Patrimonio Industrial nacional e internacional

PATRIMONIO INDUSTRIAL - INDUSTRIAL HERITAGE - PATRIMOINE INDUSTRIEL

miércoles, 22 de agosto de 2012

El Molino Quico de Canales- La Magdalena (León)


Cuando la luz se llamaba Quico
A punto de cumplir 100 años, el Molino de Quico, ubicado en la localidad de Canales, reabre hoy sus puertas para mostrar cómo se molía la harina hace un siglo, se fabricaba la luz y se cortaban maderos utilizando exclusivamente la fuerza del agua. Este centenario de apariencia adolescente, tras el liftingal que le han sometido sus dueños en el último año y medio para limpiar, pulir, ordenar y pintar su cascarón de 1.200 metros cuadrados, puede presumir de mantener todos sus ‘órganos’ a punto.

Protegidas por un armazón de madera de roble, sus tres piedras naturales estriadas de 4.000 kilos cada una y 1,3 metros de diámetro, siguen siendo capaces de triturar el trigo y convertirlo en finísima harina tras completar un viaje con ascensión al cernido, para separar la maleza (el salvado) del producto final. El molino se construyó en 1913 y logró la concesión del agua que atraviesa su barriga un año más tarde. Su actual propietario, Francisco Fernández Díez, cuarta generación de Quicos, recuerda que «la gente venía con caballos, burros o carros con vacas de los pueblos de la redonda para moler en sus ruedas, una de ellas dedicada a la molienda para el ganado, que ahora está cargada con maíz y trigo». En el recinto se podían llegar a moler hasta 6.000 kilos al día.

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Otro de sus atractivos, en plena era digital, es constatar la inventiva humana para alumbrar los hogares, ya que desde sus instalaciones se abastecía a La Magdalena y Canales. «La fábrica de luz gestionaba 1.000 bombillas que sólo se encendían por la noche, salvo los domingos, en que se adelantaba un poco para dejar ver la televisión», explica. De hecho, la frase «ya viene Quico» se popularizó en la zona como sinónimo de «ahí viene la luz». Para hacer más vistoso el recorrido explicativo, se colocó un cristal para visualizar la fuerza del agua junto a la turbina y el timón de la potencia. En la sala de contadores se conserva el cuadro de palancas que activaban el paso de la electricidad a los pueblos, coronado por seis mini pararrayos para evitar incendios en el molino y en las líneas. Fernández también muestra orgulloso decenas de piezas de museo, como los limitadores Electrothermos que chivaban si se encendían dos bombillas en un tiempo, los años 60, en que la factura de la luz se saldaba con 22 pesetas. La sierra unida a un tramo de vías de tren también está en uso. En ella se cortaban tablones, árboles y todo tipo de maderas con el empuje del Luna. Según confiesa, le «presta que la gente venga a verlo».


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