La colaboración entre el Cabildo de
Fuerteventura y el Ayuntamiento de La Oliva ha permitido poner en marcha la
recuperación de dos inmuebles históricos del pueblo de Corralejo que se
encontraban pendientes de restaurar: la Molina de Manolo Hierro y el Molino de
Domingo Domínguez.
Para poder llevar a cabo estos dos
proyectos ha sido necesario, en primer lugar, la adquisición de ambos
inmuebles, que se encontraban en manos privadas, por parte del Ayuntamiento de
La Oliva. El Cabildo de Fuerteventura, por su parte, ha asumido la redacción y
ejecución de ambos proyectos de restauración, así como de dotarlos de la
financiación necesaria, más de 300.000 euros entre los dos.
Tras este proceso, la rehabilitación
de la Molina de Manolo Hierro ha dado un paso importante durante la última
semana con el inicio de los trabajos de instalación de la maquinaria de
molienda ya restaurada. La molina al completo ha sido trasladada desde su
anterior ubicación en la calle Bajo Amarillo –donde había quedado relegada a un
pequeño solar entre dos edificios- hasta el solar propiedad del ayuntamiento,
en que no sólo se reubica el inmueble, sino donde además se está acondicionando
una nueva plaza pública.
Este mediodía visitaron las obras el
presidente del Cabildo, Mario Cabrera, la alcaldesa de La Oliva, Claudina
Morales, la consejera de Obras Públicas del Cabildo, Edilia Pérez, y el
concejal de Obras y Servicios, Miguel Van Daelle, acompañados de la autora y
directora del proyecto, Teresa Hierro.
La consejera de Obras Públicas del
Cabildo, Edilia Pérez, hizo hincapié en el interés que tiene para Corralejo
poder ver restauraros dos edificios históricos y emblemáticos del pueblo,
"que antiguamente junto a la Molina de Juan Morera se encontraban en un
espacio abierto y ligado al mar, nutriéndose de los vientos alisios para poder
funcionar y moler el gofio para todos los vecinos".
Con el desarrollo turístico de las
últimas décadas los tres edificios habían quedado enmarcados en el espacio
urbano, el cual, sin embargo, "ahora se revaloriza con la rehabilitación y
puesta en valor de las dos molinas y el molino, precisamente para el disfrute
de los vecinos y también de los turistas, que podrán conocer en esta nueva
plaza pública una parte importante de la historia de los majoreros, que gracias
a los molinos y molinas y al trabajo de los molineros podían abastecerse de lo
que hoy es un producto gastronómico que nos define, pero que en épocas
significaba la base de subsistencia de las familias", señaló Morales.
Imagen de la noticia |
La restauración y reubicación de la
Molina de Manolo Hierro es un proyecto que ha redactado, por encargo del
Cabildo, la arquitecta técnica María Teresa Hierro Hernández, natural de la
localidad y casualmente emparentada con el primer propietario de la molina.
El Cabildo invierte 117.000 euros en
la realización de este proyecto, que en lo respectivo a la obra de fábrica
ejecuta la empresa Construcciones Justín SL, y en la restauración propiamente
dicha de la maquinaria de molienda de la del taller de carpintería que regenta
Francisco Barrios en el pueblo de La Oliva. Las previsiones apuntan a la
finalización de todo el proyecto a mediados del mes próximo.
La técnico Teresa Hierro explica que
la molina había quedado en desuso en los años 80 del siglo pasado, después de
que un fuerte temporal arrancara las aspas de la molina y las arrastrara hasta
el fondo del mar.
El origen de este edificio se
remonta a los Llanos de la Concepción, donde en 1925 fue adquirida y trasladada
en burros y camellos hasta Corralejo por don Manuel Hierro, personaje ilustre
de la época que fue carpintero de ribera, alcalde pedáneo de Corralejo,
molinero y custodio del primer teléfono militar instalado en la localidad en el
año 1943.
Manuel Hierro Viera nació en Jandía
(Pájara) en 1893 y murió en Corralejo (La Oliva) en 1962. Relata la autora del
proyecto como anécdota, que el padre de Manolo Hierro, José Hierro Garrido,
vecino de Huelva que recaló en Fuerteventura para ser farero el de Jandía, es
la persona de la que procede este apellido actualmente extendido por diferentes
puntos de la Isla.
Del proyecto de restauración cabe
decir que se ha conseguido recuperar la mayor parte de los elementos originales
de la maquinaria de molienda, principalmente los de madera –entre ellos los más
importantes como la rueda dentada y el husillo-, y en menor medida los
metálicos, que se encontraban deteriorados a causa de la corrosión causada por
la cercanía del mar.
El edificio cuenta con un par de
elementos singulares entre las molinas de la Isla, al ser la única en contar
con una cubierta a cuatro caídas, lo cual puede estar relacionado con el hecho
de que Manuel Hierro fuera carpintero de ribera y decidiera fabricar el mismo
la cubierta. Y otro elemento interesante como sus seis aspas (de 6 metros cada
una), pues la mayoría de molinas y molinos funcionaban habitualmente con cuatro
aspas.
Si la maquinaria de la molina es
prácticamente la misma que antaño, el edificio se ha reproducido de manera
exacta con respecto a su ubicación anterior, recuperando incluso los elementos
más representativos, como los sillares de piedra grande de los cantos que se han
reubicado en las esquinas del edificio.
Se cree que este molino se remonta a
los años 50 el siglo pasado, y dicen los vecinos de la zona que recuerdan verlo
moler gofio hasta finales de los años 70. El arquitecto técnico que se ha
encargado de la redacción del proyecto ha sido Marcos Alonso Rodríguez.
A diferencia de la Molina de Manolo
Hierro, el Molino de Domingo Estévez si mantendrá su ubicación original,
quedando encuadrado en el solar que circundan las calles Pizarro, Isaac Peral y
Baja del Mejillón, muy cerca del tercer edificio de molienda de la zona, la
Molina de Juan Morera.
La restauración de este molino
comenzará próximamente, una vez que el Ayuntamiento de La Oliva ha resuelto la
adquisición del inmueble y el terreno a través de una permuta con el anterior
propietario.
Los molinos y molinas –o molinos
'hembra'- que pueblan la geografía insular son algunos de titularidad pública y
otros de titularidad privada. Independientemente de esta circunstancia, el
Cabildo ha asumido en las últimas décadas el compromiso de restaurar todos
estos inmuebles, especialmente aquellos que cuentan con la catalogación de Bien
de Interés Cultural.
Entre las que son propiedad del
Cabildo, son varios los molinos y molinas que se encuentran en funcionamiento y
habilitados para su visita, como ocurre con el Molino de Antigua, el Molino de
Tiscamanita o la Molina de Tefía. Otros como la Molina de La Asomada, el Molino
del Durazno o la Molina de Almácigo, que han sido objeto de restauraciones
recientes por parte del Cabildo, tienen titularidad privada y son los
propietarios quienes se comprometen a facilitar su visita al público y a
ocuparse de su conservación.
En total, son 23 los molinos y
molinas reconocidos como BIC en toda la Isla y que han sido rehabilitados
gradualmente en las últimas décadas.
Las molinas o 'molinos hembra',
aunque menos comunes que los molinos, son un elemento arquitectónico cuyo uso
se extendió durante décadas en el entorno rural de Fuerteventura, debido a que
su utilización o alquiler suponía un proceso fundamental en el economía de la
Isla, eminentemente cerealista.
La invención de la molina o molino
'hembra' se atribuye a Isidoro Ortega, natural de Santa Cruz de La Palma, en el
siglo XIX. Su principal innovación es que reúne en una única planta las
actividades de molienda y manipulación del grano, lo que supone una ventaja con
respecto al molino (que ya existía en Canarias a finales del s. XVIII), en el
que el molinero ve dificultada su tarea al tener que desplazarse constantemente
entre las dos o tres plantas del edificio.
