Artículo aparecido ayer en el País,
el cual os recomiendo leer.
Autor
del artículo:
Daniel Verdú Palay
Una
iglesia y cuatro casas alrededor. A veces una escuela y también un cuartel. Así
se organizó durante mucho tiempo la vida social de las comunidades, los núcleos
urbanos que constituían pueblos o ciudades. La llegada de la Revolución
Industrial, sin embargo, convirtió el trabajo y a sus nuevas catedrales en
epicentro urbanístico de lo doméstico. El empeño y el éxito arquitectónico en
la construcción de fábricas en España en los últimos 150 años ha sido muy
heterogéneo. Pero en la mayoría de casos configura el relato social y
tecnológico de un periodo de la historia en que la vida y los métodos de
producción dieron un giro copernicano. Hoy muchos espacios que se han
conservado intactos —“las bellas durmientes”, como dicen los expertos—, esperan
la ejecución de un crimen perfecto, la mayoría de veces, planeado en los años
de especulación inmobiliaria.
El
patrimonio industrial es esa valiosa e incómoda herencia que a menudo ni Administraciones
ni particulares desearían haber recibido. Sobre todo el más reciente: fábricas
desprotegidas y contempladas por la ciudadanía como una mancha anacrónica en el
paisaje moderno. Sucede ahora con el conjunto racionalista de Clesa en Madrid,
obra de Alejandro de la Sota, considerada por los expertos como una joya del
patrimonio, que aguarda estos días la licencia de demolición. O Averly, una
magnífica villa factoría en Zaragoza de 1855 —la única fundición de España que
hasta hace poco más de un año todavía funcionaba—, que se ha vendido a una
constructora para derribarla y construir viviendas. Algo parecido a lo que les
sucede a la fábrica de Bombas Gens (cuya nave principal arrasó un incendio) o a
La Ceramo, ambas en Valencia, sumidas en un deterioro sin remedio. Todas son
joyas del patrimonio industrial. Pero el precio del solar que ocupan impide
apreciar el valor de lo que cuentan.
Una de las imágenes que ilustran el artículo, Fundición Averly (Zaragoza) |
España,
según los expertos consultados, mantiene un atraso insalvable respecto a países
como Alemania (con magníficos ejemplos como la Cuenca del Ruhr) o Reino Unido.
Sucede principalmente en el sur de Europa, donde la enorme riqueza cultural de
otros ámbitos del patrimonio ha eclipsado al legado industrial.
Pese
al enorme esfuerzo que se hizo con el Plan Nacional de Patrimonio Industrial y
la catalogación de 100 elementos históricos que debían protegerse, la
descoordinación con las Administraciones locales y la falta de presupuesto hace
que parte de la vigilancia de este acervo arquitectónico recaiga en movimientos
ciudadanos (como ADUPEPA, la asociación aragonesa que lucha por el patrimonio)
o expertos como Diana Sánchez Mustieles, doctora en Arquitectura y autora del
blog http://patrindustrialquitectonico.blogspot.com.es.
Una de sus últimas denuncias ha sido la del complejo Averly, catalogado en el
Plan Nacional, pero con protección únicamente en la parte de la vivienda.
“Arquitectónicamente tiene mucho valor.Ese es el problema de que quieran derribar
parte. En España muchas veces se dedican a mantener chimeneas y se
descontextualiza el complejo”, explica.
La
Ley de Patrimonio Histórico española no reconoce su variante industrial. Y
cuando esos edificios quedan desprotegidos, el único remedio es que su dueño
pelee para lograr su relevancia local o declararlos Bien de Interés Cultural
(BIC). En la mayoría de casos, los propietarios evitan hacerlo para no
renunciar a la millonaria venta del solar, como sucedió con Averly. “Por eso
los nuevos usos deben ser rentables. De forma privada o pública. Ahora mismo
las Administraciones no tienen dinero, pero los privados pueden recuperar estos
espacios para nuevos usos, incluyendo viviendas. En Viena, por ejemplo, hay un
conjunto de gasómetros donde hay pisos, un centro comercial y oficinas. Se
puede hacer de todo. Incluso darle a esa entidad privada opciones para que
recupere ese bien. Hoy por hoy conseguir un solar y edificar viviendas es
ridículo. Lo que hay que hacer es rehabilitar y dar uso a los edificios
abandonados”, insiste Sánchez.
Algo
así se ha hecho en la fábrica El Águila en Madrid, donde ahora hay un archivo y
biblioteca; en la Tabacalera de Valencia, convertida en edificio municipal, o
en la de Sevilla, que es una universidad o la fábrica Vapor Aymerich, en
Terrassa, hoy sede del Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña. En el
País Vasco, una de las comunidades que junto a Cataluña más cuidado tiene con
esta herencia, se hallan la antigua fábrica de harina La Ceres, hoy un edificio
de viviendas, o los altos hornos de Vizcaya. En Europa brillan la antigua
fábrica de acero Belval, en Luxemburgo, una ciudad de la ciencia y la
innovación. O la mina Zollverein, en Essen, catalogada como Patrimonio de la
Humanidad de la Unesco.
