Autor
artículos en el Diario Montañes: Gonzalo
Sellers
Ahora no es más que un esqueleto de
ladrillo con cuatro paredes. Sin tejado y desgastado por tres décadas de
abandono, es complicado imaginarse cómo la caseta de bombas de Gamazo puede
llegar a convertirse en la guinda de un proyecto de reurbanización que
convertirá esta zona, inútil y sin uso durante años, en un espacio de paseo y
ocio tras el Mundial de Vela. Pero esa utopía es real en los planos del
arquitecto Luis Castillo, el encargado de dar forma al proyecto del Puerto de
Santander.
La caseta de bombas, protegida como
Bien de Interés Cultural (BIC), se convertirá en un centro de interpretación
con cafetería incorporada. Los visitantes podrán pasear por el entorno del
dique seco, cruzar por encima de la puerta –ahora en restauración– y entrar a
la caseta. Allí se encontrarán con 210 metros cuadrados aprovechados al
centímetro. Se instalará una cocina para el bar, una barra y mesas y sillas.
Las paredes servirán como una guía visual para conocer cómo se reparaban allí
los barcos, gracias a paneles, murales y fotografías antiguas que se repartirán
por toda la sala. Pero la instalación estrella será el suelo de cristal que
permitirá ver las dos bombas de achique, de hierro fundido y cerca de dos
toneladas de peso, que desde comienzos del siglo XX se utilizaron para secar el
dique cuando entraba una embarcación.
Para verano
La transformación del inmueble no se
puede demorar. Todo tendrá que estar terminado antes del próximo mes de agosto,
cuando lleguen a Santander los centenares de deportistas que se jueguen, además
del campeonato internacional, un puesto en las Olimpiadas de Brasil.
Imagen de la noticia |
La caseta de bombas existe desde la
construcción del dique seco de Gamazo, en 1908. Cuando un barco llegaba para
ser reparado, debía esperar a una pleamar importante para poder entrar al
‘foso’. Entonces, se abrían las puertas y la nave se apoyaba en las denominadas
‘camas’. En ese momento entraban en funcionamiento las dos bombas de hierro
fundido y al menos dos toneladas de peso, que vaciaban el agua del dique y la
devolvían al mar para que las reparaciones en el casco de la embarcación
pudiesen realizarse en seco.
Durante las primeras décadas del
siglo pasado, estas bombas se movían con vapor. Dos grandes calderas ocupaban
gran parte del suelo donde en el futuro irán las mesas y sillas para tomar café
mirando a la bahía. La combustión del carbón se expulsaba por una chimenea que
fue derribada en la década de los 50, cuando la energía eléctrica empezó a
mover las bombas y se volvió inservible. La Autoridad Portuaria todavía
conserva el transformador que usó Astilleros del Cantábrico –última empresa
privada que utilizó el dique para reparar barcos– hasta 1982, cuando cesó su
actividad y la caseta de bombas se vio abocada a un abandono que ha durado 32
años.
Ese transformador no se expondrá en
el centro de interpretación debido a su volumen, pero aún pueden verse en las
paredes los viejos cuadros eléctricos que se utilizaban en aquellos años. Y,
junto a ellos, en la planta baja del edificio, las dos grandes bombas de
achique bien conservadas. «Si pones una luz débil de bombilla esto es como una
película de Visconti. Tiene el encanto de un escenario de ‘Muerte en Venecia’»,
imagina el director de Infraestructuras del Puerto, José Luis Zatarain.
Primero, el tejado
El temporal sufrido estas Navidades
no ha ayudado a acelerar el calendario de la obra, como reconoce Zatarain, pero
la restauración del edificio, representativa de la arquitectura industrial
inglesa, ya ha comenzado. El primer paso ha sido sanear el suelo con forjados
sanitarios y hormigón. Las paredes exteriores están en contacto con el terreno
natural, por lo que es muy importante aislar el interior de filtraciones de
agua.
La segunda etapa fue el tejado. Se
desmontaron las tejas –muchas de ellas con denominación de origen de Trascueto–
y también toda la instalación de madera, que será restaurada, limpiada y
pintada para que los visitantes puedan contemplar la estructura original.
También se mantendrá uno de los elementos más singulares del edificio: un
puente-grúa que se deslizaba por el techo para mover la maquinaria pesada con
un gancho. Esa pieza también se reformará y se volverá a colocar como una pieza
más del centro de interpretación.
De los ventanales ya se ha retirado
toda la madera «vieja y en mal estado», según Zatarain, y las paredes
interiores se arreglarán y pintarán para dejarlas lisas. Sin embargo, el
exterior de ladrillo vista apenas se tocará. No se puede al estar protegido por
ley y porque el proyecto quiere respetar al máximo el carácter del edificio tal
y como se construyó a comienzos del siglo pasado.
«Hay que poner las cosas lo más
parecido posible a como estaban. No hay que inventar nada», señala Castillo, a
quien sólo se le viene a la cabeza un dique de piedra similar al de Santander
en toda España. El de Cartagena. Fuera del país sí hay más. «En Portsmouth
tienen cinco juntos que siguen en uso para reparar barcos militares», explica.
