En
Arnao (Asturias) han planteado una original propuesta para turistas interesados
en el patrimonio industrial minero. Se trata de descender por el pozo de Arnao,
que fue la primera explotación carbonífera de Asturias. Según la noticia que transcribo
a continuación los visitantes recorrerán 80 metros de galerías. Además antes de
entrar en el pozo disfrutarán de las increíbles vistas y del castillete.
Me
parece que es una idea muy interesante. A continuación os pongo toda la noticia con alguna de sus imágenes.
El viaje dura menos de
un minuto. Durante el suave descenso, 19 metros en vertical, grandes
cristaleras permiten apreciar el ladrillo que recubre la caña del pozo de
Arnao, la primera explotación carbonífera de Asturias y posiblemente de España,
y la primera que se adentra bajo el lecho marino. Hoy, casi un siglo después de
su clausura, en 1915, LA VOZ vuelve a descender en la jaula a las entrañas de
la mina. Hay espacio para ocho personas. No mineros, sino turistas, el nuevo filón.
Castrillón recupera su pasado industrial para encarar su futuro. Si no hay
contratiempos, la mina de Arnao recuperará la actividad el próximo verano.
Una vez en la cota -19, la jaula se detiene. No es la original. Las dos que había se conservan, y al menos una formará parte del recorrido turístico. En sus tiempos como explotación carbonífera, el descenso continuaba otros sesenta metros, pero ahora resulta imposible. El agua, que desprende un fuerte olor a azufre, la ha inundado, al igual que sucede con la mayor parte del entramado de varios kilómetros de galerías. Las más profundas se situaban 200 metros por debajo del fondo del mar, cuyas filtraciones obligaron a la Real Compañía Asturiana, ahora integrada en Asturiana de Zinc, a clausurar la explotación.
Lo primero que llama
la atención es la luz que penetra a través de una de las tres galerías que se
abren nada más salir del ascensor, en la cruz. Es la galería Norte, la que sale
a la playa, que se intuye desde el interior. Las otras dos aún están envueltas
en la oscuridad. Una asciende en un plano inclinado, que en su día comunicaba
con el exterior. La otra se dirige al Sur, tierra adentro. Es el camino a
seguir, aunque todavía es demasiado pronto.
Una vez entre en
servicio, los visitantes recorrerán unos 80 metros de galerías. Hay al menos
otros tantos susceptibles de abrirse al público, posiblemente muchos más, pero
de momento, el presupuesto manda. Son cinco millones de euros, aportados por
Europa y por el Ayuntamiento de Castrillón, que reclama al Principado, hasta el
momento sin éxito, que se implique en el ambicioso proyecto. Lo que está en
marcha es la primera fase, y se espera que haya una segunda.
La visita comenzará
arriba, en el castillete, aunque en realidad, el visitante ya empezará a disfrutar
cuando observen el paisaje que se abre nada más cruzar, a pie, el pequeño túnel
que separa el poblado de Arnao y las instalaciones industriales, en pleno
funcionamiento, de la playa, un rincón de extraña belleza, peculiar, como
anclado en el pasado.
Al fondo, a unos 300
metros de distancia, sobresale el castillete, de color gris. Se lo proporciona
las escamas que lo recubren. Son de zinc, y al restaurarlas, se descubrió que
una de ellas llevaba la firma de los zinqueros que las colocaron allí en los años
50 del pasado siglo para proteger el castillete de la degradación y el olvido
en el que estuvo tanto tiempo sumido. Hasta ahora.
De zinc
El castillete es el
elemento central de un conjunto construido a horcajadas sobre la ladera que cae
hasta la playa. Uno de los espacios albergaba la maquinaria de la jaula, y otro
era el garaje del que partía 'Eleonore', la máquina de vapor encargada de
transportar el material extraído hasta la cercana factoría o, la mayoría de las
veces, hacia el puerto de San Juan, donde embarcaba.
El tercer elemento es
el casino, una edificación amplia y diáfana, de dos plantas, cuya adquisición
absorbió uno de los cinco millones del presupuesto. Es la puerta de acceso al
castillete. En primer lugar, se proyectará un montaje audiovisual que mostrará
la historia de Arnao, que es lo mismo que decir la historia de la mina y de las
gentes que trabajaron en ella. Después, los visitantes recorrerán tres salas de
exposiciones antes de acceder a la jaula que desciende hasta la mina. La salida,
tras completar los 80 metros de trayecto, se realizará a pie, a través de la
galería que desemboca en la playa.
El ascensor sigue en
período de pruebas, y la cubierta del casino no está completa. Quedan cosas por
hacer, pero la mina de Arnao está prácticamente en condiciones de volver a
generar riqueza a su alrededor. El Ayuntamiento trabaja en pos de situarla en
los circuitos internacionales relacionados con el patrimonio histórico e
industrial. Cada vez están más transitados, y Arnao reúne todos los ingredientes
necesarios para ocupar un espacio relevante en ese emergente mapa turístico.
Hay que remontarse
hasta el año 1851 para encontrar los orígenes de la mina de Arnao. Un fraile de
Naveces, Agustín Montero, halló una piedra negra semejante al carbón vegetal,
el único que en aquel entonces se conocía en Asturias, y comunicó su hallazgo
al emperador Felipe II, que ordenó extraer el mineral para su exportación.
Mucho tiempo después, en 1833, la Real Compañía Asturiana de Minas, constituida
con capital belga, iniciaba la explotación, que se mantuvo activa hasta la gran
inundación de 1915. El carbón era pobre, poco bituminoso, inapropiado para la
siderurgia pero ideal para el zinc, mineral que aún hoy se produce la factoría
de Arnao.
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