Autor
artículo: Miguel A. Gutiérrez en Lne
José Hortensio Velasco Rabanal no usa
látigo, no lleva sombrero de ala ancha y no da clases en la Universidad
Barnett. A pesar de ello, guarda similitudes con Indiana Jones. Cada fin de
semana, este profesor de Primaria se cuelga la cámara de fotos al cuello, coge
la mochila y se enfunda el traje de arqueólogo industrial. La pasión de
Velasco es el patrimonio minero y los hallazgos atesorados a lo largo de los
últimos quince años se guardan en imágenes. En esos tres lustros, este docente
ha realizado miles de fotografías hasta configurar un archivo personal de
bocaminas, vagonetas, galerías y castilletes que actualmente alcanza las 8.000
imágenes.
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Velasco, nacido en Sama, se trasladó
de joven a El Entrego. Durante unos meses trabajó como minero en el plano de
Modesta y toda su familia está vinculada al carbón. Su profesión de maestro le
llevó fuera de Asturias. De hecho, actualmente reside en Cantabria aunque
regresa cada fin de semana para buscar nuevos tesoros. "Empecé saliendo yo
sólo, hace quince años. Ya se veía venir el declive de la minería y de alguna
forma quería que se preservara ese legado, aunque fuera en fotos".
Otros apasionados del patrimonio
industrial se han ido sumando a Velasco a lo largo de los años.
"Actualmente en la cuadrilla también están Mario, Emilio y José Luis.
Todos tenemos, de alguna u otra manera, vinculación con la mina". El amor
por las primitivas explotaciones carboneras no basta para ser un buen
explorador. También es necesario estar en forma: "A veces te metes cinco
horas de caminata, caleyando por cuestas que parecen el fin del mundo. Hay
minas que son fáciles de localizar, pero hay sitios que están apartados y a los
que hace tiempo que no ha ido nadie". Al contrario de lo que ocurre con
Indiana Jones, no hace falta machete para abrirse paso entre la maleza. El
cayáu es suficiente.
La labor de documentación también es
ardua. Antes de planificar una expedición, Velasco busca información en libros,
antiguos planos e Internet, si bien la fuente más fidedigna es "lo que te
cuenta la gente mayor que vive en la zona o que trabajó en las minas". En
todos los años que lleva buscando huellas del patrimonio minero, este maestro
se ha encontrado con "cosas increíbles, especialmente minas de
montaña": "Turón es un microcosmos minero. En la parte leonesa del
puerto de Tarna hay una antigua explotación de mercurio con paredes tan pulidas
que parecen un paisaje marciano y en Aller hay una mina de montaña con 38
niveles".
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Peligros
El exceso de celo de algunos
vigilantes de seguridad no es el único peligro que han tenido que sortear
Velasco y sus compañeros. En ocasiones se han adentrado en bocaminas con
rudimentarias entibaciones que amenazaban con venirse abajo. El sentido común
siempre marcó el límite. "En una mina en el puerto de Ventana anduvimos unos
150 metros por una galería y tuvimos que darnos la vuelta porque empezamos a
sudar en frío y respirar mal por los gases. Todos tenemos experiencia y sabemos
hasta dónde se puede llegar".
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