Mientras la caseta de bombas prepara
su particular mutación en el interior, en el exterior ya se han dado pasos
importantes en el proyecto de reforma urbana. Por ejemplo, el barco-puerta que
permitía la entrada y salida de agua al foso desde hacía 28 años ya no frena
las mareas. Dos remolcadores del Puerto trasladaron el pasado mes de octubre
esa mole de acero de 260 toneladas y 9 metros de altura para poder
rehabilitarla.
Imagen de la noticia |
Se le cambiarán las chapas, se
pintará de nuevo y se limpiará la cubierta para reciclarla como atractivo
turístico cuando regrese a un Gamazo muy distinto del actual. Tras una
inversión de 1,1 millones de euros, los escombros y matojos que ocupaban el
solar dejarán paso a un nuevo parque abierto a la ciudad. Una actuación que
enlazará la duna escalonada y la instalación de la explanada para varar barcos.
Restauración de la valla
El proyecto global incluye la
semipeatonalización de un tramo de la carretera situada frente a la cara Sur
del Palacio de Festivales, la instalación de zonas verdes y el cambio de las
losas de hormigón del suelo, además de la rehabilitación del vaso del dique.
Toda la acera, hasta llegar a la Escuela de Náutica, será nueva. Se ensanchará
gracias a la reubicación de aparcamientos reservados en el parking principal y
se repararán las losas de caliza protegidas por ley. El asfalto también
desaparecerá de ese espacio.
La valla del perímetro que separa la
ciudad del Puerto será restaurada, tanto la piedra como el hierro, y se abrirán
dos tramos de la verja, que harán las veces de puertas para poder entrar al
recinto donde está el dique.
El
nuevo tejado de la caseta de bombas de Gamazo conserva piezas originales.
La reforma de la caseta de bombas de
Gamazo ha comenzado por el tejado. Una vez desmontado el anterior, que sufría
un importante deterioro, el futuro del inmueble como centro de interpretación
ha empujado al Puerto a intentar mantener todas las piezas originales que sea
posible. De momento, ya se ha colocado la cubierta externa e interna de madera
laminada, y se han reformado e instalado las cerchas, herrajes y tensores
metálicos que el edificio, construido en 1908, mantenía cuando aún estaba en
uso, hace treinta años. El último paso será cubrirlo con tejas planas, muy
similares a las de Trascueto que lo protegían antes.
Imagen de la noticia |
La caseta de bombas, declarada Bien
de Interés Cultural (BIC), será la guinda de una reforma que afectará a todo el
entorno de Gamazo, un solar hasta ahora cerrado, abandonado y cubierto de
escombros. Los visitantes podrán pasear por el entorno del dique seco, cruzar
por encima de la puerta –ahora en restauración– y entrar al edificio. Allí se
encontrarán con 210 metros cuadrados aprovechados al centímetro. Se instalará
una cocina para el bar, una barra y mesas y sillas. Las paredes servirán como
una guía visual para conocer cómo se reparaban allí los barcos, gracias a
paneles, murales y fotografías antiguas que se repartirán por toda la sala.
También se podrá ver el puente grúa
original, el que usaba Astilleros del Cantábrico –última empresa privada que
utilizó el dique para reparar barcos– para mover maquinaria. Esta pieza ya se
ha reformado, pintado y colocado en la nave.
Imagen de la noticia |
Pero la instalación estrella será el
suelo de cristal que permitirá ver las dos bombas de achique, de hierro fundido
y cerca de dos toneladas de peso, que desde comienzos del siglo XX se
utilizaron para secar el dique cuando entraba una embarcación. Una inversión de
1,1 millones de euros que enlazará la duna escalonada de Zaera y la instalación
de la explanada para varar barcos del Mundial de Vela.
Limpieza de los muros
Al mismo tiempo que se desarrollan
los trabajos en el tejado, los técnicos también avanzan en la limpieza y
rehabilitación del muro de piedra y la verja metálica modernista que rodea la
parcela, ambas protegidas por su valor cultural. Los baños de agua a presión
mezclada con arena ya se notan en la piedra blanca, sin suciedad ni óxidos.
Tanto que han sacado a la luz las hojas de acanto esculpidas en ellas, y que
apenas se apreciaban bajo la mugre acumulada durante años. «Estaban delante de
nosotros y no las veíamos», señala el director de la obra, Rubén Suárez. Con
esa misma técnica se han limpiado también las dos bombas y tuberías de la
caseta, a las que sólo les falta la mano de pintura final. Roja o verde, aún no
se ha decidido el color definitivo.
Imagen de la noticia |
La verja metálica se restaurará en
dos fases. La primera, en la empresa Trasucan, donde le aplican chorros de
arena para quitarle el óxido. Y la segunda, en talleres Inguanzo, donde se
desarrolla la tarea más artesana. Barra por barra se van arreglando las
imperfecciones y sustituyendo las piezas irreparables por otras nuevas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario