Reconvertir
el lavadero de La Recuelga en fábrica de harina de castaña podría dar 40
empleos.
Artículo de Mar Iglesias para La
Nueva Crónica
Aunque desde Madrid, el arquitecto
Adrián Díez no olvida su pasado en Toreno y su pasión por el Bierzo desde el
que ha vivido la muerte de la minería del carbón, ahora más patente, «pero hace
tiempo que se veía venir», puntualiza. Es el mismo que decidió hacer algo por
la zona y mirar más allá que los esqueletos de las explotaciones que van
quedando.
El lavadero de carbón de La
Recuelga, en Santa Cruz del Sil, del municipio de Páramo, grandioso en su
estructura que se deja ver al paso de la CL-631 le dio la idea de compartir
ese, ahora pasado minero, en algo que vuelva a la vida. Y Díez Campos se puso
manos a la obra redactando una memoria descriptiva preparada para que cualquier
administración o particular emprendedor pueda dar una segunda vida a las
instalaciones, relacionado con lo que se presume que serán las dos bases de
futuro para el Bierzo: el turismo y la agroalimentación.
Crear una fábrica de harina de castañas,
unido a una facción de conocimiento minero como museo, era su propuesta, en
vistas a la carencia de la fase transformadora de un cultivo que se da
prolijamente en esa zona y a mantener la memoria útil de las explotaciones
mineras.
Díez reconoce que su intención era
«lanzar la idea para ver si a alguien le interesaba cogerla», pero, desde que
la diera a conocer, a principios de año «nadie se ha puesto en contacto conmigo
interesado en ella». Ahora considera que podría ser un buen momento, en vistas
a que se están recogiendo proyectos emprendedores para las cuencas dentro de
los planes de dinamización y de transición «espero que este no se les olvide»,
pide el arquitecto, que reconoce que presentó el proyecto a la fórmula de
Bierzo Hub, plataforma de desarrollo que recogió su memoria «dijeron que les
gustaba, pero no me han dicho nada más», asegura.
Aunque el proyecto no cuenta, en su
memoria con un presupuesto determinado Díez advierte que «con un millón de
euros podría recuperarse», aunque la obra completa podría triplicar ese
presupuesto. Una vez diseñado, considera que podría dar empleo a entre 30 y 40
operarios de manera directa, pero indirectamente podrían ser muchos más en una
zona, además, muy castigada por el fin del carbón.
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Se trata de «una propuesta
reactivadora del lugar y que ponga en valor procesos sociales», reza en su
memoria. La Recuelga data de 1939, cuando comenzó a construirse y,
curiosamente, la mayor parte de la mano de obra era femenina «hoy este edificio
se ha convertido en un elemento significativo del paisaje». Su relación con los
castaños se la da la ubicación y la pretensión del transformado es para ofrecer
una alternativa no temporal, puesto que es una actividad para todo el año, que
pare un producto especial «una de las principales cualidades de la harina de
castaña es que es apto para celíacos e intolerantes a la lactosa», apunta.
La idea es que el lavadero se
convierta en «un centro de elaboración de harina de castaña así como también en
un centro de visita, conocimiento, prueba de productos con esta harina y museo
del antiguo lavadero». Uso público y uso productivo se integran en el mismo
espacio «sin que uno interfiera en el otro», explica Díez en su memoria.
Eso se consigue ideando dos espacios
diferenciados, uno industrial y otro humano «el antiguo lavadero servirá como
contenedor para albergar la maquinaria para el proceso de transformación de la
castaña, igual que lo hacía anteriormente con la maquinaria para el carbón».
Alrededor de la maquinaria se crearía el espacio público «con una serie de
pasarelas, escaleras y volúmenes que permitirán recorrer el edificio a la vez
que se observa el proceso industrial que está ocurriendo allí».
La estructura del edificio es
totalmente adaptable a la nueva realidad pretendida porque «está diseñada para
soportar las fuertes vibraciones a las que estaba sometido el edificio» por el
limpiado del carbón con máquinas de gran tonelaje. El edificio es una
estructura de hormigón sobre la que se asienta otra metálica. «En la parte
inferior, los pórticos se convierten en forma de arcos que soportaban las
tolvas que cargaban el carbón en los vagones del tren. De esta manera dejan un
espacio central libre de estructura que atraviesa todo el edificio».
La instalación estará situada donde
estaban las tolvas de carga de los trenes de carbón, un espacio debajo del
último forjado de la zona productiva. Todo el trabajo será visible con el fin
de cumplir el proceso turístico.
Díez sigue esperanzado en que alguna
administración fije sus ojos en la idea que ha iniciado, puesto que considera
que encaja a la perfección en los planes de transición «podría llevarlo una
administración y después que fuera una empresa la que lo gestionara», considera
a la espera de que una llamada haga posible su idea.
Fuente
de la noticia https://www.lanuevacronica.com
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