Patrimonio Industrial nacional e internacional

PATRIMONIO INDUSTRIAL - INDUSTRIAL HERITAGE - PATRIMOINE INDUSTRIEL

martes, 22 de mayo de 2012

Libro “Ingenios hidráulicos en Eibar”, formato para descargar.

Subtítulo del libro: Molinos, ferrerías, barrenas, ruedas y centrales eléctricas.


Autor: Koldo Lizarralde
Fecha: 2012



Noticias sobre el libro
Un libro sobre molinos muestra la inventiva hidráulica de los eibarreses.
«Eibar por desgracia ha perdido todos sus molinos y yo he tratado de dar a conocer el trabajo de los antiguos eibarreses que en base a aquellos inventos, de tipo hidráulico, pusieron en marcha las primeras armerías», señalaba el escritor elgoibarrés Koldo Lizarralde, autor del libro 'Ingenios Hidráulicos de Eibar', editado por la comisión Ego-Ibarra del Ayuntamiento, cuya presentación tendrá lugar en breve.

Hasta veinte molinos contabilizó Lizarralde en Eibar, unos equipamientos antiguos que comenzaron a instalarse en los siglos XIII y XIV hasta su desaparición; el último, en 1965, con el feroz desarrollismo. El conocimiento de cada molino se transmitía de maestro a maestro y a su alrededor había todo un arduo trabajo de construcción y mantenimiento. «De los ingenios poco se ha escrito, por lo que la documentación a la que se puede acceder es escasa, pero he considerado que, en vez de igualarla, era preferible que se dieran a conocer de manera exhaustiva las peripecias que tuvieron que solventar nuestros antepasados con respecto a los molinos y al resto de ingenios», dijo ayer Lizarralde.

De los molinos se pasó a las ferrerías. «Entre las ferrerías a las que daba movimiento el río Deba, nos damos cuenta que de las doce que entonces funcionaban, diez de ellas lo hacían fabricando acero, cuadradillo y chapa». Así, la importancia de la publicación radica en que en su génesis los primeros talleres armeros se crearon a partir de los utensilios que tenían los viejos molinos.

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Esto se evidencia en un capítulo, en el que Evaristo Zuloaga, un antiguo armero, en el año 1849, compró un terreno en la zona de Urkizu para construir una casa de dos pisos y un taller de armería, con su correspondiente rueda hidráulica.

Estos datos los facilitó Zuloaga a la hora de preparar un contrato de arrendamiento de su taller armero, señalado con el número 27 del término de Urkizu, donde seguía teniendo instalada la rueda hidráulica como fuerza motriz de la maquinaria allí instalada, para sus trabajos como armero.

Unidos a los ríos
Los molinos que existían en Eibar, en la zona de Ibur Erreka, eran Azaldegi-Barrenekoerrota, Isasi-Zamakola, Arkaspe y Portalekua. En Aginaga Erreka se contaba con Zubiaga, Errotatxo y Arizpe-Soraen. En Matxaria, los de Ibarra y otro con el mismo nombre de esta zona. Otros recibían los nombres de Txonta, Loidi y Urkizu. En Gorosta Erreka se contabilizan los de Eskaregi, Apalategi y Azitainerrota. Otros fueron los de Irunabe, Barrenetxea y Galartza.

El control de los molinos correspondía al Ayuntamiento, mientras que los pesos y medidas eran regulados desde otras instituciones. Se cuenta como el consistorio eibarrés, en 1652, ordenaba la visita a todos los molinos de su jurisdicción para controlar que los pesos y medidas que se estaban utilizando estuviesen acordes con los que ellos tenían como muestra.

Cuando había diferencias, se establecía la pronta adecuación de los fallos y para verificarlo, deberían presentarse los titulares de los molinos en el propio Ayuntamiento. No obstante, este trabajo se lo encomendaron al escribano, al que pagaron un ducado por su labor. Incluso un alcalde, de apellido Egiguren, por aquél entonces tenía noticias del descontento de sus vecinos con los molineros de la villa. Se decía que no eran bien tratados cuando llevaban a moler tanto el trigo como el maíz y que existían preferencias a la hora de atenderles cuando iban a molturar el grano. «No estaba dispuesto a consentirlo, pero nadie se había dirigido a él para denunciarlo», señala el libro.

No faltan tampoco las anécdotas, características del buen humor que tenían los eibarreses. «Cuento una disputa en un molino, con una persona que se pensaba que estaba muerta de un palazo recibido en el molino de Ibarra».

Finalmente, se describe la importancia del agua y de los ingenios, indisolublemente unidos, que ofrecían a la ciudadanía una serie de servicios indispensables para llevar a cabo las labores diarias de la población, así como la importancia de las sucesiones, compras y mantenimiento de las instalaciones. «El euskera era la lengua con la que abordaban todas las gestiones, otra de las cosas que me ha sorprendido», asegura Lizarralde.

Presentado en Eibar el primer libro electrónico sobre molinos, de Lizaralde.
La comisión Ego-Ibarra presentó ayer su primer libro electrónico, el primer epub, del pasaitarra afincado en Elgoibar, Koldo Lizarralde, que lleva por título 'Ingenios hidráulicos de Eibar'. En su formato, en PDF contiene muchos enlaces internos para facilitar la consulta del lector.

Pese a que se han perdido todos los molinos de suelo urbano, Lizarralde ha conseguido dar cuenta del trabajo llevado a cabo por los antiguos eibarreses que en base a aquellos inventos, de tipo hidráulico, pusieron en marcha sus molinos y ferrerías que dieron más tarde las primeras armerías.

El libro, además de lo novedoso de su formato electrónico, destaca por contar con planos y dibujos de los antiguos molinos. Un mapa refleja el conjunto de los molinos, unidos a los ríos. En sus 280 folios se contabilizan hasta 428 pies de páginas, en el que se explican también variados aspectos de su funcionamiento, analizados por Lizarralde, uno de los grandes expertos en molinos que ha sido invitado este fin de semana a un congreso internacional.

El autor explicó que «uno de los molinos que mayores innovaciones presentaba era el de Galartza, de 1786. Además, las novedades que tenía este molino no existían en la época; motivo por el que voy a dar cuenta en el congreso que voy a asistir en Galicia».

Hasta 18 molinos contabiliza el autor en Eibar, unos equipamientos antiguos que comenzaron a instalarse en los siglos XIII y XIV hasta su desaparición; el último, en 1965, con el feroz desarrollismo. También estudia tres ferrerías, nueve ingenios y 6 ruedas hidráulicas.
El conocimiento de cada molino se transmitía de maestro a maestro y a su alrededor había todo un arduo trabajo de construcción y mantenimiento. «De los ingenios poco se ha escrito, pero es notable el trabajo que se realizó en Eibar», dijo ayer Lizarralde.

De los molinos se pasó a las ferrerías. Entre las ferrerías a las que daba movimiento el río Deba, nos damos cuenta que de las doce que entonces funcionaban, diez de ellas lo hacían fabricando acero, cuadradillo y chapa. Así, la importancia de la publicación radica en que en su génesis los primeros talleres armeros se crearon a partir de los utensilios que tenían los viejos molinos. Las transacciones se hacían previo pago de cereales y después ya se llega a realizar con dinero.

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Unidos a los ríos
Los molinos que existían en Eibar, en la zona de Ibur Erreka eran Azaldegi-Barrenekoerrota, Isasi-Zamakola, Arkaspe y Portalekua. En Aginaga Erreka se contaba con Zubiaga, Errotatxo y Arizpe-Soraen. En Matxaria, los de Ibarra y otro con el mismo nombre de esta zona. Otros recibían los nombres de Txonta, Loidi y Urkizu. En Gorosta Erreka se contabilizan los de Eskaregi, Apalategi y Azitainerrota. Otros fueron los de Irunabe, Barrenetxea y Galartza.

La presidenta de la comisión Ego-Ibarra, Carmen Larrañaga (PP), destacó que «el control de los molinos correspondía al Ayuntamiento, mientras que los pesos y medidas eran regulados desde otras instituciones. El alcalde jugaba un gran papel, en el control de los molinos. Me ha encantado esta publicación por las anécdotas y disputas que también refleja».

Se cuenta que el Ayuntamiento eibarrés, en 1652, ordenaba la visita a todos los molinos de su jurisdicción al objeto de controlar que los pesos y medidas que se estaban utilizando estuviesen acordes con los que ellos tenían como muestra. Cuando había diferencias, se establecía la pronta adecuación de los fallos y para verificarlo, deberían presentarse los titulares de los molinos en el propio Ayuntamiento. No obstante, este trabajo se lo encomendaron al escribano, al que pagaron un ducado por su labor. Incluso, un alcalde, de apellido Egiguren, por aquel entonces tenía noticias del descontento de sus vecinos con los molineros de la villa. Se decía que no eran bien tratados cuando llevaban a moler tanto el trigo como el maíz y que existían preferencias a la hora de atenderles cuando iban a molturar el grano. No faltan tampoco las anécdotas, características del buen humor que tenían los eibarreses, pese a la dura vida que llevaban. Finalmente, se describe la importancia del agua y de los ingenios, indisolublemente unidos, que ofrecían a la ciudadanía una serie de servicios indispensables para llevar a cabo las labores diarias de la población, así como la importancia de las sucesiones, compras y mantenimiento de las instalaciones. «El euskera era la lengua con la que abordaban todas las gestiones, otra de las cosas que me ha sorprendido. También es curioso como Toledo contrata a unos maestros ferrones de Eibar», decía Lizarralde.

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