Artículo de Paco Huguet para Las
Provincias
Las
dos principales joyas comerciales de Valencia, los mercados modernistas de
Colón y Central, dieron sus primeros pasos casi a la vez a principios del siglo
pasado, pero no comenzarían su valiosa actividad comercial hasta 1916 y 1928,
respectivamente. Por esos años, en 1921, Alicante estrenaba su Mercado Central,
del mismo estilo arquitectónico.
El
autor del mercado de Colón, el saguntino Francisco Mora Berenguer (1875-1961)
concursó en 1910 para construir el Central. Un año antes (1909), había
restaurado la puerta de los Apóstoles de la Catedral, ante la que cada jueves
se reúne el Tribunal de las Aguas. Su proyecto, de estilo neomudéjar, sirvió
después como inspiración para las que más tarde serían las nuevas instalaciones
alimentarias en el Ensanche, ya de nuevo como arquitecto municipal, puesto que
había abandonado para poder optar al Central, frente a la Lonja.
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Los
vecinos y comerciantes del primer Ensanche de la ciudad entre la Gran Vía y
Colón tras el derribo de las murallas en 1865, zona eminentemente burguesa,
venían demandando desde 1890 un mercado que cubriera sus necesidades. Así, en
1913 Mora recibió un encargo redactado en 1914 y modificado después. El
edificio, de estructura metálica y denominado actualmente como modernista (en
la época el término tenía connotaciones negativas), fue inaugurado el día de
Nochebuena de 1916.
Inspirado
en las obras de Gaudí y Domènech Montaner, en cuyos talleres se formó Mora, el
mercado de Colón se ubica entre las actuales calles Jorge Juan, Cirilo Amorós,
Conde Salvatierra y Martínez Ferrando (antigua Blanquells), en los solares que
ocupaba la vieja fábrica de gas del marqués de Campo.
Una
estructura de hierro y las cubiertas metálicas -de las que se encargó el
arquitecto Demetrio Ribes-, el caravista y la cerámica policromada convertían
el mercado en una joya arquitectónica al servicio de los ciudadanos, a los que
abastecía de alimentos. El edificio, con tres naves longitudinales (una
estructura formada por cerchas y arcos de celosía) cerradas por dos portadas de
piedra y ladrillo, tuvo una gran actividad durante décadas, pero a finales del
siglo XX empezó a decaer a causa del abandono que motivaba la salida de
comercios.
Su
rehabilitación integral, culminada en 2003, relanzó la actividad comercial, con
una oferta vanguardista bien combinada con el comercio tradicional y con
contenidos culturales.
Mientras
el mercado de Colón fue construido en poco tiempo (1914-16), el Central arrancó
con un concurso en 1910, pero no abrió sus puertas hasta 18 años después. Su
historia, no obstante, empieza mucho antes. Allá por 1261, el rey Jaume I
concede a la ciudad de Valencia un terreno (hoy entre la iglesia de los Santos
Juanes y las calles Trench y San Fernando) para un mercado que fue invadiendo
las calles próximas. Su ubicación no es otra que el entorno de la antigua
mezquita, donde se concentraba la actividad comercial en época musulmana.
El
mercado, con carácter ferial, fue un centro neurálgico de la ciudad durante
siglos: allí se compraban los alimentos, se hacían justas, torneos, actos
festivos, culturales y más tarde políticos. Era la plaza pública en la que se
ajusticiaba a los criminales, en la que se instalaba la horca. Cientos de años
más tarde, en 1838, se decreta el derribo del convento de las Magdalenas para
la construcción del Mercado Nuevo, descubierto, que sería el más grande de la
ciudad hasta la apertura en 1916 del de Colón.
En
1883 comienza a pensarse en la necesidad de un nuevo mercado, pero no fue hasta
después de la Exposición Regional de 1909 cuando acabó cuajando, tras un primer
concurso que no se ejecutó. El segundo, en 1910, lo ganaron Francisco Guardia y
Alejandro Soler, que al igual que Francisco Mora habían aprendido del maestro
modernista catalán Luis Domènech Montaner. El 23 de enero de 1928 abrió sus
puertas y se ofreció una comida inaugural a 2.000 indigentes de Valencia.
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El
edificio sería el emblema de la ciudad, de su rica huerta, de su larga
tradición comercial. Con 8.160 metros aún hoy es el mayor centro de Europa
dedicado a la venta de productos frescos. Las cúpulas de hierro, cristal y
cerámica son una de sus señas de identidad. La bóveda central alcanza los 30
metros de altura. También identifican al mercado sus dos veletas: la cotorra y
el pez.
La
ornamentación, exuberante y que a la vez aporta una enorme luminosidad, la
piedra, el metal, la madera, el azulejo y el vidrio alimentan el estilo
modernista, sustentado por estructuras de hierro y columnas de fundición, con
pabellones de acceso de piedra, ladrillo y cerámica.
El
Mercado Central comenzó su rehabilitación en 2004, un año después que el otro
mercado modernista, el de Colón. La obra le ha devuelto todo su esplendor. Hoy,
casi 300 comerciantes ocupan los más de 1.200 puestos creados en origen y
acogen a los 18.000 turistas y clientes de pico máximo que en Navidad visitan
esta joya del comercio.
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