Otra cualidad sorprendente de la
molina es su 'portabilidad'. Al ser su principal característica la marcada
diferencia entre la maquinaria y el edificio, la molina permitía a sus
propietarios, en caso de necesidad, transportar en un momento dado la torre y
la maquinaria de molienda a una nueva edificación, lo que resultaba
relativamente sencillo ya que ésta consta únicamente de una sola habitación
cuadrangular.
Asimismo, la configuración de la
molina facilitaba su desmontaje cada cierto tiempo, operación que era necesario
realizar para 'picar' las piedras de moler una vez que alcanzaban cierto nivel
de desgaste, como consecuencia de la fricción.
Antiguamente, el molinero colocaba
las aspas de diferentes maneras para comunicar a los vecinos la disponibilidad
del molino. Una vela rizada a media aspa en lo alto, con las aspas en forma de
cruz, indicaba que el molino no tenía molienda y que por lo tanto cualquier
agricultor o vecino podía acercarse a moler su grano sin guardar la vez. Si el
molinero recogía la vela más alta hasta el extremo del aspa, significaba que se
encontraba 'picando' la piedra de moler, con lo que el molino quedaba fuera de
servicio temporalmente. La primera molienda después del picado se hacía con
granos del molinero para limpiar las muelas de la 'picadura'.
El proceso comienza colocando las
velas, que están en las aspas, de cara al viento. La torre de la molina, que es
capaz de girar sobre si misma, se orienta manualmente desde afuera utilizando
el rabo o timón, que se fija al suelo. El giro horizontal de las aspas se
transforma en vertical al pasar la rotación de la rueda dentada al husillo.
Este giro se fija en la piedra molinera superior a través de una pieza llamada
cangrejo. La molienda del grano se produce gracias a la fricción entre la
piedra molinera superior e inferior, que es fija. El grano tostado cae
inicialmente desde la tolva a la canaleja y, a medida que se va triturando, se
desplaza hacia fuera hasta las paredes de la balsa o harinal, desde donde,
finalmente, cae pasando por el cajón hasta el saco o costal.
Los molinos y molinas se controlan
utilizando la palanca de freno, que cuenta con una pletina metálica que
presiona la rueda dentada para disminuir su fuerza. Asimismo, el molinero debe
controlar al mismo tiempo la separación entre las dos piedras para regular el
grado de molturación del grano. Esto se hace mediante otra palanca situada en
la parte inferior de la balsa.
A lo largo de los años, el Cabildo
de Fuerteventura ha ido incorporando a su patrimonio los diferentes molinos y
molinas que se encuentran distribuidos por todo el territorio insular, hasta
contar en la actualidad con 14 de los 23 que han sido catalogados como BIC, en
la categoría de monumento, según el Decreto 162/1994, de 29 de julio del
Gobierno de Canarias.
El Cabildo ha restaurado doce de
estos molinos y molinas que son de su propiedad e impulsado la rehabilitación
de otros que pertenecen a vecinos y particulares, como es el caso concreto del
Molino de El Durazno, entre otros.
Los molinos de viento han pasado a
formar parte del paisaje majorero, como testigos mudos de un pasado en el que
desempeñaron un importante papel económico. En Fuerteventura se fueron
construyendo a lo largo de la geografía insular, especialmente en la zona
centro-norte, desde finales del siglo XVIII y principios del XIX, y en
respuesta a las necesidades climáticas y socioeconómicas de la Isla. La
presencia constante de los vientos alisios, que constituían su fuente de
energía, y la tradicional economía cerealista de la Isla, favorecieron la
implantación de estas edificaciones.
El molino de viento proporcionó
enormes ventajas en la molturación de granos, aunque su introducción y
proliferación no determinó el abandono de los sistemas de molienda más
antiguos, como el molino de mano o la tahona (de tracción animal).
No hay comentarios:
Publicar un comentario