Entrevista
al arquitecto responsable de la rehabilitación del pozo, José Ramón Fernández
Molina, en el periódico El Comercio.
Artículo
realizado por Alejandro Fuente
José Ramón Fernández Molina (Oviedo, 1951) es
el arquitecto responsable de la rehabilitación del Pozo Santa Bárbara, ubicado en
el valle de Turón, en Mieres.
Gran experto de lo que define como patrimonio
arqueológico industrial, habla de la zona con gran entusiasmo y asegura que
tienen mucho potencial, pero también mucho camino que recorrer.
–Se trata de una actuación compleja,
me imagino.
–Tenemos que partir de un hecho y es
que existe muy poca tradición e intervención en el patrimonio industrial. Por
otra parte, es una arquitectura de interés cultural. Por lo tanto, tiene los
mismos requisitos técnicos que pueda tener una catedral o cualquier edificio de
los llamados de cultura tradicional. En Santa Bárbara tenemos que ir con mucha
cautela, pero con la expectativa de que hay que actuar con responsabilidad y de
la mejor manera posible.
–¿Está yendo bien?
–Sí, tenemos los medios adecuados, con
una empresa constructora muy solvente que tiene una amplia experiencia de
trabajo en Castilla y León y en toda España. Y el promotor, la Dirección
General de Bellas Artes, conoce bien a esta gente. Yo, como dirección
facultativa, me siento plenamente apoyado. Lo que sí podemos descubrir es que
el objeto sobre el que estamos actuando es más importante de lo que pensamos. Y
a medida que vamos limpiando se va identificando la naturaleza de un pozo
minero, algo que sufre cambios continuos y que hay que resolver en tiempo real.
No hay unas pautas como con la construcción de un edificio en otro ámbito, con
un proyecto cerrado. Eso a veces da resultados complejos, como identificar qué
elementos son los que tienen valor y cuáles no. En restauración coinciden
varios ámbitos y sensibilidades. Todos esos campos hay que cohesionarlos y
generar una propuesta final que incida en su aspecto final, en potenciar las
cualidades que tenga el edificio, si son espaciales o su luminosidad. Siempre
bajo el criterio de ser fiel, sin manipular ni reinterpretar. Hay que
representar el edificio, en definitiva, para quien lo vaya a usar, lo disfrute
y lo sienta.
–¿Hay que tener en cuenta el uso que
se le va a dar?
–Claro, y en este caso pues añadimos
una dificultad mayor, ya que
el destino previsto está simplemente
enunciado. A día de hoy no se sabe a qué se va a destinar, aunque se supone que
va a ser con uso cultural vinculado a la tradición industrial del valle. Y
nosotros tenemos que trabajar pese a no tener se argumento, que sería un
proyecto museológico.
–La obra cuenta con un presupuesto de
poco más de 660.000. Con la
que está cayendo, ¿considera que es un
gasto adecuado en la actual
situación?
–Este proyecto comienza a generarse hace
cinco años, entonces todavía había obra pública. Sobre invertir en patrimonio
cultural, yo tengo una idea muy clara: se trata de una inversión de futuro, que
puede acabar generando un valor añadido. Yo nunca hablo de gasto, lo entiendo como
una inversión. Cuando hablamos del modelo de desarrollo, es necesario también
incidir en estos aspectos, hay que hablar de una economía de la cultura, de la
vinculación con el territorio, de la inteligencia emocional de la gente. Son procesos
a los que no estamos acostumbrados, pero que es nuestro inmediato futuro.
–¿Qué tiene de especial este pozo?
–Es el icono de un proceso
industrial que tuvo actividad durante cien años. Es tal vez el pozo más
importante de los que hay en el valle, es
su centro de gravedad. Y tiene una relación
sentimental con la gente;
está llamado a ser locomotora de ese
tren que debe ser un proyecto cultural de recuperación del valle. Crear una
marca de la zona
–La actuación incluye la
recuperación de unos elementos, pero deja fuera a otros. ¿Quedará coja la
rehabilitación?