El
movimiento por la recuperación de este tipo de arquitectura —y de paisaje—
surgió en los años setenta, cuando los procesos de reconversión industrial
comienzan a eliminar décadas de historia con la piqueta. Sucedió en Reino Unido
primero, cuando se derribaron grandes catedrales de la Revolución Industrial. Y
poco a poco surgieron entidades internacionales como TICCIH (nacida en Reino
Unido), que en España, donde el movimiento caló 10 años después, está presidida
por Miguel Ángel Álvarez Areces. “Es un testimonio de lo cotidiano, es historia
de nuestros antepasados y de la época contemporánea. Eran las ilusiones, los
fracasos, las alegrías de las personas. Su vida. Pero 30 años después de que
surgieran estos movimientos, se sigue destruyendo patrimonio, aunque hoy esté reconocido.
Todavía ni las Administraciones públicas ni los propietarios reconocen que
tiene un valor similar a los castillos, iglesias… Mientras a nadie se le
ocurriría tocar las Pirámides de Egipto, se deja caer en el deterioro
irreparable una fábrica como Averly, con más de 100 años de antigüedad y que
concentra toda la historia industrial de España”, explica este reconocido
experto.
Algunos
lugares que fueron emblema de la Revolución Industrial, como Málaga, han
perdido el rastro de aquella historia. Eusebi Casanelles, presidente vitalicio
de la Comisión Internacional de Patrimonio Industrial, recuerda el caso
contrario del barrio barcelonés del Poble Nou y la importancia histórica —a la
altura de los cambios del neolítico, dice— de aquel periodo: “Hubo una lucha
sobre qué preservar. Muchos fueron reutilizados, otros son solo chimeneas. Pero
es importante que la gente cuando pasee vea unos elementos y se pregunte qué
había ahí. Pueblo Nuevo era el Manchester de España. De la misma manera que se
conserva el románico, nuestra obligación es hacer lo mismo con esto”.
Porque
más allá del edificio, los expertos insisten en preservar su entorno y algunas
de las huellas del proceso de producción que contienen todavía. Proponen una
mezcla de usos rentable para el propietario, pero que permita entender el
pasado. “El patrimonio industrial ayuda a explicar la historia reciente. La
fábrica nunca está aislada. Es el centro de algo: viviendas, economato,
escuelas, ferrocarril, un puerto… Hay todo un conjunto alrededor”, explica
Alberto Humanes, quien fue arquitecto del Ministerio de Cultura y
coordinador del Plan Nacional de Patrimonio Industrial entre 2001 y 2012.
Un proyecto pionero, aunque se topase con problemas como la falta de
iniciativas económicas o el desinterés absoluto de la mayoría de comunidades
autónomas por aplicarlo. Casos como el Molinar de Alcoy (en ruinas), que la
Comunidad Valenciana se negó a proteger, o los altos hornos de Marbella
ilustran ese desprecio.
En
2015 se celebrará el Año del Patrimonio Industrial en Europa. Muchos de los
edificios en liza estos días probablemente ya se habrán derribado.
3 comentarios:
Ya es tarde para Averly. Una deuda de 2,5 millones de euros. Nadie trabajó para saldar la deuda, ni apudepa, ni patrimonio industrial, ni la academia de ingeniería. Es demagogia atribuir a la especulación la desaparición del patrimonio industrial cuando quien reclama la conservación no movió un dedo cuando averly estaba en quiebra.
La protección y conservación de la antigua fundición de Averly se lleva reclamando desde hace ya bastante tiempo, no es un tema que haya surgido recientemente.
La causa principal del derribo de gran parte del patrimonio industrial, es el aprovechamiento de su solar para un uso considerado más rentable por el propietario, y por lo tanto más importante para él que el patrimonio que contiene.
Si no fuera por entidades como las que comentas, y por toda la gente que sí que considera patrimonio a estos elementos que muchos desprecian, cuyos valores van más allá que el componente económico, en estos momentos no quedaría nada de nuestra historia.
Diana Sánchez
Muy bien dicho Diana. Estamos hablando de una fundición del siglo XIX, de los comienzos de la Revolución industrial que se conserva como una bella durmiente prácticamente intacta, con sus naves, su maquinaria, todo su archivo documental, jardínes burtonianos. Todo un viaje en el tiempo a una factoría dickensoniana, que igual mucha gente por desconocimiento, o por no ser algo todavía muy alejado en el tiempo, no se aprecia lo suficiente, pero que con el paso del tiempo su valor, documental y artístico, va a aumentar exponencialmente, o al menos va a resaltar todavía mucho más.
Además es un caso único en España, el que haya llegado una villa fundición del siglo XIX hasta nuestros días es algo increíble.
La gente de la constructora Brial está muy interesada en hacer ver que el valor de Averly no es tal, que ya es tarde o en desprestigiarla todo lo posible, y que la población no alcance a comprender la enorme pérdida que supondría su demolición para construir bloques de pisos.
Espero que lo reconsideren, entiendan el enorme valor patrimonial que hay en juego y lleguen a un acuerdo que respete la integridad de la fundición, que no se repitan casos como la Torre Nueva, o el claustro de Santa Engracia, porque si no nombrar Brial en Zaragoza será escupir y no creo que quieran esa reputación y ser los responsables de ese atentado al patrimonio cultural y artístico de esta ciudad.
Nada más. Saludos.
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