Artículo de Mónica G. Salas.
El concejo de Illas ostenta el
título honorífico de ser el concejo de la comarca avilesina que mejor preserva
la identidad rural y en ese marco ofrece a los visitantes la posibilidad de
pasear por una ruta que recorre algunas de las construcciones que antaño fueron
claves para la economía agrícola y ganadera de la zona. La ruta discurre entre
molinos, pero a diferencia de «Don Quijote de La Mancha», lo que Illas propone
es conocer molinos de agua. Como estímulo añadido, el recorrido está jalonado
de riachuelos, de bosques y de pequeñas y pintorescas aldeas. Todo eso
convierte a la ruta de los molinos en una de las más transitadas de la comarca.
La ruta es un itinerario de 6,3 kilómetros que se hace caminando sin mucha dificultad y que permite recrearse con los molinos que funcionaban antiguamente en Illas. En concreto, son cinco los que se podrán encontrar a lo largo de la ruta. El recorrido discurre por caminos sin grandes desniveles, siendo la cota más baja de altitud de 60 metros -localizada en el puente de Las Rodadas- y la más alta de 180 metros, en Joyana. El itinerario está indicado a lo largo de todo el recorrido. Así, habrá que tomar como punto de partida el albergue de Sanzadornín, donde se puede contemplar la capilla de la Virgen de los Remedios, del siglo XVIII. Al otro lado de la carretera se encuentra una fuente, que lleva por nombre el mismo que el de la capilla. En este primer tramo hay que tomar la carretera AS-321 en dirección a Avilés, siguiendo el curso del río Roxico, que es el que alimenta de agua a los dos primeros molinos: el de La Vega y el de Llana. El primero de ellos se trata de una construcción pequeña situada en el margen derecho del arroyo Roxico. Muy cerca, pero en la otra orilla, se encuentra el antiguo molino-vivienda de Llana.
A partir de aquí hay que continuar por un camino situado a la izquierda donde los turistas se encontrarán con el puente de Las Rodadas, construido sobre el arroyo Casal que marca el límite entre los concejos de Illas y Corvera. En este trayecto se podrá disfrutar de un frondoso bosque formado por abedules, avellanos, laureles y alisos, entre otros, y los praos de San Félix - donde hace años se encontraba una ermita-, además de la fauna típica que rodea a estos ecosistemas.
El siguiente molino es el de Velasco; restaurado en 1999 por José Manuel Rodríguez Carreño, se conserva en perfecto estado y con todos los elementos originales. Este ingenio hidráulico es el mayor reclamo de la ruta. En la parte superior del molino se puede observar la entrada del canal de agua al interior del edificio.
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Una vez pasado este molino, hay que continuar a la vera del río Casal, dejando
a la derecha una antigua central eléctrica que suministró energía a gran parte
del municipio hace años. Un poco más adelante se encuentra el molino de Las
Vegas y junto a él un antiguo caserío.
Antes de llegar al último molino, uno de los puntos de interés de la ruta es el palacio de Bárcena, compuesto por una torre y una capilla de los siglos XVI y XVII. La torre, de planta cuadrada, es una edificación de dos pisos, con buhardilla. Por su parte, la capilla es de planta rectangular. Todo este conjunto está cerrado por un muro de piedra y destaca por la sencillez y la falta de de ornamentación del conjunto.
Llegados a La Callezuela, la capital de Illas, los paseantes tiene a tiro de piedra el último molino: el de Sollovio, donde concluye la ruta. A este molino se accede por un camino que arranca desde la iglesia de San Julián de Illas. En este punto, una vez finalizado el paseo, los visitantes también podrán aprovechar -según la estación del año en la que realicen la ruta- para pegarse un chapuzón en las piscinas fluviales de Sollovio, las primeras de estas características en la región y que fueron inauguradas en 2009. Sin distingos de épocas del año, otra de las posibilidades para rematar la jornada en Illas es disfrutar de la contundente gastronomía local en alguno de los establecimientos del municipio que sirven comidas.
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