Cuando
la luz se llamaba Quico
A punto de cumplir 100 años, el
Molino de Quico, ubicado en la localidad de Canales, reabre hoy sus puertas
para mostrar cómo se molía la harina hace un siglo, se fabricaba la luz y se
cortaban maderos utilizando exclusivamente la fuerza del agua. Este centenario
de apariencia adolescente, tras el liftingal que le han sometido sus
dueños en el último año y medio para limpiar, pulir, ordenar y pintar su
cascarón de 1.200 metros cuadrados, puede presumir de mantener todos sus
‘órganos’ a punto.
Protegidas por un armazón de madera
de roble, sus tres piedras naturales estriadas de 4.000 kilos cada una y 1,3
metros de diámetro, siguen siendo capaces de triturar el trigo y convertirlo en
finísima harina tras completar un viaje con ascensión al cernido, para separar
la maleza (el salvado) del producto final. El molino se construyó en 1913 y
logró la concesión del agua que atraviesa su barriga un año más tarde. Su
actual propietario, Francisco Fernández Díez, cuarta generación de Quicos,
recuerda que «la gente venía con caballos, burros o carros con vacas de los
pueblos de la redonda para moler en sus ruedas, una de ellas dedicada a la
molienda para el ganado, que ahora está cargada con maíz y trigo». En el
recinto se podían llegar a moler hasta 6.000 kilos al día.
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Otro de sus atractivos, en plena era
digital, es constatar la inventiva humana para alumbrar los hogares, ya que
desde sus instalaciones se abastecía a La Magdalena y Canales. «La fábrica de
luz gestionaba 1.000 bombillas que sólo se encendían por la noche, salvo los
domingos, en que se adelantaba un poco para dejar ver la televisión», explica.
De hecho, la frase «ya viene Quico» se popularizó en la zona como sinónimo de
«ahí viene la luz». Para hacer más vistoso el recorrido explicativo, se colocó
un cristal para visualizar la fuerza del agua junto a la turbina y el timón de
la potencia. En la sala de contadores se conserva el cuadro de palancas que
activaban el paso de la electricidad a los pueblos, coronado por seis mini
pararrayos para evitar incendios en el molino y en las líneas. Fernández
también muestra orgulloso decenas de piezas de museo, como los limitadores
Electrothermos que chivaban si se encendían dos bombillas en un tiempo, los
años 60, en que la factura de la luz se saldaba con 22 pesetas. La sierra unida
a un tramo de vías de tren también está en uso. En ella se cortaban tablones,
árboles y todo tipo de maderas con el empuje del Luna. Según confiesa, le
«presta que la gente venga a verlo».
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