Hoy tengo el placer de compartiros este artículo
realizado por Anna y Amparo, sobre una antigua fábrica de cerámica de l’Alcora,
la cual han estudiado exhaustivamente.
Autoras: Caliu.Arquitectura i Patrimoni (arquitectas Anna Mallol Olivares y Amparo Casabán
Garcés)
La mayoría nos referimos a este edificio como la sede
de La Muy Noble, una empresa de
cerámica artística que utilizó estas instalaciones durante tres décadas, hasta
la llegada de la última crisis económica. Si preguntamos en el pueblo, casi
todos responderán que conocen bien el edificio, que entraron a comprar alguna
pieza o a ver cómo pintaba el personal de la empresa. Pero lo cierto es que pocos saben que se
trata de una construcción de 1910, que ha albergado varias industrias a lo
largo de su historia y que todavía aguarda un largo recorrido al servicio del
pueblo.
Hace más de 100 años, aquella zona cercana a la Bassa de la Vila (balsa de la Vila)
–espacio que hoy ocupa el Ayuntamiento– era un campo de viñedos. El auge
industrial de principios del siglo XX hizo que dos alcorinos, Vicente Ferrer y
Salvador Cotanda, viesen la oportunidad de convertir la parcela en superficie
fabril. Así pues, en la finca de viñedos construyeron dos edificios
industriales: la tristemente desaparecida Azulejos
La Progresiva (1903) –cuya fachada era una auténtica delicia– y, en la
parcela que nos ocupa en la C/ Pintor Ferrer, la fábrica textil de Manuel Ruiz
Boix (1910).
Esta última debió ser una bonita nave con un gran arco
diafragmático a medio camino de su recorrido longitudinal, techos altos y
grandes ventanales. Un luminoso espacio que enmarcaba una sucesión casi
infinita de telares, cuyo movimiento incesante e hipnótico podemos imaginar
gracias a una imagen publicitaria publicada en prensa en el año 1926 y que fue
recuperada hace poco más de un año por José Manuel Puchol, cronista oficial de
la Villa.
Rondando los años treinta, la fábrica pasó a manos de
Severino Ramos Nebot. Por aquel entonces, sabemos que la industria contaba con
un importante equipo de máquinas. En la documentación se llegan a enumerar
varios telares Jacquard –de los que funcionaban “programados” con tarjetas
agujereadas–, otros tantos telares rectilíneos y numerosas máquinas de
confección. Actualmente todavía es posible apreciar en el muro interior las
marcas de los anclajes de aquellos telares rectilíneos que se aprecian en la
fotografía histórica.
En los años cuarenta, estas máquinas –y, con ellas,
toda la producción– se trasladaron a una nueva nave construida en la C/Fábrica,
sobre un solar que anteriormente formó parte de la Real Fábrica del Conde de
Aranda. Más concretamente, la superficie albergaba uno de los extremos del
Palacio de los Híjar y otros espacios del conjunto industrial. Esta nueva
industria pasó a conocerse como la Fàbrica
de les tovalles (Fábrica de las toallas) y debió tener gran relevancia en el
marco de la actividad industrial del municipio porque incluso dio nombre al
edificio plurifamiliar que se construyó en ese mismo emplazamiento tras el
cierre de dicha fábrica en los años ochenta: “els pisos de les tovalles”. Pero
no nos desviemos. Volvamos a la Muy Noble.
Como habréis podido apreciar, no hemos indicado
cambios ocasionados por la Guerra Civil y es que, hasta ahora, no hemos
encontrado evidencias de que el conflicto supusiera el cese de la actividad de
la fábrica en ningún momento. Por una parte, unas inscripciones fechadas en las
paredes de la primera planta indican el uso de estas estancias, al menos, entre
los años 1936 y 1939 como espacio de almacenaje de productos agrícolas. Pero es
en el tramo más profundo de la nave donde aguarda el elemento más sorprendente
del conjunto: del muro interior, asoma una cavidad excavada en el propio
terreno cuyas características morfológicas podrían corresponder con un refugio.
Aunque no disponemos de documentación, ni tampoco de testimonios que confirmen
la existencia de un refugio en el edificio, no es extraño pensar que el elevado
número de trabajadores que utilizaban las instalaciones durante el conflicto se
procurara protección ante la posibilidad de un ataque.
Tras el traslado de la fábrica textil en los años
cuarenta, el edificio quedó sin uso, o eso parece. Fue entonces, en 1949,
cuando una mujer, Francisca Folch, solicitó licencia para transformarlo en un
salón cinematógrafo para 395 personas. Sí, un cine. Aunque, al parecer, nunca
llegó a ejecutarse la reforma.
A mediados de la década de los cincuenta, más
concretamente en 1953, se instaló en el edificio la fábrica de azulejos La Esmeralda. Esta es la primera
industria cerámica de la que tenemos noticia, documentación y testimonios en
esta localización. El cambio de uso requirió una adaptación de las
instalaciones, de la que destaca la construcción del horno árabe que todavía
hoy se conserva. Se trata de un horno con doble cámara abovedada y un diámetro
de unos tres metros.
Según testimonios orales, la cocción de las piezas
cerámicas se completaba con un horno de pasajes, un complejo sistema
semienterrado del que quizá se conserve la parte subterránea. También
encontramos todavía otros indicios de esta industria, como unas pequeñas balsas
de decantación con una máquina amasadora para la arcilla o un “bombo” para la
molienda de esmaltes.
No muchos años después de la apertura de La Esmeralda, la industria abandonó el
edificio para trasladarse a unas instalaciones más amplias y modernas. La siguiente
empresa en contar con sede en la C/Pintor Ferrer fue Azulejos AFA, que se estableció en el edificio en 1965, aunque su
paso por este tampoco fue muy extendido.
Así, el edificio quedó en el abandono durante un
tiempo hasta que la cerámica volvió a darle vida. En los años ochenta surgió la
iniciativa empresarial que hemos nombrado al principio, la Muy Noble y Artística Cerámica, que tenía el objetivo de
recuperar las técnicas de nuestra querida Real Fábrica. Sus piezas consiguieron
un elevado reconocimiento, llegando incluso a ganar varios galardones. No
obstante, todo esto no evitó que en 2008 La
Muy Noble cerrase y, así, el abandono volvió al edificio. El proceso de
degradación lo envolvió definitivamente; un proceso que se había iniciado en
realidad muchos años atrás...
Hasta ahora. Esta degradación tiene fecha de fin. Al
edificio se le augura un futuro ilusionante como parte de la futura Casa de la
Cultura. Bonita metáfora, que un edificio industrial se convierta en hogar de
nuestra cultura, en un pueblo con tal tradición industrial como es l’Alcora.
¿No creéis?
Nuestro
agradecimiento a Eladi Grangel, José Manuel Puchol y al personal del archivo
municipal de l’Alcora por su apoyo y ayuda en esta investigación
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1 comentario:
Muchas gracias Diana por contar con nosotras para este artículo. Espero que en él quede reflejado y hayamos podido transmitir el cariño que sentimos por el edificio, así como su singularidad y relevancia en el entorno local. No es "un edificio viejo", es una nueva oportunidad para todos.
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