La loza de San Claudio, «un espacio sin futuro»
Artículo de Susana Neirarosalía Agudín para El
Comercio
Las vías del tren separan la antigua y abandonada
fábrica de loza de San Claudio del polígono industrial, casi el último reducto
de actividad en una localidad de 2.700 habitantes que «antes era rica». Lo
recuerda así Raúl Menéndez, con 73 años y sentado a la entrada del taller
mecánico que ahora gestiona su hijo Javier. Entre calada y calada de un
cigarrillo, el chapista jubilado mira con pena desde su negocio las
deterioradas instalaciones que en épocas doradas, cuando las vajillas adornaban
los manteles de toda España, acogieron a «mil y pico obreros», hasta que con su
cierre en 2009 vino el declive para todos. Un desastre económico en cadena.
Cerraron más negocios y redujeron otros: «Perdimos muchísima clientela». Y lo
peor, que el complejo, a unos seis kilómetros y medio de Oviedo, no vislumbra
futuro: «Está en ruinas y es una pena; nadie mira para ello», secunda su hijo,
con la manos ennegrecidas por el trabajo.
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Trece años después de su cierre, la decadencia de todo el recinto se acentúa. Hasta el cartel que advierte del 'peligro por ruina' se esconde entre la maleza. Al quedar vacía primero robaron las vajillas del interior, luego llegaron los okupas, se cayeron los techos, 'desapareció' el cobre... Los pocos caminos que siguen dejando el paso dan a basureros: de neumáticos, cartuchos sin tinta, muebles, colchones... «Y luego vienen los chavales e incendian todo», lamenta el veterano. Se la ha dejado morir de abandono, hasta convertirla en un esqueleto de ladrillos rotos, en lugar de darle un nuevo uso. «Tenemos esto aquí y luego llevan las cosas para otros sitios fuera del municipio», reprocha.
Guarda razón porque es la única antigua factoría del
municipio de gran tamaño. 28.000 metros cuadrados, sin planes de futuro. Antes
eran tres. La Vega, en cambio, está pendiente de un convenio urbanístico entre
las tres administraciones públicas (Defensa, el Principado y el Ayuntamiento)
para transformarla -no sin críticas de sectores que apuesta por conservar el
patrimonio industrial- en un polo tecnológico, una zona residencial, recintos
culturales y un gran parque; y sobre la Fábrica de Gas, el fondo de inversiones
Ginkgo Advisor acaba de cerrar su compra a Edp para convertirla en una zona
residencial, comercial y con nuevos espacios públicos de la mano del arquitecto
Patxi Mangado.
Para la locería, de 1901, que llegó a ser Bien de
Interés Cultural (BIC) -hasta que lo tumbó una sentencia- y donde el
Ayuntamiento se llegó a plantear su compra tras varias subastas fallidas, nada.
«Nadie piensa en San Claudio. Hay un montón de cosas que se podían hacer como
la ciudad deportiva del Real Oviedo o una zona para autocaravanistas», propone
Luis Miguel Fernández, presidente de la asociación de vecinos de la localidad.
«También hay espacio suficiente para aparcar, instalar un supermercado... Solo
se necesita que esté limpia y cortada (la maleza)», añade. Pero frente a esto,
señala una dejadez que extiende a toda la localidad: «En San Claudio no hay
ningún futuro y esas zonas cada día están más abandonadas. A partir de la
rotonda de Las Campas no existimos para el Ayuntamiento. Tampoco el Principado
mira para aquí».
El sentimiento de tristeza por la situación y falta de
futuro invade a todos los vecinos. Todo el mundo tiene un familiar o un
conocido que ha trabajado en San Claudio: «Mi padre estuvo ahí cuarenta años.
Da pena, porque San Claudio ya no es ni conocido como lo era en su día por su
locería», cuenta Belarmino González mientras se toma un vino en la terraza del
bar La Viña.