–Sí, y es algo paradójico. Habrá un contraste
de elemento limpios con
otros sucios. Y eso debe servir de
estímulo para continuar. Ahora mismo ya estamos haciendo esfuerzos para ello,
además de ocuparnos técnicamente del proyecto. Hay declarado un entorno de Bien
de Interés Cultural, y ése debe ser el ámbito de actuación. Hay que seguir
programando fases para continuar con la recuperación. Es preciso seguir con los
dos edificios de las máquinas de extracción.
–No se debería de retrasar mucho.
–Efectivamente. Ha costado mucho poner
esta obra en marcha. No hay que perder la inercia. Por lo menos, debe de estar
programada para comenzar de forma seguida a la conclusión de esta fase.
–¿El antecedente del Pozo San José, también
rehabilitado pero sin uso, puede ser peligroso?
–Nos debe de poner de manifiesto lo que
son las malas prácticas de la gestión de lo público. Lo que queremos es evitar
que pase lo mismo en Santa Bárbara, por eso hay que hacer un planteamiento que
permita justificar la existencia de ambas instalaciones. No pueden permanecer vacías.
–¿Se debería de vertebrar todo el valle
para crear una oferta cultural?
–Por supuesto, se debe de hacer en el
valle una marca, como puede ser el parque histórico minero de Turón. Pero hay
que insertarla en la
oferta con la del valle de Nalón o
con los recursos de Arnao, en Castrillón. Hay que trabajar en red. Me parece que
es algo imprescindible.
–Este planteamiento lo ha puesto sobre
la mesa en el Ayuntamiento
de Mieres.
–Procuramos llamar la atención e implicarlos.
El Consistorio ha asumido la propuesta pero no puede hacer frente a este
proyecto en solitario. La dimensión y la escala de esta intervención puede
asustar, pero hay maneras de actuar más blandas; lo que planteamos es
concentrar el esfuerzo en Santa Bárbara y enseñar el resto del territorio.
–Me imagino que ya hay ejemplos similares
para la regeneración.
–No se va a sustituir el empleo que se
perdió, el modelo de desarrollo
es muy diferente. Pero se genera más
valor añadido, ya ha sucedido
en las cuencas industriales
europeas. En Francia hay once millones de turistas que andan por las distintas instalaciones
del turismo industrial, y Asturias puede ser uno de los polos importantes para
traer una masa importante de visitantes. Hay que proyectar la marca de forma
adecuada.
–Con la obra, ¿se dejan asesorar por
los residentes de la zona?
–Viene mucha gente que han trabajado
por el pozo. El otro día recibimos a una persona que comenzó a trabajar allí
con seis años de la mano de su padre. Sabía perfectamente cómo funcionaba todo
o dónde estaban las máquinas. Todo ese valor humanista de estas operaciones no tiene
precio. Estamos deseando que nos informen, yo estoy como una esponja. Y eso nos
permite actuar con más seguridad.
–Es decir, que se trata de un
proyecto permeable.
–Durante el proceso tenemos que estar
con los oídos y los ojos abiertos para incorporar toda la información posible.
Tenemos la limitación del presupuesto y los cambios tienen que ser a coste
cero. Esto añade otra dificultad a una rehabilitación, que tiene que ser una
obra abierta. Tenemos la ayuda de una serie de profesionales y el manejo de los
fondos documentales de Hunosa para intentar reconstruir la historia del pozo y
sus vicisitudes técnicas y laborales. Y por eso pedimos la implicación de los
vecinos y antiguos trabajadores, porque creo que puede ser un proyecto muy importante.
Esto tiene que convertirse en un plan socio-cultural, no solo técnico. Hay que
enganchar a la gente para que lo vea y los supervise.
–Tiene ahí a la asociación Cultural Santa
Bárbara.
–Yo les he pedido que los siete
mosqueteros que trabajan fuertemente en la sección de arqueología industrial se
conviertan en catorce o en muchos más. Este proyecto podría crecer en todos los
aspectos.
–¿Qué le parece el trabajo que ha realizado,
precisamente, esta asociación con la recuperación del socavón de La Rebaldana?
