Necesitaron mucha ayuda y
agradecen que el Ayuntamiento lavianés les prestara apoyo aportando material.
«Fue gracias a la implicación del teniente alcalde Julio, que ye natural de
aquí», destaca 'El Tordu'.
Guiados por Olegario, un escayolista
que se ha especializado en trabajos etnográficos, han logrado recrear un
espacio casi único en Asturias. Un paraje que conserva toda la belleza natural
y ofrece al visitante variada simbología y tradiciones, como una fuente en la
que se observa la cabeza de un oso que tiene entre sus fauces una trucha de
donde sale el agua del propio río.
Pero su mayor orgullo es que tras
recuperar la antigua balsa, resaltan, han logrado que el centenario molino
fluvial funcione.
Para probarlo nada mejor que moler
cebada. Recurrieron a un maestro de la talla de la piedra, un vecino del valle,
David Moral, que ayer llegó del pueblo de Vigalperi para picar la rueda del
molino. «Estaba demasiado gastada y no molía bien. Esto se hacía a menudo para
hacer que moliese fino», explicaba mientras no dejaba de tallar la piedra de la
instalación.
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Con el molino recuperado, estos
vecinos quieren reconocer el trabajo de todas las personas que han aportado su
granito de arena. A ellas les dedican este logro.
En una talla sobre madera aparecen
los nombres de todas las familias de El Navaliego. Hoy le entregarán la llave
del molino a Cilia, una vecina de 97 años que «fue esencial en la recuperación
del molín, ya que ella lo recordaba y bajaba a diario ver los avances de la
obra».
El trabajo etnográfico realizado
será presentado está tarde a todos los que quieran acompañarlos en una romería
asturiana que denominan 'la fiesta del maíz' y es que todas las viandas estarán
relacionadas con el maíz: tortos, boroñas... Todo ello regado con sidra y
ambientado con la mejor tonada de la zona.
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