«¿Nunca fueron al Bellas Artes? Hay cosas de la
fábrica preciosas», dice, quizá con doble sentido por lo poco que queda de la
locería más allá del museo, una vecina de la localidad, que prefiere no dar su
nombre, cuyo padre también trabajó en San Claudio «hasta que se retiró a los
63». «Claro que da pena, hacían cosas preciosas y funcionó 101 años», explica
esta mujer mientras espera la llegada del tren tras cruzar esas vías que
separan la antigua factoría -también a la cercana fábrica de tubos, igualmente
abandonada, llena de basura y pintadas, y con unos enormes y peligrosos
socavones- de la localidad.
Fuente de la noticia https://www.elcomercio.es
Imagen de cómo se encuentra San Claudio actualmente, foto de noviembre 2022 Diana Sánchez |
Septiembre 2022. El verdadero valor de la fábrica de loza de San Claudio
Artículo de Toño Huerta para La Voz de Trubia
El trubieco José Fuente llevó en los años veinte del
siglo pasado a su máximo esplendor a la factoría, compitiendo directamente con
La Cartuja sevillana, origen de un patrimonio excepcional hoy en completo
abandono.
La Belle Époque, el periodo a caballo entre los siglos
XIX y XX, supuso una nueva época de auge para la industria asturiana. El
retorno de capitales indianos tras el “desastre” del 98 o el incremento del
consumo urbano auspiciado por el mayor poder adquisitivo de la clase
trabajadora, hicieron que diversos sectores crecieran, en especial el
alimentario –bebidas gaseosas, derivados lácteos, conservas, etc.–. Con
antecedentes desde el siglo XVIII y un precedente más cercado en la Fábrica de
Loza La Asturiana (Gijón, 1874), la industria cerámica también se vio
favorecida por esa coyuntura, creándose en San Claudio la que sería una de las
grandes marcas del sector.
La población de San Claudio ya contaba con cierta
tradición desde 1896, cuando se funda la Fábrica de Cerámica Asturiana, donde
uno de sus productos más reconocidos fueron las tejas planas. Pero sería la
Sociedad Senén María Ceñal y Compañía, fundada en 1901, la que daría lugar a la
gran empresa que aquí existió durante varias décadas; con profesionales llegados
de La Asturiana o de otras fábricas inglesas, se levanta un complejo fabril
diseñado por Dimas Alonso y construido por un personaje cuyo apellido pronto
volveremos a mencionar, Modesto Fuente, contratista de Udrión. En esta primera
época predomina el estilo y estética inglesa, la loza blanca y estampada. Ya en
1904 contaría con varios puntos de venta en Oviedo y otro en Trubia. Pero a
raíz de la I Guerra Mundial y, sobre todo, sus problemas económicos y estilos
un tanto anticuados, harían que la sociedad se disolviese y se aceptara la
compra por parte del industrial trubieco José Fuente, que en 1922 constituye la
S.A. Fábrica de Loza de San Claudio, época de esplendor donde la marca es
reconocida a nivel nacional, entrando en competición directa con La Cartuja
sevillana. La entrada en el accionariado del grupo Banesto en 1941 marcaría el
comienzo de un lento final, agravado a partir de la década de 1970 por la
competencia de materiales más baratos y duraderos, como Duralex. Aún así, aún
perviviría varios años hasta la llegada de un personaje funesto, Álvaro Ruiz de
Alda, quien se hace con la fábrica en 1992; en un proceso de ingeniera
societaria, muy propio de los profesionales de la especulación, logra hacerse
con la marca. Fueron años de movilizaciones y mucho sufrimiento por parte de
las trabajadoras, hasta que en 2009 llega el despido y cierre definitivo de las
instalaciones.
…
Noticia completa en https://lavozdeltrubia.es
Agosto 2022
Los vecinos
denuncian rallies ilegales alrededor de la fábrica de loza de San Claudio.
Fuente de la noticia https://lavozdeltrubia.es/
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