Artículo
de Antonio Botías en La Verdad
A los regantes de La Ñora les
sucedió en 1935 lo mismo que a su célebre noria. Pero al revés. Porque ella,
mientras el agua acarició sus remotos cangilones, nunca se detuvo. Y los
huertanos comenzaron a moverse cuando no tuvieron suficientes caudales para sus
bancales. Los hechos comenzaron como una sencilla nota en los diarios, en
apariencia inofensiva. Como todas.
La reunión o juntamento del
Heredamiento de La Ñora se fijó para el 23 de diciembre. En el orden del día
figuraba el debate sobre «la sustitución de la rueda actual por otra metálica».
Levante Agrario denunció que la noticia no debía pasar inadvertida. Y le dedicó
su portada, foto incluida. «Generaciones enteras -clamaba el redactor- han
contemplado ese artefacto que tan bien compone el paisaje huertano sobre la
ancha acequia de Aljufía».
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El rotativo reconocía que los
cangilones de la rueda estaban «viejos, desarticulados, tal vez inservibles»,
pero añadía que representaban «un signo de la personalidad murciana». De hecho,
la rueda ya era en aquellos años un foco de atracción del turismo -por llamarlo
algo- y sus fotografías protagonizaban postales y libros como símbolo de
Murcia.
La Comisión Gestora municipal, una
suerte de Junta de Gobierno, tomó cartas en el asunto en su sesión del mismo
día 13. Los concejales, a propuesta del edil Fernando Servet, acordaron que se
estudiara la forma de desviar el agua de la acequia hacia otro lugar, donde
quedaría emplazada la nueva noria, «dejando siempre cantidad bastante para que
la rueda continúe movida».
Los regantes, a lo suyo
En el juntamento anunciado, los
regantes se atrevieron a debatir cómo sería la nueva rueda, acordando que el
armazón fuera metálico; y de madera los cangilones y otras estructuras
exteriores. Pero la fuerte discusión que causó el encuentro, junto a «algunas
anormalidades» en el presupuesto presentado por un contratista, aconsejó
retrasar el acuerdo hasta un posterior juntamento, convocado el 15 de enero de
1936.
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Fiel a su campaña en defensa de la
rueda, Levante Agrario publicó algunos rebuscos históricos sobre el artefacto,
obra del escritor y ñorense Luis Orts. Según la crónica, los frailes jerónimos
establecieron en aquellos pagos su monasterio y una rueda primitiva que, tras
sufrir la comunidad una devastadora inundación, les obligó a trasladar el edificio.
Entonces instalaron una segunda noria, que estuvo en servicio hasta mediados
del siglo XIX. La tercera era la que en 1936 se propuso sustituir.
Orts, en cambio, no escribió ni
media frase sobre el origen árabe de la primigenia rueda. Los otros grandes diarios
de la época, 'El Liberal' y 'El Tiempo', permanecieron al margen de la
polémica, limitándose a publicar breves sobre el particular, al menos hasta el
16 de enero.
La rueda fue sentenciada a la
demolición en el juntamento del día 15. 'El Liberal', en esta ocasión, incluyó
en su portada la noticia. Diversas personalidades, entre ellas el director del
Museo Arqueológico, Fernández de Avilés, mostraron su indignación.
Tampoco faltó quienes justificaran
el cambio, entre ellos el escritor Alberto Sevilla, que lamentó que se
insultara los apellidos Guirao, Ballesta, Pascual de Riquelme, Pérez Marín o
Torres de Parada, «personas muy respetables» y vinculadas, claro, al
Heredamiento. Sevilla y el catedrático de Literatura, Joaquín de
Entrambasaguas, se enzarzaron en otro legendario duelo de artículos
periodísticos, uno a favor y el otro en contra, que logró acaparar la atención
de todos los diarios.
Entretanto, 'El Liberal' relataba
una leyenda sobre la noria. En una remota época, el más rico heredero de la ciudad
enfermó de melancolía. Los médicos le aconsejaron pasar una temporada en La
Ñora, entonces una apacible aldea. Cada día, el joven acostumbraba a entrenerse
contemplando el movimiento de la rueda, quizá por aquello de que la tristeza o
aliacán siempre se curó en la huerta viendo el agua pasar. Pero quien pasó fue
una moza huertana.
El muchacho, primero, hizo amistad
con ella, hasta acabar enamorado. Y la pasión fulminó su melancolía. Los
lugareños, admirados por la transformación que había experimentado el joven,
comentaron que la noria «le había sacado el asno».
El ministro interviene
Cuando se creía consumado el
atentado contra la rueda, a comienzos del mes de marzo, el ministro de
Agricultura envió un telegrama al alcalde de Murcia para ordenarle, a petición
de la Academia de la Historia, que no se sustituyera la noria. La Junta de
Hacendados, por otro lado, escurrió el bulto argumentando que era una cuestión
propia del Heredamiento.
El juntamento se verificó el 6 de
marzo. Los regantes ratificaron su acuerdo de sustituirla, pues no es «la rueda
que colocaron los árabes, sino que es una de las varias que se han ido
construyendo después». Y para evitar más polémica optaron por comenzar, esa
mañana misma, a desmontarla. Con un par.
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La inauguración de la nueva rueda se
celebró el 22 de marzo. Fue realizada en el taller de fundición de José Antonio
Rueda [¡Rueda tenía que llamarse!]. El fundidor abrió las puertas de su
industria a 'El Liberal', que inmortalizó el proceso de fabricación del
artilugio. Su coste ascendió a 26.175 pesetas. Según Rueda, el aparato «puede
estar elevando agua dos o tres siglos sin alterarse lo más mínimo». Ahí sigue.
A Levante Agrario solo le quedó
lamentar la decisión del Heredamiento. «Otra veneración que se pierde ante la
indiferencia de un tiempo distraído por ignorancia», publicó en las mismas
páginas donde advertía de que acaso llegue el día en que «habrá quien le
variará a Murcia hasta el nombre, ya que lo que priva es no tener cosa alguna
quieta y sosegada».
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