Artículo de Lourdes Durán en Diario
de Mallorca
El
viejo molino de sa Roqueta se ha liberado del corsé de capas de piedra barata
que le han rebozado durante años como si fuera una milanesa. Conchi Lorente
respira más tranquila porque un año después de que se viera obligada a
abandonar la cafetería del club Náutico del Portitxol, tras más de 20 años al
frente, ahora tiene su propio negocio: el restaurante Molí des Portitxol. Ella,
sus hijos Aitor y Ainhoa y este edificio catalogado, y cuyo origen se remonta
al XVIII, están más aliviados. El arquitecto Juan Verger tiene mucho que
contar.
Él,
que fue profesor de dibujo de los hijos de Toñi, era un asiduo al primer café
de la mañana mirando los botes del club de pescadores. Toñi no dudó mucho al
encargarle la reforma del molino del Portitxol. Ya hizo la del Náutico de
Palma.
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"Está
hecha desde la modestia presupuestaria", advierte Verger. "El molino
tiene vocación de estar aislado y de poder verlo dándole la vuelta,solo que se
ha tocado mucho y está forrado de materiales. No me imaginaba que estuviera tan
mal. El marés es de mala calidad y asumió mucha humedad. Había que desvestir al
enfermo, dejar que se cure por sí mismo y dejarle respirar", expresa
metafóricamente el arquitecto.
La
ficha del catálogo le otorga una antigüedad de tres siglos, aunque Conchi
asegura haber visto un dibujo del molino que cifra su edad en 500 años. Un
vecino y cliente, Xisco Estarellas, conocido como ´capitán Tormenta´, le ha
contado a Toñi que el mal nombre del molino es de can Fonoll.
A
principios del XX, el mar llegaba hasta los pies del viejo edificio que sirvió
para que los niños de este barrio de marineros se encaramaran a lo alto para
ver, seguro, cómo llegaba un barco pirata.
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En
el restaurante, situado a la espalda del lado más bullicioso del Molinar, se
acercan cada mañana Toni ´chirri´, Tomeu, Pep ´serrín´, Pedro, Jaime y Juan
´plantas´ el gambero. Desde que Toñi dejó el Náutico se quedaron huérfanos y no
paraban de preguntarle ¿cuándo? Ahora vuelven a tener su esquina desde la que
hacen tertulia a primera hora de la mañana. No falta Tomeu ´cazalla´ mascando
su tabaco de pota a pedirse su aguardiente. Son estampas inmemoriales.
"Esta manía de uniformarlo todo está provocando que se pierda la esencia
de lugares como el club Náutico", señala Toñi.
El
restaurante cumple dos meses de vida. No ha concluido la ´limpieza´ del molino
ya que aún le quedan piezas que no debería estar. De la cocina ya se huele la
base de los arroces de vieiras o la fideuá de cabello de ángel con rape y
gambas, platos muy pedidos por la clientela. Los vecinos del hotel Portitxol
baten palmas. Son asiduos.
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