Artículo de Carlos Cuesta
La
historia del molín del Navaliegu en los altos de Tolivia en Laviana data de
casi doscientos años, según cuentan los nativos de este entorno montañés y
bucólico. Tras un tiempo sin trabajar la piedra por el abandono, dos
entusiastas del lugar decidieron con mucho esfuerzo, entusiasmo y buena dosis
de romanticismo recuperar ese complejo hidráulico para conocimiento de las
nuevas generaciones.
Olegario
González Fernández, todo un maestro en los trabajos etnográficos y escayolista
de profesión llevaba tiempo pensando en lograr que el viejo molino de su aldea,
El Navaliegu, volviera a dar vida a la molienda y constituyera un símbolo de
una época casi olvidada. Con el apoyo inestimable de Manuel Amalio González
Buelga- Tordu -y gentes del pueblo como Manuel Álvarez Suárez-Porrín- entre
otros, se pusieron manos a la obra y en cinco meses de trabajos intensos han
conseguido renovar un entorno y revitalizar el viejo molino como una obra
estupenda y cargada de sensaciones y verdad emocional. En ese lugar donde
habita ese notable complejo de agua y piedra, todo es distinto y lo que era un
área perdida en el tiempo la han convertido en una recreación para los sentidos
con una estética natural rodeada de árboles decorativos, caminos, balaustradas,
arte etnográfico y muchas ideas para convertir el Molín del Navaliegu en una
visita obligada para los amantes de las tradiciones y las obras bien hechas.
Con una ajustada balsa con agua procedente del arroyo Navaliegu, la fuerza
acuática domada empuja con fuerza los viejos artilugios hidráulicos y la rueda
de la molienda comienza su danza en movimientos acompasados y ruidosos. Para
Olegario el ver rodar esa vetusta piedra ha significado una sensación
indescriptible y una compensación al trabajo y al esfuerzo de estos últimos
meses. Toda la obra fue costeada por Olegario y la aportación de las gentes del
pueblo en plan sextaferia, realidad a la que los vecinos de El Navaliegu están
muy acostumbrados, aunque a decir verdad en la actualidad este caserío agarrado
a Peña Mea y a los altos de la Colladona está quedando sin alma humana pues
muchos de sus habitantes bajaron a vivir a la Pola y ahora mismo sólo quedan
siete personas disfrutando del pueblo, entre ellos una maestra que acaba de
llegar de Palma de Mallorca y que tiene el puesto de trabajo en el Colegio
Público Elena Sánchez Tamargo de Pola de Laviana. El ambiente suele llegar
durante los fines de semana que es cuando estos entornos se animan por la
presencia de muchas familias. En otro tiempo llegaron habitar en este solar más
de ochenta habitantes, muchos de ellos aguerridos mineros que dejaron impronta
en los pozos del Nalón y de toda Asturias.
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Hoy,
El Navaliegu ve pasar la vida con la esperanza de alcanzar nuevamente el
esplendor de antaño y para ello Olegario y Manuel Amalio confían en que el
viejo molino fluvial recuperado sirva de aliciente para que muchos amantes de
la etnografía y la naturaleza se dejen caer por estos bellos contornos para
conocer a fondo lo que representa el ambiente rural en todo su ámbito. Además
algunas casas olvidadas han renovado su aspecto gracias al empuje de Olegario
que se ha propuesto adquirir la mayor parte de esas construcciones para formar
un núcleo de turismo rural y que los forasteros que se acerquen por aquí puedan
vivir de cerca la vida campesina. Algunos ya lo comprobaron, pues este verano
dos familias madrileñas convivieron durante unos días con los naturales de El
Navaliegu y comprendieron un poco mejor lo que es tener por norte la montaña,
el silencio de fondo y por base el barro de les caleyes y el mugir de la vacas.
El Navaliegu quiere renovar su estructura rural y con la puesta en marcha del
viejo molino fluvial el próximo día 12 de octubre, la vida comenzará nuevamente
a latir, con la maquila y el maíz de trasfondo, en este caserío sosegado y
tranquilo. Y todo por el entusiasmo popular de unos esforzados románticos.
Lne
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