–Fantástico, y además creo que tiene
un especial mérito porque ellos
han trabajado con una gran
generosidad, con medios propios. Han trabajado como una ONG. Intervenir en el
patrimonio cultural tiene un montón de códigos y protocolos, como puede ser el
proyecto, comisión de Patrimonio, Consejería de Cultura, Instituto de
Patrimonio Cultural o Dirección General de Bellas Artes. Ellos han conseguido,
con una gran habilidad y con convicción de creer en lo que hacen, orillar ese itinerario
y, por medio de un atajo, llegar a ese objetivo muy presentable y,
sinceramente, muy valioso. Habría que seguir con este tipo de actuaciones, tipo
sextaferia. En el plan director del valle de Turón, hemos propuesto, de hecho, montar
un campamento de verano e involucrar a la Universidad. Que acudan estudiantes
porque hay mucho trabajo que hacer en los muchos socavones de la zona,
ingenieros o arquitectos. El socavón debería de estar integrado en el área de
protección del BIC, que se trata de un mero trámite administrativo.
"El
valle de Turón es como una mini cuenca del Ruhr"
Hay un elemento que, asegura José
Ramón Fernández Molina, es «fundamental» para entender la minería en la región:
el tren. Con la limpieza del pozo y la retirada de maleza, se descubren los
restos de lo que fue la arteria que daba vida al valle. Unas huellas que cree
se pueden seguir para recuperar el conjunto histórico.
–¿Qué importancia adquiere en Santa
Bárbara?
–Las empresas mineras son,
esencialmente, logísticas. Tiene que funcionar como una máquina y con altos
niveles de seguridad. El entendimiento de cómo ha funcionado el valle de Turón
nos da las pautas de los distintos elementos que forman parte del organismo, como
son los pozos de extracción vertical, el área logística, la red de
ferrocarriles, la de carreteras y la minería de montaña. Por lo tanto, el museo
territorial lo tiene todo, es una mini cuenca del Ruhr.
–Habla del ferrocarril que
vertebraba la zona, pero que ha desaparecido.
–Y es una verdadera lástima. Cuando se
integran en Hunosa todos los activos de Hulleras de Turón los costes de
mantenimiento del tren se hacen inasumibles y se opta por la carretera. Una de
las ideas que estamos planteando es recuperar el trazado con un fin turístico, como
en el Ecomuseo de Samuño en Langreo. Ya hemos hablado con el Museo del
Ferrocarril de Gijón para que se haga un estudio de viabilidad de este
ferrocarril.
–¿Este ambicioso plan se puede hacer
realidad?
–Hace falta un proyecto estratégico,
un plan director de todo el valle.
Que nadie dude que tenemos un diamante
en bruto, pero que hace falta pulirlo. Pero todo esto exige la creación de
consorcios, de establecer convenios y de la necesidad de compartir. Tienen que
participar las tres administraciones. También Hunosa, que es la propietaria, y
que tiene que gestionar y administrar todo lo que tiene; y la Confederación
Hidrográfica del Cantábrico, porque todo lo que se haga en este valle está
afectado por la disciplina y la autoridad fluvial. Hay que sentarlos en una misma
mesa y plasmar las intenciones para el valle, que tienen que estar apoyadas por
un plan técnico. Esto ya lo tiene el Ayuntamiento de Mieres.
–¿Y la gente?
–Sí, también hay que implicarla. Hay
que crear boletines de enganche y hay que organizarlos también. Por eso, hay que plantearlo en clave
de proyecto cultural. Primero, que la gente se aproxime a la obra. De ahí que
considere que las visitas guiadas de este verano en la obra deben tener
continuidad, tomando el relevo el Ayuntamiento y el Principado. La asociación Santa
Bárbara puede realizar la labor de los monitores. Como hay que colorear esta
oferta, se puede hacer a través de un vehículo que es el arte, que se puede plantear
en términos audiovisuales o corales, se puede fomentar una Noche Blanca. Una
vez que los espacios estén presentables tras una limpieza, se puede plantear la
actuación de artistas.
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