Artículo de Eloy Vera para Diario Fuerteventura
Los molinos de fuego o máquinas, como se les conoce en
Fuerteventura, ayudaron durante décadas a paliar el hambre de los majoreros. La
desaparición del gofio como base de la dieta isleña y el abandono del cultivo
del cereal los relegó al olvido. En las últimas décadas, el interés patrimonial
ha permitido recuperar los molinos de viento y molinas y dotarlos de
herramientas de protección. En cambio, estas piezas del patrimonio industrial
han acabado convertidas en basurero o expoliadas. Su estado es preocupante.
Los molinos de gofio llegaron a Fuerteventura a
principios del siglo XX. Allá por los años 30 o 40, algunos empresarios locales
decidieron apostar por este tipo de artilugios accionados por motor de
combustión. La intención era dar respuesta al majorero cuando el viento
desaparecía y las aspas de los molinos y molinas se frenaban en seco.
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La doctora en Historia del Arte, Amara Florido,
recorrió en 2011 Fuerteventura realizando un inventario del patrimonio
histórico industrial por encargo del Gobierno de Canarias. En sus pateos por la
Isla, encontró hornos de cal, aeromotores, tahonas, carpinterías, panaderías… y
molinos de fuego o máquinas para moler gofio.
Llegó a inventariar cinco: la máquina de Agustín
Castro, en Pájara; la de Juan Peñate, en Tiscamanita; la de Marcial Velázquez,
en Gran Tarajal; la de Brito, en Vega de Río Palmas y la de Casto Martínez, en
Tetir, la única que continúa en activo. Seguro que hubo más, pero nada se sabe
de ellas a estas alturas.
La experta en arqueología industrial señala que estas
industrias se concentran en los cascos urbanos, “sitios de fácil comunicación,
lo que facilitaba el acceso a los vecinos que acudían con su grano ya tostado
para conseguir el gofio recién molido”. Su aparición acabó condenando al
abandono a las tahonas y molinos de gofio.
Amara Florido explica a Diario de Fuerteventura cómo
estas máquinas, que adoptaban el nombre de su propietario: “la máquina de los
Peñate, la máquina de los Castro... se caracterizan por tener estructuras
típicas de molinas con sus dos piedras o el guardapolvos, pero con la
diferencia de que eran accionadas por un motor de combustión”.
Desde Inglaterra
Los más antiguos eran, en su mayoría, motores diésel
de fabricación inglesa. Los más comunes, Lister, National y Crossley. Se
instalaban en inmuebles de una sola planta, construidos en mampostería con
cubierta adintelada. En algunas de ellas llegó a haber un almacén y el despacho
de venta al público, aunque no era lo más frecuente. Incluso, en la máquina de
los Brito, en Vega de Río Palmas, había un motor Crossley, de 28 caballos, que
accionaba también al pozo de agua anexo cuando no estaba moliendo.
Hasta estas instalaciones, explica la historiadora del
arte, acudían los majoreros con el trigo y el millo, sobre todo millo, tostado
en casa para molerlo en la máquina. Los molineros “se quedaban con una parte de
la molienda y el resto era para el cliente”, señala. Los propietarios de estas
máquinas solían tener cierto poder económico, el suficiente para poder adquirir
el motor y el resto de piezas.
Amara Florido ha publicado recientemente el libro
Patrimonio Histórico Industrial de Fuerteventura. En él explica cómo estas
máquinas siguieron prestando su servicio hasta que “el progresivo abandono del
cultivo de cereales, unido a la disminución de la demanda y consumo de este
producto y la ausencia de relevo generacional de las empresas, las condenó al
cierre y abandono”.
Durante su trabajo en Fuerteventura en 2011, descubrió
cómo la mayoría de estas máquinas se encontraban en un estado muy preocupante.
Florido apunta cómo “a diferencia de los molinos de viento que están muy a la
vista, estas construcciones pasan más desapercibidas. Eso ha hecho que no hayan
tenido la atención que se les dio al resto de los molinos y molinas que han
sido restaurados y declarados Bien de Interés Cultural (BIC)” y que hoy estas
máquinas se encuentren en un estado de conservación “bastante desolador”, dice.
En 2019, Florido regresó a Fuerteventura para
actualizar los datos del inventario y vio cómo, lejos de haber sido recuperadas
por parte de sus propietarios o de las instituciones, su estado de abandono ha
ido en aumento. Lamenta que algunas corran el peligro de desaparecer o que la
de Gran Tarajal esté siendo “víctima del expolio y se haya convertido casi en
un basurero”. Otras, apunta la experta, tienen posibilidades de recuperarse,
como la de Vega de Río Palmas o la máquina de los Castro, en Pájara.
Desgraciadamente, lamenta la historiadora, “son piezas del patrimonio
industrial totalmente desvaloradas y desconocidas. Mucha gente, incluso del
propio municipio en el que se encuentran, no sabe que existen”.
Esta experta en patrimonio industrial cree que las
administraciones, tanto Cabildo como ayuntamientos, “deben tomar conciencia de
la importancia social e histórica que tuvieron estos molinos”. “No sólo hay que
hablar de molinos de viento, pues este tipo de molinos también sacó del hambre
a mucha gente. Es un tipo de bienes que también tuvo su importancia histórica”,
añade.
Con la modificación de la Ley de Patrimonio Histórico
en 2019, que ahora se llama Ley de Patrimonio Cultural, el patrimonio
industrial aparece como una figura de protección. “Ahora hablamos de un
patrimonio que hay que conservar. Por tanto, se deben tomar medidas para que lo
que quede no se termine de perder. Eso ya sería un paso importante”, comenta la
investigadora.
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La máquina de Casto Martínez, en Tetir, es un ejemplo
de esperanza y de modelo a seguir. Fundada en 1948 por Jaime Napoleón Martínez
Soto, ingeniero naval de profesión, permaneció abierta treinta años hasta que
la competencia insalvable de las grandes industrias y los productos envasados
obligó a sus propietarios a echar el cierre.
En 2016 fue rehabilitada para albergar el Museo Activo
del Gofio. Sus dependencias albergan una sala de exposición sobre la historia
de este producto. Además, se han instalado dos molinos, una tostadora original,
sala de envasado y cernido. En ella, se muele y hay venta directa de gofio.
Fuente de la
noticia https://www.diariodefuerteventura.com/
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