Artículo de Álvaro Vicente en Diario
Vasco
Las
veces que habrá pasado por esta zona sin percatarse de que en la falda de Ulía
se esconde uno de los mayores tesoros que tiene la ciudad. En la intersección
de la avenida José Elósegui con la carretera que lleva al alto de Ulía, a cien
metros del restaurante Arzak, están los primeros depósitos de agua de los que
se tiene constancia en San Sebastián. Hasta que fueron construidos a mediados
del siglo XIX, los donostiarras no tenían otra opción que acercarse a las
fuentes repartidas en distintos puntos de la ciudad para abastecerse de agua.
Hoy, los depósitos, situados en suelo municipal, están cerrados al público y
solo se abren en casos puntuales. Antton Larratxaun es el encargado del
mantenimiento de la finca desde que dejó de ser sede de los viveros municipales
en 2007. Ese año el Ayuntamiento decidió trasladar a terrenos de Altza la plantación
de flores y árboles que luego terminan en nuestros parques y jardines.
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Hace
diez días, pertrechados de casco, linternas y botas de agua, cerca de un
centenar de vecinos de Ulía pudieron recorrer esta instalación de 14.400 metros
cuadrados, previa solicitud al Ayuntamiento. Lo que llamó la atención de los
vecinos fue las grandes dimensiones de los depósitos y la riqueza floral de
este oasis urbano. El éxito obtenido llevará a sus promotores a repetir la
experiencia en cuanto sea posible porque la lista de espera no hace más que
engordar desde el pasado domingo.
El boca a boca ha funcionado.
También las solicitudes por correo electrónico (uliakoauzoelkartea@gmail.com).
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Pero
lo que buscan los vecinos de Ulía para poner fin a esta lista de espera es que
el acceso a este parque sea abierto al público mientras el Ayuntamiento no se
decida a impulsar el plan urbanístico aprobado en la pasada legislatura. El
Plan Especial prevé construir viviendas, un gran parque público y un museo
sobre el agua y la biodiversidad.
Con
idea de aprovechar este espacio para todos los públicos, la licenciada en
Ciencias Ambientales y vecina de Ulía, Leire Rodríguez, ha desarrollado un
proyecto en esta finca para poner en marcha un huerto-jardín comunitario como
los que ya existen en Alemania, Inglaterra o Francia. «Surge la posibilidad de
aprovechar estos terrenos ya acondicionados por la pasada actividad de la finca
para el cultivo de hortalizas, flores y plantas, así como para el paseo por un
parque agradable y con mucho valor histórico para la ciudad», advierte
Rodríguez. «Toda la corporación» ve con buenos ojos el proyecto presentado por
la asociación, pero la pega está en el Plan Especial en vigor. Si éste no se
suspende, no es posible darle a la finca otro uso distinto al aprobado.
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Uliako
Lore-Baratzak, como así se ha bautizado el proyecto, pretende que el conjunto
de la finca sea «un parque abierto, con especial atención a la accesibilidad
por parte de las personas con movilidad reducida, y se proponen diferentes
opciones para la organización de los espacios hortícolas». Se calcula que se
podrían habilitar 40 parcelas individuales de 30 metros cuadrados cada una. Una
comisión gestionaría el parque de forma voluntaria. Estamos ante una finca en
la que existen especies como el sapo partero común, murciélagos, tritones
palmeados, petirrojos, chochines, zorzales...
Informe
de Aranzadi
Los
vecinos de Ulía defienden la riqueza de esta zona para convencer al gobierno
municipal a que abra las puertas y a poder ser frene cualquier operación
urbanística. Para ello, entre otras razones, echan mano de un informe de
Aranzadi en el que se apunta que los depósitos están en «excelente» estado de
conservación, representan «uno de los valores arquitectónicos más destacados»
de la ciudad y son «interesantes ejemplos de la arquitectura pública de finales
del siglo XIX». Aranzadi añade que sería «contraproducente» la ejecución de
«ningún tipo de construcción de cierta envergadura» sobre los depósitos, dado
que podría conllevar la «ruina» de los mismos.
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La
lectura del informe de Aranzadi fue una de las patas sobre las que se apoyó la
visita guiada, el pasado fin de semana. La otra, la historia y descripción de
los depósitos. Leire Rodríguez ejerció de guía junto a Antton Larratxaun. Así,
los visitantes descubrieron -descubrimos- que la superficie en planta de los
depósitos es de 3.500 m2, tienen una altura de 6-7 metros y disponen de una
capacidad de almacenamiento de agua de 17.000 m3. Su construcción data de
1871-72, en el caso de Soroborda, y del periodo 1894-1895, el llamado Buskando.
Durante décadas fueron utilizados para satisfacer las crecientes demandas de
agua de la población, sobre todo en verano por la llegada de turistas. Hasta
entonces la ciudad se había arreglado con el agua procedente de las fuentes de
Morlans y Ulía.
El
primero de los depósitos, del de Soroborda, se construyó para poder contener el
agua que llegaba a esta zona procedente de un arroyo próximo. Su nombre se debe
a una borda que existió en esta zona de Ulía. El depósito de agua se quedó
pronto pequeño para una ciudad que contaba con más de veinte mil personas y que
ganaba población con los años debido al crecimiento de la industria. Se decidió
entonces construir un segundo depósito de agua, de nombre Buskando, en recuerdo
de un viejo caserío que existió sobre 1812 en Ulía. El nuevo depósito de agua
entró en funcionamiento en 1899 y tenía una capacidad para almacenar 10.000
metros cúbicos de agua. Ya para el año 1900, la ciudad contaba con una
población de 37.812 habitantes. Asensio Larrañaga, de Zumaia, se ocupó del
mantenimiento de los depósitos del agua. A éste le sucedió en el puesto su
yerno Ignacio Larretxea; luego llegó su hijo, José Larretxea, y más tarde
Antxon Larretxea.
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El
segundo depósito se quedó nuevamente pequeño para la creciente población de San
Sebastián. El arroyo del monte Ulía no era suficiente y se recurrió al monte
Txoritokieta. Desde este punto, en la vertiente de Ulía que da al mar, se
canalizaron las aguas para llevarlas hasta Buskando. Este depósito se dejó de
utilizar en 1982 cuando San Sebastián se empezó a abastecer ya de los depósitos
de Mons y de Artikutza.
El
depósito de Buskando está formado por numerosos pilares que sustentan unas
bóvedas de piedra. La temperatura es fría. Visto desde dentro da la sensación
de estar en una catedral en la que la luz se cuela a través de los ventanales.
Vecinos de Ulía y otros que formaron parte de estas visitas guiadas consideran
que estamos ante «un tesoro único infrautilizado al que hay que darle vida».
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