Resolución de 17 de enero de 2023, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo, por la que se incluye en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias un conjunto de hornos y testares de la localidad de Faro, en el concejo de Oviedo, con la categoría de Yacimiento Arqueológico.
El pueblo de
Faro, en el concejo de Oviedo, acogió un importante centro alfarero que, con
desiguales avatares, extendió su producción desde plena Edad Media hasta
avanzado el siglo XX.
Los orígenes medievales de su actividad están acreditados tanto por productos cerámicos identificados en yacimientos urbanos que, atendiendo a características y contexto, son propios de ese tiempo, como por la excavación arqueológica, en el paraje del Cantu ‘l Rey, de la base de un horno datado entre finales del siglo XI y el XII. Una mención documental de 1414 a un Pedro Iohan del Forno en la localidad de Faro bien podría hacer referencia a su condición ceramista. Más explícitos son los testimonios desde el siglo XVIII en que se conoce el encargo por el Ayuntamiento de Oviedo a un vecino de Faro de las canalizaciones de las fuentes de la ciudad, o la participación de varios alfareros locales en la gestación de los alfares sierenses de Vega de Poja. El protagonismo que la dedicación ceramista del lugar alcanza en el siglo XVIII queda de manifiesto en que el Catastro de Ensenada cite hasta 72 artesanos que se ocupaban en dicha práctica, compaginándola con las tareas del campo, aunque un siglo después se habían reducido a algo más de la mitad según la información de P. Madoz. Todavía durante las primeras décadas del siglo XX la producción mantenía alguna pujanza como testimonian F. Canella y A. de Llano entre otros, por más que alcanzado el primer tercio de siglo solo pervivían cuatro alfareros, situación que hacía presagiar el pronto final de esa industria tal como vaticinaba Álvarez Quiñones en la revista Estampa. La paulatina instauración de la loza industrial en la región desde finales del siglo XVIII y luego, a principios del XX, el inicio de la fabricación generalizada de recipientes de vidrio fueron la causa del declive de la comercialización de la cerámica faruca hasta su total extinción. Desde hace algunas décadas únicamente el secular alfar de Fornaxe/Vega mantiene la actividad por medio de José Manuel Vega, “Selito”, último guardián de la tradición y de este saber artesanal.
Como
demuestran los vestigios arqueológicos y las referencias documentales, el gran
éxito de la cerámica faruca estuvo vinculado a una extensa distribución por los
mercados, en particular por las pueblas y villas. Sin duda, fueron esa posición
cercana a la ciudad de Oviedo y a los principales núcleos del centro de la
región y, claro está y como observó Fuertes Acevedo, la inmediatez a los
sedimentos arcillosos los factores que propiciaron el especial desarrollo de la
producción cerámica de Faro. Además, el arraigo de los talleres acarreó hondos
influjos en otros centros alfareros de las proximidades, caso del sierense de
Vega de Poja y su célebre producción de la cerámica del Rayo, cuyo inicio
arrancó con el traslado de artesanos desde Faro.
La más
temprana producción medieval consistió en vasijas con predominante cocción
reductora y decoración incisa propia del momento, pero ya en la baja Edad Media
se introdujeron acabados vidriados y, más adelante, esmaltados que convivieron
a lo largo del tiempo con los productos tradicionales, estos más destinados a
la cocina y almacenaje y los primeros al servicio de mesa. Al margen de ciertos
elementos constructivos como, por ejemplo, tejas y cañerías, la manufactura
abarcó una gran diversidad tipológica de piezas que, si bien se sintetizaría en
jarras, platos y escudillas, ha llevado a identificar cerca de una treintena de
variedades en tiempos subactuales.
Los
testimonios de la fabricación cerámica están representados casi exclusivamente
por los hornos de cocción y los testares formados por los productos marrados en
el proceso, a los que hay que agregar algunos instrumentos de trabajo, una
relicta colección de piezas fabricadas y alguna que otra barrera. Debe
remarcarse, con todo, la excepcional pervivencia del taller de Selito que
conserva los elementos y la técnica de elaboración tradicionales.
Respecto a
los hornos, son muy pocos los que conservan la mayor parte de la estructura,
estando los demás arruinados pero, sobre todo, enterrados de modo que debe
haber un buen número de localización desconocida como evidencia el hecho de que
los casqueros no solo son más abundantes, sino que varios carecen de un centro
de cocción asociado.
Tras un
primer intento de inventario de sus vestigios encargado hace unos años por la
propia Consejería de Cultura, la Asociación de Amigos de la Alfarería de Faro
ha recogido más de una veintena de evidencias de hornos y testares que componen
el corpus a inventariar y proteger.
NOTICIAS SOBRE LA INCLUSIÓN
Incluyen los
hornos y testares de Faro en el Inventario del Patrimonio Cutural como
yacimiento arqueológico
Fuente de la noticia https://migijon.com/
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